PATRIMONIO  LUGARES DEL SABER  Real Monasterio de El Escorial: historia
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  Pocos saben, por ejemplo, que Felipe II fue un gran humanista y un hombre leído e interesado por muchos saberes.

Los propios relacionados con la real fábrica, para empezar. Sus estancias en Italia le habían proporcionado un conocimiento bastante profundo de la arquitectura renacentista y de los ideales clásicos y humanistas que la soportaban.

De ahí su elección de Juan Bautista de Toledo -un arquitecto español pero largamente formado en Italia- para diseñar la traza original. Muerto éste le sucedió Juan de Herrera como arquitecto mayor, quien ejecutó la obra bajo ese estilo sobrio y eterno -llamado después herreriano- repleto de tantas referencias greco-latinas como de resonancias bíblicas y escriturísticas. El Rey participó en muchas intervenciones.

Sus conocimientos de artes, técnicas constructivas y matemáticas no desmerecían de los grandes sabios que le rodeaban. El viejo sueño de levantar un palacio de proporciones áureas bajo los cánones de Vitrubio y albergar allí un Templo de Salomón, una casa de la sabiduría y del conocimiento, estaba en la mente de sus autores.



 


JEAN L'HERMITE. EVAPORATORIO CON 126 ALAMBIQUES

 

Esta dimensión científica del Escorial es tan desconocida como central en su proyecto e historia. La Biblioteca que Felipe II ordenó construir quería emular no ya las grandes colecciones de los príncipes renacentistas, sino la propia biblioteca de Alejandría.

Devoto bibliófilo, el Rey encargó a grandes humanistas y diplomáticos seleccionar y adquirir códices, manuscritos, libros y documentos por todo el orbe. Benito Arias Montano, José Sigüenza, Ambrosio de Morales, Jerónimo de Zurita y Diego Hurtado de Mendoza son sólo algunos de los eruditos y embajadores que lograron reunir unos fondos que incluían manuscritos de Leonardo y códices hebréos, una biblioteca realmente digna de quien aspiraba a formar una especie de microcosmos en su Palacio, una muestra de todas las regiones, de todas las cosas, de todos los saberes.

Porque el Rey no sólo coleccionaba libros, sino también muchos otros objetos de valor: cuadros, naturalmente, pero también instrumentos náuticos (se proyectó un observatorio astronómico que no llegó a edificarse), reliquias, plantas y productos naturales. Las colecciones de plantas disecadas y herbarios del viaje de Francisco Hernández a Nueva España en la década de 1570, por ejemplo, nutrieron las colecciones escurialenses.



BIBLIOTECA


El Escorial tenía además un jardín botánico, un hospital, una botica y unos laboratorios de destilación, ubicados junto a la llamada Torre de la Botica. Los saberes experimentales y la química, antes de que existieran tales términos, fueron practicados en el interior de El Escorial.

Y al igual que su arquitectura linda con saberes herméticos y cabalísticos, las prácticas químicas que allí se realizaban rozaban las artes combinatorias y la alquimia. Como en otros muchos lugares dedicados al estudio de la Naturaleza y el conocimiento, en El Escorial se trataron de transmutar metales en oro. Está documentada la contratación de conocidos alquimistas (Tiberio da Roca, Pedro Sternberg) para trabajar en la corte de Felipe II, quien de joven había conocido personalmente a John Dee en Inglaterra, el filósofo real de Isabel I y uno de los forjadores de la tradición rosacruz.

Muchos de los proyectos científicos y técnicos de su época se gestaron desde y alrededor del Escorial. La Academia de Matemáticas dirigida por Herrera o los trabajos de Pedro de Esquivel para articular una red geodésica de la península ibérica son algunos de los más significativos. El Escorial, pues, no sólo es el solemne panteón y el austero monasterio conocido por todos, sino también un foco de saberes renacentistas donde se citan filología y exégesis bíblica, astronomía y medicina, botánica, matemáticas y química.

   

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