Los conocimientos generados por los científicos deben ser compartidos por igual en todo el mundo
Para hacer frente a los retos del próximo siglo –desde las pandemias hasta el cambio climático, pasando por la automatización y el big data–, la ciencia debe estar abierta a todas las personas del mundo. La ciudadanía deben tener el mismo acceso a la información que los investigadores, y estos necesitan acceder a repositorios de conocimiento de alta calidad e interconectados para avanzar en nuestra comprensión del mundo que nos rodea.
Estos son algunos de los principios rectores del movimiento de la ciencia abierta. La sostenibilidad y la inclusión son vitales para que este proyecto se haga cada vez más real lo que puede fomentarse mediante prácticas compartidas, infraestructuras y modelos de financiación que garanticen la participación equitativa de instituciones y países menos favorecidos en la búsqueda del conocimiento y su avance.
Tenemos que garantizar que los beneficios de la ciencia se compartan entre la academia y el público en general, sin restricciones. Pero, ¿cómo lograrlo? Parte de la respuesta está en la construcción de sistemas nacionales de ciencia capaces de compartir y potenciar una diversidad de conocimientos.
El nacimiento de los Sistemas Actualizados de Información de Investigación (CRIS)
Uno de los principales obstáculos para la ciencia abierta es la falta de integración entre las bases de datos existentes –desde las bibliotecas públicas hasta los conjuntos de datos gubernamentales y los archivos universitarios-, que se construyeron en épocas diferentes utilizando sistemas diversos y que no están vinculados entre sí.
Por ejemplo, los repositorios institucionales, que crecieron gracias al esfuerzo de los bibliotecarios durante generaciones, suelen estar desconectados de las bases de datos curriculares. No tienen identificadores ni enlaces permanentes a los metadatos, un elemento indispensable para compartir la información. En los últimos años, se ha hecho cada vez más necesaria la creación de sistemas de información nacionales capaces de recoger la información de investigadores, instituciones, repositorios de producción y datos abiertos, proyectos de investigación y de ciencia ciudadana.
Para satisfacer esta necesidad, en la década de 1990 surgieron en Europa las bases de datos conocidas como Sistemas Actualizados de Información de Investigación (CRIS, por sus siglas en inglés), que se expandieron principalmente a nivel institucional, dentro de las universidades. En 2002 se fundó la Organización Europea para la Información sobre Investigación Internacional (EuroCRIS), y a raíz de esto, empezaron a crecer sistemas similares en otras partes del mundo.
El caso de América Latina
América Latina tiene una larga tradición en el uso de catálogos y centros de documentación al servicio del desarrollo. Desde los años 60, surgieron índices bibliográficos, repositorios y bibliotecas regionales gestionados por grandes universidades públicas e instituciones regionales. En los años 90, nacieron nuevos repositorios y bases de datos que se convertirían en pilares de una sólida infraestructura de comunicación científica de acceso abierto.
Con el lanzamiento de las bases de datos de revistas de acceso abierto como Latindex, SciELO y Redalyc se dio un impulso a la digitalización de las revistas científicas y se otorgó un sello de calidad a las investigaciones publicadas bajo criterios estrictos de indización. Con una fuerte impronta pública, estos repositorios actuaron como trampolín para el desarrollo del entorno de acceso abierto no comercial que hoy es el sello de la región.
América Latina cuenta ahora con las condiciones óptimas para crear una infraestructura de ciencia abierta que capitalice estos esfuerzos anteriores. Y hay dos ejemplos de sistemas integrados nacionalmente que destacan.
El BrCris de Brasil fue desarrollado por el Instituto Brasileiro de Informação em Ciência e Tecnologia junto a los más importantes organismos públicos nacionales. Brasil es un país inmenso, con un sistema científico y tecnológico profesionalizado que ha producido muchas bases de datos a escala nacional, lo que hace que la integración sea un gran reto. Algunos ejemplos son el Portal de Datos Abiertos, la Plataforma Lattes y el directorio de grupos de investigación de CNPQ.
