Cualquier estupidez sostenida concuerda. Cualquier sistema es bello; cualquier belleza, cierta. Cualquier orden provoca disparates y estrellas; cualquier rueda, si rueda, se destruye a sí misma.
Quizá Raimundo Lulio con su Ars Magna de niño y las combinaciones de sus falsos prodigios, lograba, y era ciencia, cierto misterio vivo, y quizá en lo tonto de su juego, estallidos.
Yo juego con sus ruedas, mecanizo la idea, y aun sabiéndola falsa, destello lo distinto, proyecto la mentira, me siento construido, y hombre por fin montado, aunque con artificio.
A veces cuando juego su juego, yo recuerdo al prestidigitador que hizo un juego de manos que él mismo no sabía cómo había logrado, porque a veces las trampas se nos vuelven milagros.
En las ruedas de Lulio, yo adivino ese espanto: la mentira real, la luz del sobresalto. Y juego sin saber si es ciencia o poesía a la verdad increíble y a lo cierto que es falso. |
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