Energia, riqueza y crisis económica

Estas reflexiones vienen motivadas por la lectura de noticias en los medios de comunicación referentes a que en el futuro la riqueza de las personas (de los trabajadores, pues el 0.001% de la población del mundo, los ricos, lo seguirán siendo) disminuirá de manera sensible, digamos hasta la mitad o menos.

Creo que esto es cierto, si no cambiamos la situación actual,  y creo que hay solución.

¿Qué es la riqueza?  ¿Se puede dar una definición?

En física yo enseño a mis alumnos que para resolver problemas lo mejor es irse a los extremos. El extremo negativo de la riqueza es la extrema pobreza. En este caso los pobres no pueden ni siquiera adquirir la energía necesaria para sobrevivir.

Por lo tanto una posible descripción de «riqueza» es la capacidad de disponer de los objetos y servicios que una persona desea.  Es evidente que podemos no desear muchas cosas, pero si somos pobres no podemos disponer de lo poco que podemos desear, y si somos ricos si podemos hacerlo. De alguna manera, la riqueza equivale a la libertad, incluso a la libertad de renunciar al deseo.  Esta última libertad no existe si el deseo no lo es tal sino es necesidad imperiosa de supervivencia.

Ahora bien, para fabricar objetos, aunque no sean más que arados y jarras de cerámica, se necesita energía: De las personas que los hacen y de los hornos que transforman las materias primas, en este caso, mineral y arcilla en hierro y loza.

Para disponer de riqueza se precisa disponer de cantidades crecientes de energía neta, es decir, energía cuya extracción demande menos de la misma que su liberación.

Si aceptamos, pues, la descripción anterior de «riqueza» como su definición,  podemos ver que la riqueza de personas y sociedades empezó de verdad a crecer hacia 1780, curiosamente cuando Adam Smith escribió su tratado económico.

¿Que es lo que caracteriza ese crecimiento de la riqueza? Nada había distinto antes de esa fecha y después de la misma salvo la disponibilidad de energía en cantidades crecientes, lo que permitió la revolución industrial que por un proceso de realimentación liberó cantidades crecientes de energía en un bucle que se ha extendido hasta, más o menos, 2007.

Durante el siglo XVIII se pusieron en marcha toda clase de máquinas más o menos automáticas, sobre todo en el campo de los textiles. La «Flying Shuttle» (Lanzadera volante) se inventó en 1733. La «Spinning Jenny» se inventó en 1764. Facilitaban e incrementaban substancialmente la producción textil pero, sin energía distinta de la del cuerpo humano, no hubiesen pasado de juguetes.

La extracción masiva de carbón en Inglaterra supuso que la Energía Recuperada, dividida por la Energía Invertida para extraer la (ERdEI) alcanzase valores superiores a 5. Mediante la agricultura anterior a 1800, el ERdEI de cualquier intento de capturar energía no pasaba de 1.6 (en zonas privilegiadas, como el Nilo o los arrozales chinos). Esto suponía un exceso energético muy pequeño, que mantenía una minúscula casta muy rica, y una inmensa mayoría reducida a la supervivencia o a la posesión de muy pocos objetos y muy escasos servicios humanos.

Tras 1780, al ponerse en explotación masiva las minas de carbón inglesas, la energía neta disponible, embebida en objetos, y en los servicios de cada vez más personas bien alimentadas fué creciendo, primero de manera lineal, posteriormente de manera exponencial.

Tras la explotación de las minas de carbón en Inglaterra, se pasó a su explotación en Alemania, Francia, muchos países de Europa y los EEUU. En éstos, hacia 1860 se puso en marcha la explotación masiva de petróleo, y la de gas natural hacia 1950. Los ERdEI del petróleo y el gas natural se situaban al principio de sus explotaciones en valores de alrededor de 100, y han estado alrededor de 50 durante la segunda mitad del siglo XX hasta más o menos 2007. A partir de entonces los ERdEI globales han comenzado a disminuir.

La existencia de energía con esos valores de ERdEI  (un ERdEI de 100 equivale a un rendimiento del 10.000%) liberó, indirecta e implícitamente, cantidades de la misma tan gigantescas (embebida en objetos y en un número creciente de personas que podían proporcionar servicios) que en Europa, los EEUU, y los tres países digamos «anglosajones» (Canadá, Australia y Nueva Zelanda) la mayoría de la población ha disfrutado, hasta esta fecha de 2007, de una riqueza (capacidad para cumplir deseos) desconocida hasta entonces incluso por las personas mas ricas anteriores a 1950.

Ahora bien, la liberación de esa energía neta hizo crecer la población. Casi ocho mil millones de personas demandan, para su mera existencia,  alrededor de 7 billones (españoles) de kwh como alimento. Esto solo es posible conseguirlo con alrededor de 140 billones de kwh empleados en la producción de esos alimentos y su proceso y transporte.  Esto supone un 10% de la energía total consumida por los seres humanos en el mundo. El resto es la consecución de deseos por encima de la supervivencia: Coches, casas, bienes, viajes.

