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El origen de esta institución se remonta a los primeros años del reinado de Felipe V, cuando este monarca decide crear una Biblioteca Real con los principales objetivos de fomentar el estudio y la instrucción entre sus súbditos y reunir, en un único establecimiento, las bibliotecas de los nobles emigrados, que luchaban en la guerra de Sucesión en apoyo de Carlos de Austria; la Biblioteca Real es, por lo tanto, la primera de las grandes instituciones de carácter cultural creadas por los borbones españoles, a ella le seguirían otras, como las Reales Academias de la Lengua, de la Historia y de Bellas Artes.
En 1716 sería firmado por el rey el decreto fundacional y, ese mismo año, se obligaría a que todos los impresores o editores entregasen a la Biblioteca Real un ejemplar de cada una de las obras que fuesen impresas en sus talleres; esta norma, un antecedente claro del actual Depósito Legal, acabaría siendo de capital importancia para la historia de esta institución y contribuiría decisivamente a la conversión de este centro en lo que es hoy día: la más importante biblioteca del país.
Vista del Paseo de Recoletos, con la Biblioteca Nacional al fondo
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Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912)
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Durante el reinado de Carlos III se producen modificaciones importantes en el reglamento de la Biblioteca Real; el bibliotecario mayor, hasta entonces responsable de esta institución, se convierte en Director y el resto de bibliotecarios son considerados criados de la Real Casa; se regula el funcionamiento interno: libros de registro, índices temáticos, etc.; en 1781 se revitaliza y organiza la Imprenta Real, hasta entonces un establecimiento modesto encargado de publicar "La Gaceta" y en en la que acabarían participando los más destacados impresores, grabadores y encuadernadores del momento; y, en 1789, fue creada la Real Calcografía, con el objetivo de centralizar los trabajos de grabado con destino a los distintos establecimientos estatales.
El primer local que disfrutó la Biblioteca Real estaba situado en el pasadizo que unía el hoy desaparecido Real Alcázar con el Monasterio de la Encarnación.
Durante la ocupación francesa, debido a las reformas urbanísticas emprendidas por José Bonaparte en la actual plaza de Oriente, la Biblioteca Real debe trasladarse al Convento de los Trinitarios Calzados, en la calle de Atocha; allí permaneció una década, las reclamaciones de los Trinitarios Calzados ante el Rey propiciaron un nuevo traslado, esta vez al Palacio donde celebraba sus sesiones el Consejo del Almirantazgo.
No fue éste su definitivo acomodo; en 1826 tuvo lugar un nuevo cambio de sede, en esta ocasión al edificio que perteneció al Marqués de Alcañices, en la actual calle de Arrieta esquina con la calle de la Bola, cerca de su primitiva ubicación.
Colocación de la primera piedra del Palacio de Bibliotecas y Museos. Al fondo las primeras casas del Barrio de Salamanca
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Deposito de libros. Foto publicada, durante 1918, en la revista Blanco y Negro
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El cambio de denominación, de Biblioteca Real por Biblioteca Nacional, se produce en 1836. Sin embargo, se trataba de algo más importante que un simple cambio de nombre; la que hasta entonces había sido una institución de la Corona pasa, a partir de ese año, a ser un organismo estatal, dependiente del Ministerio de la Gobernación.
A mediados de siglo se aprueba el Reglamento de la Biblioteca Nacional, se crea el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y comienzan las obras de lo que sería su definitiva sede, en el Paseo de Recoletos, un proyecto diseñado por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón; en 1892 finaliza la construcción de este edificio, inicialmente destinado a albergar la Exposición Iberoamericana conmemorativa del IV Centenario del Descubrimiento de América, y en el que se establecieron los museos Arqueológico y de Pintura Moderna, el Archivo Histórico Nacional y la Biblioteca Nacional.
Dioscórides de Laguna (1555)
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Libro del Apocalipsis, Beato de Liébana
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