Comentario sobre la opinión expresada por la EFSA sobre fiebre Q

La fiebre Q es una enfermedad cuyo estudio, a pesar de haber sido descrita por primera vez hace ya casi 75 años, sigue planteando numerosas incógnitas que justifican el nombre que recibió al ser descubierta (fiebre Q por “query”, duda o pregunta en inglés). Su agente causal, Coxiella burnetii, ha sido identificado en la práctica totalidad de los países en los que se han realizado estudios encaminados a detectar su presencia, con la posible excepción de Nueva Zelanda. En los animales puede dar lugar a abortos o cuadros de infertilidad, aunque su presencia en un rebaño también puede pasar inadvertida. Por otra parte, su impacto sobre la Salud Pública es limitado, ya que la mayor parte de las personas infectadas por C. burnetii sufren un cuadro leve e inespecífico (aunque también puede dar lugar a cuadros de hepatitis o neumonía, y la forma crónica sí puede tener consecuencias graves). Esta ausencia de signos clínicos característicos tanto en el hombre como en los animales ha hecho que en la actualidad el ciclo epidemiológico de C. burnetii siga teniendo numerosos aspectos poco definidos que la convierten en una enfermedad “desatendida” (neglected).

Los sucesos acaecidos en Holanda en los últimos años (con la detección del brote más importante debido a este patógeno, que comenzó en 2007 y afectó a más de 2300 personas el año pasado) han demostrado que C. burnetii tiene la capacidad de dar lugar a importantes problemas de Salud Pública, al menos cuando se dan una serie de circunstancias. Todo ello ha despertado el interés de varios organismos internacionales, incluyendo la Comisión Europea, que solicitó a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) la elaboración de una opinión científica sobre Fiebre Q con el fin de “determinar la magnitud, distribución, impacto y significación de la infección y enfermedad en los rumiantes domésticos y en el hombre”. Dentro de los objetivos de dicha opinión se incluyó también la identificación de factores de riesgo que contribuyeran al mantenimiento del patógeno en los rumiantes domésticos y a su transmisión al ser humano, y la evaluación de la eficacia de las alternativas de control de la enfermedad disponibles en las especies de abasto.

El informe científico elaborado por los expertos de la EFSA se ha hecho público recientemente (disponible en http://www.efsa.europa.eu/en/scdocs/doc/1595.pdf), y pone de manifiesto los problemas derivados de la falta de armonización en las estrategias de detección y control llevadas a cabo en los diferentes países europeos. La EFSA concluye que, teniendo en cuenta los datos disponibles en toda Europa, la infección por C. burnetii es endémica en los rumiantes domésticos (bovino, ovino y caprino) en la práctica totalidad del territorio europeo, si bien la enfermedad clínica (normalmente en forma de abortos e infertilidad) es poco frecuente, lo que convierte la fiebre Q en una enfermedad de importancia limitada desde el punto de vista veterinario. En lo que hace referencia al hombre la situación es similar, ya que la infección también ha sido detectada en la mayoría de los países analizados, pero con una incidencia reducida; sin embargo, queda claro que cuando confluyen una serie de factores su impacto puede ser muy relevante, especialmente en los grupos de riesgo identificados (mujeres embarazadas, pacientes con problemas de corazón, fallo renal o inmunodeprimidos).

En Europa los brotes humanos se han relacionado mayoritariamente con la presencia de ganado (más frecuentemente ovejas y cabras) excretando la bacteria en las proximidades, por lo que los rumiantes infectados son considerados como la fuente de infección más probable en la mayoría de los casos. La vía de transmisión implicada sería normalmente la aérea, por inhalación de aerosoles que contengan la bacteria. Dada la falta de estudios diseñados para la determinación de los factores asociados con el mantenimiento de la enfermedad en una explotación, y la efectividad de las estrategias de control para disminuir su incidencia, la EFSA admite la existencia de una incertidumbre importante a la hora de realizar recomendaciones firmes para su control. Sin embargo, teniendo en cuenta la información disponible sobre la epidemiología de la fiebre Q, parece claro que todas aquellas medidas que reduzcan la presencia de C. burnetii (normalmente a través de una reducción del nivel de excreción y del número de animales excretores) serán beneficiosas para el control de la enfermedad en los animales y por extensión en el hombre. Entre las medidas aplicadas destacan la vacunación (efectiva cuando se aplica a animales no infectados previamente), la adecuada gestión de residuos (para evitar la formación de aerosoles a partir de las heces, orina y productos del parto/aborto contaminados) y la separación de animales en la época periparto (por ser el periodo de máxima excreción del patógeno); sin duda la eficacia de las medidas de control se potencia cuando se introducen varias de forma combinada.

Uno de los problemas más relevantes identificados por la EFSA es la falta de armonización en los sistemas de vigilancia instaurados por parte de los respectivos países, en parte por la ausencia de una definición común de un caso de fiebre Q. Un reciente trabajo (disponible en http://www.efsa.europa.eu/en/scdocs/scdoc/48e.htm) realizado por investigadores de Francia, Alemania, Polonia y Holanda recomendaba la consideración de rebaños afectados por fiebre Q para aquellos en los que se identificara un problema clínico (presencia de un cuadro abortivo en la explotación) y se demostrara la presencia de C. burnetii mediante técnicas directas (detección del patógeno mediante PCR en muestras clínicas) e indirectas (detección de anticuerpos específicos).

Por último, en la opinión de la EFSA se valora la posibilidad de que alimentos contaminados (leche, productos lácteos o carne) actúen como fuente de infección para los humanos; dado que los animales infectados pueden excretar cantidades considerables de C. burnetii en la leche (y que ésta puede también contaminarse a partir del ambiente en explotaciones infectadas), la eficiencia de los procesos de higienización de la leche ha sido valorada, llegando a la conclusión de que los tratamientos térmicos utilizados habitualmente sí parecen suficientes para garantizar la ausencia de C. burnetii viables en el producto final, si bien el efecto de algunas variables (como el contenido en grasa) sobre la efectividad de estos tratamientos no ha quedado bien establecido. Por otra parte, el consumo de leche cruda (o productos en los que se utilice) podría suponer un riesgo potencial para el hombre, si bien no ha quedado demostrado que el consumo de leche contaminada (u otros alimentos) pueda dar lugar a la aparición de un cuadro clínico de fiebre Q.

 Julio Álvarez Sánchez

Servicio de Zoonosis Emergentes, de Baja Prevalencia y Agresivos Biológicos
Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET)
Universidad Complutense

Artículos relacionados:

Gonzalez S. Coxiella burnetii, un patógeno desatendido. Weblog Madri+d de Seguridad Alimentaria y Alimentación, Fundación para el Conocimiento madri+d. 2009

Alvarez J. Fiebre Q: Importancia actual en Europa / Q fever importance in Europe nowadays. VISAVET Outreach Journal, VISAVET Health Surveillance Centre (U.C.M.). 2009

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