PATRIMONIO  LUGARES DEL SABER  Biblioteca Nacional: arquitectura
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Arquitectura
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 Arquitectura 

  El edificio que alberga a la Biblioteca Nacional comenzó a construirse en 1866, sobre el solar que ocupó la primera Escuela de Veterinaria; fue destinado como Palacio de Bibliotecas y Museos, entrando a formar parte de lo que, en aquel entonces, se empezaba a llamar "Madrid Moderno". Es obra del arquitecto Francisco Jareño, quien habiendo terminado la carrera en 1848 disfrutó de una pensión para viajar por el extranjero, ganando a su regreso la cátedra de Historia del Arte en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Al poco de iniciarse las obras, éstas quedaron paralizadas por falta de fondos, circunstancia que se agravaría debido a la convulsa situación que entonces vivía España: Revolución del 68, reinado de Amadeo de Saboya y Primera República. Cuando se produjo la Restauración de Alfonso XII, Jareño se acercaba a los sesenta años y prefirió ocupar la dirección de la Escuela de Arquitectura a seguir con su proyecto de la Biblioteca Nacional, dejándolo en manos de su colaborador Antonio Ruiz Salces.



La distribución en planta del proyecto de Jareño tenía mucho de ejercicio académico, se trataba de una planta rectangular en la que se inscribía una cruz, que daba lugar a cuatro grandes patios. En el centro de aquella composición se abría la gran sala de lectura, de perímetro octogonal y con las mesas en disposición radial; un cimborrio ochavado garantizaba la luz cenital a la sala. En los patios cubiertos del Museo, los conocidos como árabe y romano por las antigüedades que albergaban, se veían elegantes estructuras de hierro. En 1875, tras la llegada de Ruiz de Sances, se simplifica el proyecto; la fachada abandona su inicial decoración neoclásica y se suprimen la mitad de los balcones dibujados por Jareño, igualando los de la planta principal con la planta baja. Tampoco se construyó la cúpula octogonal, la sala central se simplificó con planta cuadrada para reducir el presupuesto. Cornisas y torreones de esquina quedaron bajos de escala frente a la muy considerable dimensión del edificio. Se salvó el frontón triangular, que fue decorado por el escultor más brillante de su tiempo y protegido por Cánovas del Castillo: Agustín Querol Subirats. Fue uno de los primeros edificios españoles en los que se utilizó masivamente el hierro aunque, al ser objeto -desde su inauguración- de sucesivas transformaciones de poca calidad, hay que lamentar las desapariciones de los patios árabe y romano y el depósito de libros, maquíticos exponentes de la arquitectura del hierro madrileña. En 1987 comenzó una rehabilitación progresiva del edificio, a partir del proyecto de los arquitectos Junquera y Perez-Pita.

 

   

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