Ciencia y Cultura


NECESIDAD DE UN SISTEMA PÚBLICO-PRIVADO DE INNOVACIÓN

 

The technology imperative. Tassey, Gregory.  Edward Elgar Publishing Limited, 2007.


Una justificación, desde el punto de vista económico, de la necesidad de un sistema público-privado de innovación estructurado con criterios técnicos


 
 

Arriesgarse es lo más seguro: disciplinas como la gestión del conocimiento y la inteligencia competitiva apoyan la apuesta por la I+D, en especial la de alta tecnología - alto riesgo. Gregory Tassey, reputado economista del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología norteamericano, lo demuestra con un análisis que aspira a convertirse en libro de cabecera para elaborar políticas de I+D. The Technology Imperative aporta una sucesión de citas, datos de elaboración propia y ejemplos históricos para demostrar, con método científico, que el modelo de innovación norteamericano está agotado.

El punto de partida de esta monografía es la destrucción de la creatividad basada en la tecnología, tesis de Joseph Shumpeter de 1942, si bien actualmente la economía depende más que nunca de la ciencia como creadora de tecnología, de modo que se necesitan modelos de crecimiento que unan el sector público y el privado. Sesenta años después, la destrucción de la creatividad sigue gobernando el modelo privado. Como consecuencia, las economías industrializadas son muy vulnerables a la globalización, a esto se suma la subinversión en I+D especialmente en tecnologías disruptivas y que los países subdesarrollados sólo se sustentan temporalmente de los procesos de bajo valor añadido. Los políticos han utilizado hasta el momento un modelo "black-box" según el cual la tecnología aparece por arte de magia y, a partir de ese momento, hay que inyectar dinero y trabajo para sacarle partido.

Este libro se divide en tres partes, en la primera se diagnostican las principales tendencias de la actual infrainversión en I+D, en el segundo las causas de la inadecuada inversión mientras que en el tercero se proponen las políticas para responder a las barreras de entrada de capital en la I+D.

En la primera parte se analizan las consecuencias de la globalización que es al fin y al cabo la causante del Imperativo Tecnológico. Los analistas financieros, ajenos a este cambio, diseccionan los mercados extrapolando las tendencias del pasado, en especial en lo que respecta al crecimiento a largo plazo, sin tener en cuenta el carácter acumulativo del liderazgo tecnológico, en lugar de adaptarse a los cambios que se están produciendo en las economías. De un primer vistazo, Tassey concluye que la adaptación a este nuevo mercado global está siendo mejor dirigida en Europa que en Estados Unidos porque el modelo europeo se basa en un concierto público-privado de la I+D.

La tecnología será el mayor factor de crecimiento en el siglo XXI, concretamente las tecnologías disruptivas generarán más valor a largo plazo. El crecimiento económico aceptado hasta ahora no sirve en este nuevo escenario global. Los buenos registros de los noventa se deben a la subcontratación de procesos para rebajar costes, además, los empleados no cualificados tienen salarios más bajos y están más expuestos a perder su empleo que los de alta cualificación, dibujándose de este modo un panorama de agotamiento de los actuales modelos económicos. Hay otros dos indicadores de dicha decadencia como la balanza negativa en el mercado de bienes y la pérdida de poder de los sindicatos; Shumpeter ya enunció que desequilibrios como la excesiva acumulación de riqueza generaban crisis, pero estas abren oportunidades a nuevas tecnologías, en especial en economías emergentes; mientras que conseguir el liderazgo tecnológico provee de capacidad para adelantarse al siguiente ciclo tecnológico.

Respecto a la pérdida de liderazgo norteamericana, el autor cita una serie de ejemplos como que tres de los cinco centros de desarrollo de Microsoft están fuera de Estados Unidos ó que las tecnologías de telefonía móvil finlandesa, de fotónica coreana, de ordenadores portátiles de Taiwan y de comunicaciones de Singapur son líderes mundiales. Por otro lado, en Europa se han llevado a cabo políticas público-privadas de I+D como el apoyo francés a start-ups o su política de "campeones nacionales", el control que ejerce el gobierno alemán sobre las grandes empresas, o el caso de Nokia que se traduce en que Finlandia invierte el 3,5% de su PIB en I+D.

Cuando Estados Unidos ostentaba el liderazgo tecnológico se tardaba mucho tiempo en desarrollar tecnológicamente un país; ahora, debido a las políticas europeas de transferencia de tecnología o a los clusters asiáticos, la velocidad es mucho mayor.

Cuando se ve el fin de un ciclo tecnológico, los políticos deben fomentar las tecnologías que la prospectiva anuncia, pero las empresas estadounidenses están todavía centradas en explotar una tecnología que está llegando al fin de su ciclo de vida.

Existe una serie de indicadores de la decadencia de la economía norteamericana causada por el excesivo consumo interno originado por el fomento de la competitividad empresarial basada en invertir en desarrollo y marketing de tecnologías existentes. En 1913 Reino Unido era el primer prestamista de Estados Unidos, cuarenta años después pasó a convertirse en deudor neto. Irónicamente, tras la Segunda Guerra Mundial el modelo de I+D norteamericano era público-privado y tenía importantes líneas de investigación en tecnologías disruptivas. Desde 1975, al igual que ha ocurrido con la mayoría de los países industrializados ha aumentado el gasto en I+D, aunque se ha destinado en su mayoría a desarrollo lo que ha llevado a obtener tecnologías con corto ciclo de vida, en este contexto los gobiernos se han convertido en un competidor más en la era de los mercados globales.

