LOS VIVOS ECOS DEL DARWINISMO<br>
Análisis de las polémicas contemporáneas sobre la evolución
Reseña realizada por Agustín Blasco Mateu<br>
Dpto. de Ciencia Animal.<br>Universidad Politécnica de Valencia
La obra trata sobre las polémicas modernas en torno a la evolución en un tono accesible y ameno, pero de una forma rigurosa. La primera parte del libro versa de las objeciones al darwinismo. En él se habla del creacionismo, el neolamarckismo y el interrupcionismo. Los dos primeros carecen de interés científico, y el tercero es discutible que deba ser incluido dentro de la lista de objeciones al neodarwinismo, porque su principal creador e intérprete, S.J. Gould, se consideraba completamente darwinista. La teoría del equilibrio interrumpido sostiene que la evolución que da lugar a especies no es continua en el tiempo sino que pasa por periodos de estatismo y periodos de rápida acumulación de cambios (rápida en sentido geológico; es decir, decenas de miles de años). Gould se basa en que en el registro fósil las especies permanecen casi inalterables hasta que se producen los cambios súbitos (en escala geológica) que dan lugar a nuevas especies. Es cierto que, como señalan los autores del libro, puede haber especies distintas con la misma forma, y también cambios bioquímicos profundos que no afecten a la morfología, lo que en ambos casos no sería detectado por el registro fósil, pero parecen argumentos más bien marginales al hecho notorio que Gould subraya, y sin duda los darwinistas ortodoxos serían más felices si el registro fósil mostrara variaciones graduales continuas que condujeran a nuevas especies.
Por otra parte cuando la selección opera en los momentos de "evolución rápida" lo hace dentro de laortodoxia darwinista, con pequeños cambios acumulativos. El interrupcionismo hacambiado mucho en sus treinta años de existencia y hoy en día las discusiones se centran más en los mecanismos que dan lugar a esos periodos de evolución interrumpida. Los neodarwinistas estrictos sostienen que disponen de mecanismos ortodoxos para explicar cualquiera de las alteraciones en la evolución que Gould señala, pero no es la primera vez que se acusa a los seleccionistas estrictos de tener mecanismos de explicación "ad hoc" para cualquier fenómeno que se pudiera producir.
A continuación los autores tratan el problema de la herencia de la inteligencia, haciendo una revisión crítica de los principales experimentos con gemelos en los que se suelen basar las conclusiones de los que defienden que es éste un carácter altamente heredable. Los autores sostienen que estos gemelos comparten unas condiciones ambientales que suelen achacarse erróneamente a la herencia, con lo que las heredabilidades están notoriamente hinchadas. Nadie duda de que la inteligencia tenga un componente hereditario, pero resulta sospechoso el que las heredabilidades calculadas en los experimentos realizados con gemelos que han sido separados y adoptados sean, incluso para caracteres como el peso o la altura, mucho más altas que las que habitualmente encontramos los criadores para caracteres en los que el ambiente está, al menos en parte, controlado.
Abordan seguidamente los autores una serie de temas relacionados con el sexo: ¿qué ventajas evolutivas tiene la reproducción sexual? ¿por qué la ratio hombres/mujeres no es el 50%? cómo pueden mantenerse en la población genes que predispongan a la homosexualidad? ¿está el comportamiento sexual humano (los celos, por ejemplo), determinado genéticamente? El más curioso de estos temas, desde un punto de vista evolutivo, es el de la homosexualidad, puesto que de estar determinada genéticamente es difícil de explicar qué ventajas selectivas tendrían sus genes que les permitirían seguir segregando en las poblaciones.
Los experimentos de los autores con el gorgojo del trigo parecen demostrar la existencia de variación genética en los apareamientos homosexuales, pero las causas parecen completamente distintas de las de los apareamientos homosexuales femeninos en gaviotas, por lo que es posible que bajo el epígrafe "homosexualidad" se estén estudiando fenómenos biológicamente diferentes. En humanos se ha intentado encontrar "el gen de la homosexualidad" con resultados contradictorios. Como en tantos y tantos caracteres, de haber variación genética es previsible que dependa de muchos genes de pequeño efecto cada uno, y con complejas interacciones entre ellos. Por ejemplo, en la evolución del lenguaje los autores subrayan el impacto de la aparición de un gen mayor encontrado para un trastorno de lenguaje; sin embargo, los experimentos con gemelos de la catedrática de Oxford Dorothy Bishop, indican que los trastornos de lenguaje están determinados por muchos genes con interacciones complejas. El siguiente tema examinado es el del altruismo (¿cómo se heredan los genes que llevan a arriesgar la vida del individuo en beneficio de los demás?). El fenómeno del altruismo se presenta en muchas especies animales, y aquí el problema reside en que es difícil de explicar que la selección actúe sobre el individuo, puesto que los egoístas tienen más probabilidades de dejar genes en la siguiente generación que los altruistas. Los autores revisan distintas explicaciones al fenómeno recurriendo a la teoría de juegos, lo que hace este capítulo particularmente sugestivo. Los restantes capítulos tratan del problema de la evolución de la cultura y de lo que se puede llamar la evolución de la mente: el lenguaje, la capacidad ética y la conciencia. Algunas de las preguntas que los autores se hacen tienen respuestas convincentes porque están basadas en hechos experimentales, pero las respuestas relacionadas con la sociobiología o la psicología evolucionista son largamente especulativas, lo que no quiere decir que no sean especulaciones razonables.
El principal problema a la hora de examinar estos temas reside en diferenciar lo que ha podido ser evolución cultural de evolución genética. La evolución genética no opera en decenas de años sino en decenas de miles de años, por lo que cualquier comportamiento que nos afecta, como los celos o la solidaridad, debe explicarse atendiendo al comportamiento hipotético de nuestros antepasados cazadores-recolectores de hace más de cien mil años. La evolución cultural presenta patrones mucho más rápidos, pero también más inciertos. A los autores les resulta sugestiva la idea de "meme" que lanzó Dawkins imitando el concepto de "gen" pero aplicándolo a unidades culturales transmisibles de generación en generación. El problema del "meme" es que hay que definirlo, lo que deja un ancho campo a la arbitrariedad. No sé si ayuda mucho la aparición de conceptos como los memeplexes, conjuntos de memes que se heredarían simultáneamente, lo que al igual que la herencia conjunta de genes ligados con interacciones entre ellos abre las puertas a explicaciones "ad hoc" de cualquier fenómeno. En fin, se trata de un libro entretenidísimo, riguroso, que toca una variedad de temas amenos a cualquier persona interesada en la evolución, y que muestra una vez más que el poseer elevados conocimientos en torno a un tema no está reñido con saberlos comunicar con exactitud y amenidad.