Aunque la población aumenta, la producción de energía obtenida de combustibles fósiles se ha estabilizado y comenzará a disminuir en las próximas décadas del siglo XXI.

Pero esa población creciente mantenida con una parte substancial de la energía obtenida, demanda la satisfacción global de cada vez más deseos.

El resultado es evidente: Sin necesidad de modelos económicos sofisticados, si la riqueza (energía) disponible se mantiene constante y hay cada vez más personas que acceden a ella, a cada persona le toca cada vez menos: Crisis económica.

La solución pasa por reconocer que la riqueza deriva de la energía, o más sencillamente, -es- la energía neta disponible por los seres humanos.

Es claro que la forma más fácil de adquirir riqueza ha sido siempre, y sigue siendo, mediante el robo, directo o indirecto. Una parte de la crisis actual en nuestro entorno cultural deriva de que nos es cada vez más difícil vender caro y comprar barato en el mundo. Pero esto es así en cualquier economía. Solo el aumento de la riqueza disponible permite que su reparto, aún problemático, sea suficiente.  Si hay 100 y se reparten 20 la riqueza disponible es de 20 dividido por el número de personas. Si hay 1000 y se reparten 200, aunque la proporción es la misma, a cada persona le toca diez veces más.

Necesitamos, evidentemente, para mantener nuestra riqueza, aumentar la disponibilidad de energía. Y tenemos energía, muchísima energía, y con ERdEIs de entre 10 y 20, más que suficiente para una vida de riqueza si aumentamos la eficiencia de los procesos de fabricación y la habilidad para producir servicios.

La energía de que disponemos es la solar. Con la tecnología actual, tenemos energía para que 70.000 millones de personas vivan como ha vivido la clase media alta estadounidense  entre 1960 y 1990.

La energía tiene una característica muy importante, como riqueza, y es que es muy difícil de almacenar, al revés que el dinero. La única manera de emplear la energía es distribuirla. Una persona muy rica, por muy rica que sea, no puede hacerse 1000 yates de 300 metros de eslora, ni viajar alrededor del mundo 100 veces en un día. Una parte substancial del exceso energético se distribuye, inevitablemente, entre las personas del mundo, al revés que el dinero.

Puesto que disponemos de energía más que sobra que podemos capturar del sol, ¿Por qué llevamos casi 10 años metidos en una depresión económica que está excitando iniciativas nazis/racistas (» Yo soy el bueno. Los demás, a los hornos o a la emigración») en buena parte del mundo?

Se dan toda clase de argumentos infantiles, que se ven a una legua como falsos.

Se envuelven esos argumentos en matemáticas sofisticadas, que los gestores sociales no tienen la valentía de rechazar y exigir a sus defensores que hablen en lenguaje humano.

La razón es exactamente la misma que la que originó la Revolución Francesa. Hay muchísima riqueza amortizada, es decir, fuera del circuito productivo, del circuito que exige trabajo y consecuentemente salarios. Y los que la detentan no quieren liberarla. En la Francia de 1750 a 1789 algunas casas nobles y la Iglesia, el 0.01% de la población gala tenían, improductiva, más de la mitad de la riqueza del país, e impedían la libre circulación del resto mediante leyes y peajes.  La Revolución Francesa fué, en realidad, una desamortización rápida y violenta ante la negativa de aquellas personas a liberar el capital amortizado.

Hoy la situación es similar. Hoy alrededor de un 0.0001% de la población humana detenta el 50% o más de la riqueza, y su capital está amortizado: Se emplea, como lo empleaban los aristócratas franceses, en pasárselo de mano de unos a otros, mediante juegos de azar (hoy llamados »bolsa») o comprándose y vendiéndose unos a otros bienes y servicios sin que esa riqueza pase nunca a la circulación general.

Necesitamos que esa riqueza vuelva a la circulación general, y que parte de ella, una buena parte de ella, se invierta en capturar energía solar para cambiar la curva estática, camino de la disminución, de la energía solar fósil y volver a proporcionar, a la humanidad, energía, es decir, riqueza, de sobra.

Es evidente que hay otros problemas, entre otros el avance de la tecnología digital y sus derivados sociológicos. Pero necesitamos , en primer lugar, resolver el problema de la riqueza antes de afrontar el resto de los demás.

El análisis anterior es inmensamente simple. Cualquier profesional de la economía y yo mismo, que no lo soy, tiene decir que las cosas no son tan sencillas. Pero cualquier profesional de la economía tiene también que reconocer que los modelos mas sofisticados que se han producido en las mejores universidades y centros de investigación no dan la menor explicación de la crisis actual que es radicalmente distinta de la crisis de los años 30 en su parte económica.  Si la diesen ya habríamos salido de ella y nos estaríamos dirigiendo hacia una nueva situación de riqueza.

 

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