Existen una serie de áreas dentro de cada sistema nacional de innovación que precisan apoyo público, como la distribución global y la productividad de la I+D, la gestión y valoración del capital industrial e intelectual, la comparación entre los costes de desarrollar tecnología o adquirirla, la ciencia básica, las infraestructuras de I+D, la inversión a lo largo de todo el ciclo de vida de una tecnología y, en especial, el apoyo a las nuevas empresas de base tecnológica y la inversión en investigación.

Otro índice susceptible de análisis es el número de doctores, parece que Asia y Estados Unidos están muy por debajo de la idoneidad, mientras que Europa se acerca más. Las tesis doctorales aportan nuevas tecnologías, en muchos casos disruptivas, que proveen información a las empresas de base tecnológica.

En la segunda parte del libro, se ofrecen datos que demuestran el peso de la I+D en las economías modernas, es demoledor el dato del valor del capital intangible en la empresa que en 1978 era del 17% y en 1998 llegaba al 69%, mientras que en ese mismo periodo el peso del capital tangible había disminuido desde el 83% al 31%.

La mejora de los procesos de transferencia de tecnología hace que hoy en día no se pueda garantizar mantener el liderazgo tecnológico a lo largo de todo el ciclo de vida de una tecnología. Esta premisa ha provocado que durante los últimos treinta y cinco años los países desarrollados hayan entrado en una competición por ver quien apoya más la innovación en el sector privado, lo cual, ha llevado a las políticas de I+D según la deriva del mercado.

El modelo público-privado que propone en este segundo capítulo, parte de las siguientes premisas:

    1. La I+D es esencial tanto para innovar como para transferir.
    2. Las innovaciones disruptivas provienen de campos variados.
    3. La empresa está habituada a innovaciones incrementales.
    4. Algunas innovaciones son dependientes de las infraestructuras.
    5. La intensidad del gasto en I+D es más importante que su tamaño.
    6. Innovar en empresas de baja tecnología aumenta la competitividad.
    7. La productividad de la I+D está afectada por factores de escala.
    8. La inversión privada por sí misma no genera una alta innovación.
    9. Pasar de investigación a innovación es el mayor obstáculo para tecnologías disruptivas.
    10. El proceso de innovación es complejo y exige detectar y atacar la infrainversión.

También se enumeran siete elementos del análisis político de un sistema público-privado en oposición al modelo "black-box". Una inversión en I+D significa dedicar parte de los ingresos para el futuro y pagar adecuadamente a los empleados de alta cualificación, de este modo, los mercados valoran de forma positiva la inversión en innovación. En cuanto a tendencias, es indudable la convergencia tecnológica que se está produciendo globalmente, asimismo, la I+D en el sector industrial tiene un alto peso, pero en el sector servicios existe un alto potencial para seguir creciendo rápidamente aunque precisa de una estrategia política. Otra tendencia es el acortamiento de los ciclos de vida que provoca la globalización, para ser líder tecnológico la I+D debe ser la inversión prioritaria.

Otro de los factores básicos para optimizar las inversiones en I+D es la infraestructura tecnológica, que incluye una serie de elementos como los marcos reguladores de la propiedad intelectual o los de energía, medio ambiente y salud; forman también parte las infraestructuras industriales y los mercados de capitales. La educación juega un papel fundamental como infraestructura tecnológica y es un factor crítico en la actualidad. Por último, las estructuras regionales de innovación dan soporte formativo a emprendedores, y dentro de ellas se incluyen las incubadoras de empresas, las estructuras de transferencia de tecnología y los fondos públicos de capital riesgo.

Esa infraestructura tecnológica que es tan importante para el funcionamiento de un sistema de ciencia y tecnología resulta invisible a la mayoría de la ciudadanía, de este modo es el sector público quien debe asumir los costes y el liderazgo para crear estándares. Gregory Tassey concluye este segundo capítulo proponiendo un modelo de crecimiento público-privado que facilite la creación de empresas, la toma de riesgo y la diseminación de la tecnología.

En la tercera y última parte de The Technology Imperative se sientan las bases de la economía política de base tecnológica, de este modo se valora el papel gubernamental como director de la innovación nacional, y se ilustra con tres modelos norteamericanos, el de las grandes empresas surgido en 1945, el modelo de agencia creada para promocionar tecnologías genéricas de interés social, es el caso de la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA en sus siglas en inglés) una agencia del Departamento de Defensa de los Estados Unidos responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar creada en 1958, o el modelo público-privado que se impone en la actualidad.

Es preciso un marco para nuevas políticas que apoyen la investigación básica y la gestión de la innovación. El apoyo público a la I+D debe tener amplia financiación y estar bien estructurado, para lo cual cada área de las políticas de innovación ha de ser actualizada a través de análisis institucionales. Los incentivos fiscales fomentan la financiación privada de la innovación en oposición a lo que sucede con el gasto y además no supone altos costes en políticas de gestión, no obstante no sirven para la ciencia básica ni para las fases tempranas de desarrollo, que deben ser financiadas de forma directa por los gobiernos.

Los modelos de clusters generan vínculos entre la ciencia y las tecnologías emergentes y la combinación de esas estructuras con la financiación directa de la investigación es una respuesta política esencial. Existen dos visiones antagónicas ante la globalización: no competir y centrarse en el mercado interno o competir y buscar un mercado global.

Javier Cuervo
Oficina del Emprendedor de Base Tecnológica madri+d