Ciencia y Cultura


POR TIERRAS DE UNA ESPAÑA SIN ESPAÑOLES

 

La formación medieval de España. Territorios. Regiones. Reinos Ladero Quesada, M.A.  Madrid: Alianza, 2004, 526 pp.


Una síntesis de la historia y ordenación territorial de la futura España durante la Edad Media


 
 

Hasta hace poco, incluso muy poco, convivíamos con el razonable consenso de que España, la España con la que la modernidad puede identificarse, era una nación producto todo lo más de los últimos trescientos años, si no acaso bastante más reciente como referente comunitario colectivamente asumido. Con el trasfondo de una reacción neoespañolista larvada en conflicto de convivencia con identidades nacionalistas de ámbito regional, este consenso está siendo puesto en entredicho por algunos publicistas: asistimos a una carrera por reafirmar el pedigrí de un concepto -"España"-, y ello está afectando consciente e inconscientemente al trabajo y el lenguaje de los historiadores, profesionales como son de la asignación de orígenes a fenómenos y procesos del pasado, aunque en ocasiones tales orígenes se manifiesten espurios.

Si hubiera sido escrito hace apenas unos años, este libro de Miguel Ángel Ladero Quesada hubiera seguramente tenido otro título. Algo así como "la organización social y territorial en la España medieval", que es de lo que realmente trata. Pues estamos sin duda ante una síntesis, y por cierto una síntesis bastante lograda y completa para lo ambicioso de su proyecto, de la historia medieval de la Península Ibérica entre los siglos VIII y XV escrita en clave de procesos de expansión, colonización y ordenación territorial de los reinos cristianos desde Asturias y León-Castilla pasando por Navarra y Aragón hasta el condado catalán y el reino valenciano, y de norte a sur siguiendo una cronología convencional. Ladero es un medievalista especialmente dotado para este tipo de empresas de conjunto: conoce muy bien toda la literatura disponible procedente de infinidad de investigaciones parciales y detalladas a cargo de especialistas, y describe con sencillez y claridad los variados temas y cuestiones que comporta el estudio combinado de cuestiones de organización socio-territorial. Los suyos son trabajos que pueden llegar a muchos lectores.

En este libro destaca la combinación que sus páginas ofrecen entre, por un lado, toda la tradición de una historia política y militar y, por otro, los conocimientos en materia de historia social y de las instituciones alcanzados en los últimos años. Se hace eco también de distintos puntos de vista, en ocasiones contrapuestos, en relación con algunos temas de las investigaciones en curso. El conjunto es casi una síntesis de historia medieval peninsular efectuada desde el prisma de la geografía y de las relaciones entre regiones espaciales y formatos de organización social e institucional.

Otra cuestión diferente es si un libro de estas características justifica el título que su autor le ha dado, en el cual se asume que España encuentra su tiempo de formación en el medioevo. Pues no hay en él el tipo de reflexión adecuada a esta hipótesis, y que pasa cuando menos por un análisis del sentido profundo que los habitantes peninsulares daban a los términos que usaban al hablar y comunicarse. La geografía que describe Ladero es más bien la nuestra, no la de aquellos habitantes de esos reinos y territorios históricos, cuyas matrices de representación, no sólo de la naturaleza, sino de otras valoraciones morales y cosmovisiones compartidas, no aparecen por ninguna parte. Sobre esta ausencia y con el apoyo de una fácil teleología, todas las realizaciones colectivas de las múltiples generaciones de hombres y mujeres que vivieron en la Edad Media peninsular parecen ir conformando lo que después será un estado territorial unificado pero regionalmente variado y, en última instancia, una nación española colectivamente imaginada al igual que todas.

Es cierto que en la Edad Media "se construyó un concepto de España" y se edificó un orden social, político y cultural peculiar que influyó "en la manera de ser europeos que han tenido, y tienen, los españoles" (p. 56); pero no es menos cierto que los conceptos y los órdenes sociales experimentan cambios significativos, en ocasiones radicales, que el historiador debe analizar. Pues lo que nos separa de las vidas de aquellos medievales es una cesura de significado tal que los vuelve inconmensurables respecto de los ciudadanos que hoy vivimos en un lugar, también como aquél pero no de la misma manera que aquél, llamado España. Aquella España no era una nación, y es difícil creer que unos militares y clérigos excluyentes y privilegiados, unos reyes que otorgaban fueros y unos campesinos sujetos a dependencia personal hayan sido "españoles" en alguna dimensión compatible con los principios de nuestra convivencia en un moderno estado constitucional. Y es que los términos lingüísticos, aun manteniéndose en el tiempo, pueden hacer referencia a realidades completamente diferentes y discontinuas.

Pablo Sánchez León
Universidad Autónoma de Madrid