EL CANDENTE ISLAM<br>
El especialista en el islam, Samir Khalil Samir, dilucida las principales cuestiones que plantea hoy la segunda religión de la tierra en sí y en su relación con Occidente
Reseña realizada por Miguel García-Posada<br>
Los periodistas italianos Giorgio Paolucci y Camille Eid entrevistaron al prestigioso jesuita y experto en el islam el egipcio Samir Khalil, nacionalizado italiano, y lo sometieron a un didáctico cuestionario, dividido en cinco bloques: los fundamentos del islam; ¿puede cambiar el islam?; el desafío de los derechos humanos; el islam entre nosotros; el diálogo posible. El resultado de la entrevista no invita al optimismo, aunque el entrevistado evita las tintas negras; Occidente, con todas sus contradicciones, está incurso en un irreversible proceso de laicidad. El islam se fundamenta en la no laicidad.
A partir de ahí los choques son inevitables. No se trata de que el islam sea un proyecto integrista; se trata de que es un proyecto religioso, cultural, social y político, que engloba toda la vida humana.
El musulmán es el sujeto en plenitud de derechos; el gentil, no. La pluralidad no excluye la existencia de <<fuertes raíces comunes en el plano dogmático y ritual>> (página 38). La guerra santa (yihad) hay que entenderla al pie de la letra, al margen de algunas interpretaciones espiritualistas: <<La guerra tiene que proseguir hasta que se haya muerto o marchado el último enemigo>> (página44).
No hay oposición a la técnica y a la ciencia en el islam, sí a las <<categorías culturales>> (página 65) que las sustentan. Según la mentalidad occidental, ninguna ley religiosa puede convertirse en ley civil, pero esto es lo que sucede en los países enteramente islámicos, a pesar de los esfuerzos de los moderados (Marruecos, Argelia, por ejemplo), donde se admite la cláusula de monogamia en el matrimonio civil y se reconoce a la mujer el derecho a pedir el divorcio.
Es difícil <<concebir un islam en el que la religión y el estado sean distintos>> (página 101). El Papa Juan Pablo II ha invocado al común Dios de Abrahán para converger en las creencias, pero, como advierte Khalil, por Abraham entienden una y otra religión conceptos muy diferentes. Pese a todo hay que dialogar y Khalil invoca su condición de cristiano árabe como un puente para un entendimiento que es necesario dado el vigor del islamismo. Un conjunto de apéndices enriquece esta obra, que ilustra muy bien la actual situación por la que vive el mundo, en especial tras el 11 de setiembre de 2001.