Antes de que digas B, espera, escucha, piensa lo que has dicho. Una vocal que poco significa pone mucho en movimiento. Abres una vez la boca y llevas tus restos mortales a rendimientos de complejidad cósmica: cataratas enteras de estímulos, cálculos, turbulencias, a las espaldas de aquel que es Yo - por no hablar del cerebro, que no habla y se burla de toda ciencia.
De otra manera que los otros has dicho A. No por primera vez, sino millones de veces lo has producido, ese sonido, en voz alta, tartamudeando, en todos los tonos, susurrando, gutural, cantando, oprimido, en el buen doctor, asombrado, fascinado, lleno de tristeza - sin decir nada, en sentido estricto y ni una sola vez te has repetido en ello, en sentido estricto.
La técnica, comparada contigo, es chapuza, chatarra, cachivaches. Tú no te imaginas siquiera lo completo que eres - a no ser con ronquera, con hipo, con cáncer. El fervor del origen se te ha extraviado. No se divisa una omega. |
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