Ciencia y Cultura


LA HISTORIA DE UN EDIFICIO EMBLEMÁTICO

 

Dos Pabellones emblemáticos de la Institución Libre de Enseñanza. Jiménez-Landi, Teresa.  Editorial el Autor, Imprenta Grefol. Madrid, 2008. 121 páginas.



 
 

Estamos ante una auténtica joya bibliográfica para los lectores españoles, y no solo por su cuidada y completa edición, sino porque viene a llenar un hueco, un vacío, en la historiografía de la Institución Libre de Enseñanza. En la actualidad disponemos de muchas monografías y estudios de conjunto sobre el movimiento institucionista y su influencia en la reforma de la educación y de la cultura españolas, trabajos de carácter hagiográfico en unos casos, de crítica negativa en otros, y hasta de carácter panfletario en unos terceros. La mayoría de ellos, presididos por el rigor científico y por profundos análisis del pensamiento krausista español. Pero nos faltaba el estudio de la cuna de la I.L.E., del banco de ideas de la pedagogía institucionista, es decir, el conocimiento concreto y detallado del taller de esos reformadores, en una palabra, del aula escolar en la que pusieron a prueba los principios de su nueva pedagogía, sus orientaciones didácticas, sus prácticas educativas. Nos faltaba conocer el capítulo de la arquitectura y mobiliario escolar de la Institución como colegio, nos faltaba conocer con exactitud los datos concretos del espacio en que sus profesores -los Giner, Cossío, Rubio, etc.- iban forjando a las nuevas generaciones, esculpiendo el carácter de los sucesivos alumnos, "formando hombres". Y parte de esa tarea es la que ha llevado a cabo Teresa Jiménez-Landi en esta investigación cerrada en enero del año pasado.

Es verdad que esta investigadora reúne una serie de condiciones óptimas para triunfar en tal estudio: ser Licenciada en Historia del Arte, haber trabajado en la Fundación Giner de los Ríos durante más de veinte años en diversos proyectos de investigación, organización de exposiciones y secretaria del B.I.L.E., y.-algo decisivo- pertenecer a una familia vinculada con la Institución a través de su abuelo Pedro y de su padre Antonio, el gran historiador de la I.L.E. Condiciones especiales para esta investigación concreta, pero hay que reconocer que la autora ha sabido ordenar la investigación con la amplitud de enfoque adecuada, es decir, enfrentándose a la historia de unos edificios concretos, los dos pabellones, de Soler y de Giner, en el colegio institucionista del paseo del Obelisco (calle Martínez Campos actualmente) desde el punto de vista de su significado en y para la nueva pedagogía. Porque no se trata de hacer la historia de un edificio cualquiera, relatando escuetamente sus características artísticas y sus técnicas arquitectónicas, exigencias que cumple con detalle Teresa, sino de analizar la historia de un edificio escolar, de un espacio pedagógico que abrió nuevos rumbos en la educación española, los de la pedagogía institucionista, hasta el punto de que hayan podido ser considerados sus representantes, como lo afirmaba el famoso libro de Gómez Molleda, como "los reformadores de la España contemporánea".

Como buena historiadora, la autora ha elaborado una estructura en la que en su primera parte se centra en la génesis de lo que podemos llamar arquitectura escolar institucionista, sintetizando por un lado los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza y por otro el diseño de espacio arquitectónico para escuela que adaptó dicha institución. Y para entrar pronto en la temática que le ocupa, recuerda que "el local y el mobiliario eran los medios físicos que, según don Francisco [Giner de los Ríos], podían facilitar o entorpecer la labor pedagógica en la escuela" (pp. 21), y por ello "eran ambos asuntos, en primer término, de la competencia del maestro y de pedagogo, el cual, con el higienista y el arquitecto, debe dirigir cuanto en ellos se haga". Y a continuación analiza uno de los documentos más ricos sobre el modelo de arquitectura escolar para los institucionistas, el proyecto de Carlos Velasco (1881-1882) en la zona de la fuente Castellana en Madrid, proyecto en el que se detalla el desideratum arquitectónico de la ILE, guiado por la proposición de Fröbel "poner al discípulo en contacto con la naturaleza"..."educarlo, en suma, al aire libre". Fracasado el proyecto por falta de dinero para construir los cimientos que el terreno arenoso exigía, el estudio de Carlos Velasco siguió siendo el faro orientador de los institucionistas en el concepto que tenían de un colegio, de una escuela: un espacio con una cuarta parte cerrada y tres cuartas partes al descubierto, con muchos y distintos árboles, con una zona de Jardines de la Infancia, un Jardín Botánico repartido, un estanque de natación, con talleres, laboratorios, etc.

Una vez recordado el idearium educativo y el modelo arquitectónico de la ILE, Teresa Jiménez-Landi historia a continuación los dos Pabellones protagonistas. Primero relata su origen, objetivos, financiación, y después tiene otra parte dedicada a lo que llama "Aplicación de principios", en donde nos informa de los edificios en sí, de su orientación, ventilación, cubicaje, sistema de construcción y estilo, todo ello ilustrado con una gran riqueza de planos, croquis, grabados, fotografías. Entre las contribuciones más notables en esta historia está el rescate de los nombres de los arquitectos de tales pabellones: en el primer caso (1909), el de Joaquín Kramer y Aznar, y en el segundo el de Bernardo Giner de los Ríos, los dos muy próximos a la ILE. En lo que se refiere a Joaquín Kramer, la autora recuerda que fue él quien, junto con José María Loredo y Emilio Rodríguez Ayuso, elaboró el informe favorable y "dictamen exhaustivo" para que la ILE adquiriera los terrenos del Paseo del Obelisco, 8 (1887), así como que su nombre está unido también a la construcción de otros colegios famosos de Madrid. Y en el caso de Bernardo Giner, que su nombre está vinculado a la consolidación de las instituciones oficiales españolas para la arquitectura escolar.

"La finalidad de ambos edificios [pabellones] era la de albergar aulas higiénicas y amplias, con laboratorio, en ambos casos de Física y Química, respectivamente, además de un taller de carpintería en el parvulario" (pp.64). En el llamado Pabellón Soler (denominación que debe a que con el Legado del valenciano Eduardo Soler se pudo construir) fue donde se instaló el legado científico que José Macpherson hizo a Francisco Giner, razón por la cual también es conocido muchas veces por el nombre de este insigne geólogo. Mientras que el pabellón Giner fue dedicado a parvulario, inaugurándose en 1917, con fachada al mediodía, sobre pilastras (para no quitar espacio al juego), con un taller de carpintería en el piso bajo y una clase para párvulos y un laboratorio en el principal. Así se cumplía el artículo 3º de los Estatutos de la recién creada Fundación Giner de los Ríos en 1916, que prescribía la necesidad de establecer las escuelas de párvulos en un jardín, "con independencia de las otras secciones".

El libro cuenta con un capítulo más aún, uno dedicado a la aventura de estos pabellones desde que fueron incautados por el régimen de Franco hasta los años presentes. Y finalmente informa al lector de las fuentes y centros documentales consultados, siendo de gran interés entre ellos los numerosos artículos publicados en el B.I.L.E. a lo largo de sus dos etapas. Por todo ello hay que felicitarse, ya que, como decía antes, Teresa Jiménez-Landi ha ampliado la historiografía en torno a la ILE, y ha contribuido a conceder a la arquitectura escolar la importancia que debe tener en la historia de la educación.

Julio Ruiz Berrio
Universidad Complutense de Madrid