La cruda realidad es que no se paga lo justo al ganadero por un producto que cuesta mucho obtener.

La cruda realidad es que la leche sin tratar supone un riesgo microbiológico para la salud del consumidor que se elimina fácilmente con la pasteurización.

La cruda realidad es que hervir la leche afecta a las propiedades nutricionales, preservadas mucho mejor con tratamientos tecnológicos como la pasteurización y la esterilización a alta temperatura y corto tiempo.

La cruda realidad es que para los ganaderos, por muy bien que hagan las cosas a título personal, es casi imposible asegurar la ausencia de todos los riesgos asociados a la producción láctea y con ello garantizar el estado higiénico- sanitario de su producción.

La cruda realidad es que los políticos que contentan a unos pocos a costa del riesgo para muchos no son (ni serán) responsables.

Y no lo serán, porque para cuando surja, que lo hará, un brote amplio o un caso grave por cualquiera de los patógenos -elijan ustedes cuál-, desviarán los dedos acusadores hacia el ganadero, cuyos controles no fueron perfectos; hacia el enfermo, que no hirvió la leche como lo hacían sus abuelos; o hacia los padres del niño enfermo, que en su afán de hacer apología de ‘lo natural’ perdieron de vista el riesgo que ello suponía. No habrá responsables. Responsable es el que asume las consecuencias de sus actos. ¿Quién responde del riesgo de “lo natural”?

“¿Quién responde del riesgo de “lo natural”? Los microorganismos son naturales. Pero no todos son saludables.”

Ser, no parecer. Los microorganismos son naturales. Pero no todos son saludables. En muchos escenarios casi nos hemos librado de ellos gracias a la tecnología -palabra tan denostada por los falsos apóstoles de lo natural-. Incluso la pretendida excelencia de la cabaña ganadera cuya leche es tan inocua como sabrosa según los modernos prosélitos, se obtiene mediante tecnología avanzada en sanidad animal. Se consigue una leche magnífica, con un contenido bajísimo de microorganismos y unas cualidades nutricionales excelentes, sí. Pero aun así, la leche no es estéril, ni sus bacterias son siempre inocuas. Mejor se higieniza y se disfruta después.

La cruda realidad es que esta aventura de la leche cruda producirá gastos extra de consulta médica, de hospitalización, de tratamientos. Entre otras cosas, porque ya ha ocurrido antes y ocurre aún en Estados Unidos, en Italia y en otros lugares. Hay más enfermedad de origen alimentario en los consumidores de esta leche cruda que en los que la consumen pasteurizada, por sana que esté la vaca.

“…olvidan que lo natural es una esperanza de vida al nacer de 25 años…”

Es una realidad bien cruda que se presta más atención a quienes proponen dislates que arriesgan vidas -movimientos contra las vacunas, contra los medicamentos, por el consumo de agua o leche sin higienizar- que a quienes desde los datos y las pruebas experimentales apuntamos a aprovechar los avances científicos en pro de la salud y la calidad de vida. La culpa es nuestra: no educamos bien. Logramos ciudadanos críticos con todo y con todos pero que se tragan – nunca mejor dicho- cualquier cosa si eso viene de cierta parte y no de otra. Los movimientos de vuelta a lo erróneamente denominado “natural”, tan activos y militantes, olvidan que lo natural es una esperanza de vida al nacer de 25 años. Que los otros 60 que disfrutamos en España, y en occidente en general, son un regalo, entre otros factores, de la tecnología sanitaria que nos libra de enfermedad la mayor parte de ese tiempo. Y es así gracias a las vacunas, los antimicrobianos, la pasteurización, la cirugía, los diagnósticos precoces, la higiene, etc.

Cuánto más debería enseñarse esa higiene en las escuelas como elemento básico de salud, dentro de la alimentación sana y segura que disfrutamos. Nuestros niños ya saben las maldades del exceso de azúcar, sal o grasa, pero parece que nadie les enseñe las consecuencias igualmente perniciosas de no lavarse las manos, de no vacunarse, de beber agua sin potabilizar o leche de la ubre. Seguramente, los que deciden estas cosas no recibieron los fundamentos de higiene necesarios. Y esa sí es la cruda realidad.


Víctor Briones, Marta Pérez-Sancho, Joaquín Goyache, Sergio González y Lucas Domínguez

Grupo de Investigación Vigilancia Sanitaria
Centro VISAVET
Universidad Complutense Madrid

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5 comentarios

  1. Todo lo que suena políticamente correcto es, por lo general, mentira.
    Pero, para mí, es la primera vez que veo a la Ciencia saliendo al lado de los impostores buenistas que dominan el panorama mediático.
    Aprovecho estas líneas para hacer público mi apoyo rotundo y decidido al Grupo de Vigilancia Sanitaria, al que felicitó por su valentía en defensa de la verdad basada en la ciencia y por la convincente manera que ha sabido encontrar para exponerlo.
    Ojalá encuentre la difusión que merece.

  2. Donde he dicho «saliendo al lado de los impostores buenistas» he querido decir «saliendo AL PASO de los impostores buenistas». Espero que se evidencie el error y que no ofrezca la más mínima duda mi apoyo al artículo de opinión que tengo la oportunidad de comentar.

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