Ciencia y Cultura


¿QUÉ ES SER EUROPEO?

 

Nosotros, ¿ciudadanos de Europa? Las fronteras, el Estado, el pueblo. Balibar, Étienne.  Tecnos, Madrid, 2003, 318 páginas


Europa es un proyecto en construcción, no una construcción terminada, es un deseo pero no una realidad


 
 

El proyecto de Europa se articula en torno al concepto de ciudadanía y de ciudadano, afirma el autor. Europa no se construirá sobre el Estado burocrático, como ocurre hoy en la UE, sino sobre el Estado de Derecho en su plenitud.

Y hay que hacer Europa y al ciudadano europeo, lo que es lo mismo, sobre el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia, por recordar la frase de Romain Rolland, que popularizó Antonio Gramsci. La guerra de Yugoslavia ha sido la gran demostración de ese pesimismo, pues reveló la incapacidad del proyecto europeo, es decir, de la UE, para frenar el proceso bélico con la intervención de las naciones poderosas de Europa, esto es, la Europa de las patrias gaullista, sobre la que tampoco será posible el sueño europeo. Tuvo que ser la Unión Americana --empleamos la expresión a propósito-- quien tuvo que detener la guerra con la decisión de Clinton de bombardear Serbia.

Tras analizar toda la complejidad del problema de Europa en su multiplicidad, cuatro campos señala el autor de reflexión sobre la futura ciudadanía europea. El primer campo es el de la justicia. Hoy funciona mal, es elitista y sigue siendo nacional. Pero sin un Estado de Derecho pleno no existe democracia de alto nivel y sin democracia no se construirá Europa. El segundo campo es el de la necesaria convergencia de las luchas sindicales y del movimiento asociativo. Hay que partir de un principio dorsal: trabajar para producir no, sino al revés: producir para trabajar. El trabajo como derecho, no como instrumento al servicio de la plusvalía. El tercer campo es el de la democracia de las fronteras.

No se trata de establecer la libertad de las fronteras, lo que, al extender y abaratar la mano de obra traería la implantación del capitalismo salvaje, sino de negociar el paso de las fronteras. Europa, añadimos nosotros, no puede situarse en la dialéctica del imperio romano en su decadencia, como un baluarte con portillos. Y el cuarto campo es el de la cultura y las lenguas. Hay que construir Europa sobre <<el cruce de caminos>>, sobre <<el cruce de culturas>>. Al respecto el autor rechaza la idea del inglés como lengua europea. El inglés es el latín universal de nuestros días, pero está amenazado por varias graves fracturas en su interior, que pueden estallar en otras tantas lenguas. La lengua de Europa debe forjarse sobre la idea de <<traducción >>. Joyce, irlandés, y escritor en inglés, Canetti, judío sefardí, y autor en alemán, Conrad, polaco y narrador en inglés (o Nabokov, ruso y creador en las dos lenguas), modelos de lo que Steiner llamó <<extraterritorialidad>>, son los precedentes de esta lengua europea, que debe asentarse en la educación pluirilingüe, hoy solo accesible a las élites y, por imposición, a los trabajadores del más bajo escalafón, pero sin instrucción, mientras la amplia masa intermedia se debate bajo la educación monolingüe, con algunas excepciones, pues no se trata de manejarse en otra lengua sino de ser bilingües o trilingües, crear nuevas koinés.

Libro sugestivo y de candente actualidad, dadas las circunstancias por las que atravesamos, en vísperas de la adopción de una <<Constitución>> europea.

Miguel García Posada