La arquitectura de BrCris prevé no sólo integrar estas grandes bases de datos existentes, sino también garantizar una infraestructura de ciencia abierta compatible con la Red de Repositorios de acceso abierto a la ciencia (LA Referencia), que reúne repositorios de diez países de la región. BrCRis también pretende repatriar datos brasileños de todo el mundo.
El segundo caso es el de la plataforma PerúCRIS. Se ideó por primera vez cuando Perú aprobó su Ley de Acceso Abierto en 2013. Entonces surgió la necesidad de integrar tres plataformas de información científica: el directorio de investigadores, el directorio nacional de instituciones y la red nacional de repositorios. La nueva plataforma también incluye todas las tesis de pregrado y posgrado.
Hoy, PerúCRIS tiene cinco directorios –talento humano, producción científica, proyectos, instituciones e infraestructura– y está pensado no sólo para la comunidad científica sino para la sociedad en su conjunto. Permite al público descubrir nuevas tecnologías, participar en la ciencia ciudadana o encontrar ideas creativas para generar oportunidades de inversión.
El hecho de que los proyectos piloto CRIS latinoamericanos sean nacionales y no institucionales, como en Europa, se debe a la forma en que se financian. La mayoría de las universidades que contribuyen a la investigación científica y tecnológica en la región son públicas y participan en los sistemas nacionales de información. Dada su dependencia de los fondos públicos, estas instituciones rara vez cuentan con los recursos necesarios para financiar un sistema CRIS institucional, y mucho menos para adquirirlo como paquete a las grandes empresas que ofrecen estos servicios.
Estos proyectos de sistemas CRIS nacionales que surgen en la región en el dominio público son una fortaleza para el camino de la ciencia abierta en el mediano y largo plazo. Los software abiertos como dSPACE, utilizados como base de la plataforma de Perú por ejemplo, garantizan que la información científica cumpla la promesa de la ciencia abierta, ofreciendo a la vez un camino fructífero para luchar contra las asimetrías en la circulación el conocimiento o la exacción de datos por parte de grandes compañías con fines de lucro.
Nuevas formas de colaboración
Los casos de Brasil y Perú demuestran que un CRIS nacional puede promover una verdadera integración de todas las plataformas y organizaciones científicas existentes en un país o incluso en una región. Estas bases de datos pueden utilizarse para la evaluación de la investigación, ya que cuentan con un registro completo de personas, instituciones, producciones y proyectos en el país.
Así, las bases de datos CRIS latinoamericanas darán visibilidad a los diferentes estilos de publicación y a los diversos perfiles de los investigadores, a la vez que potenciarán nuevas formas de colaboración científica, especialmente las devaluadas por las tendencias dominantes en la evaluación académica.
Este enfoque abre el camino a una ciencia cada vez más inclusiva y socialmente relevante, al tiempo que participa activamente en la conversación de la ciencia abierta con el resto del mundo.
El movimiento de la Ciencia Abierta ha surgido de la comunidad científica y se ha extendido rápidamente por las naciones, reclamando la apertura de las puertas del conocimiento. Académicos, editores, bibliotecarios, estudiantes, funcionarios y ciudadanos se están sumando a este llamamiento. La UNESCO está preparando un instrumento normativo y promoviendo marcos políticos sobre la ciencia abierta en sus Estados miembros.
Este artículo forma parte de la serie “Grandes historias de la ciencia abierta”, publicada con el apoyo del Ministerio francés de Enseñanza Superior, Investigación e Innovación. Para saber más, visite Ouvrirlascience.fr.
Referencia bibliográfica:
Fernanda Beigel, Investigadora del CONICET, Directora del Centro de Estudios de la Circulación del Conocimiento (CECIC, Universidad Nacional de Cuyo), Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.