Ciencia y Cultura


SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA IMAGINACIÓN EUROPEA EN EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTO (CIENTÍFICO)

 

El rinoceronte y el megaterio. Un ensayo de morfología histórica. Pimentel, Juan.  Abada editores. Madrid, 2010. 316 páginas.



 
 

La pequeña editorial Adaba acaba de publicar el último libro del historiador de la ciencia Juan Pimentel, El rinoceronte y el megaterio. Un ensayo de morfología histórica (2010). La propuesta del autor es relativamente sencilla, se trata de establecer una comparación entre las biografías de dos objetos/animales. No dos animales cualquiera, sino dos en torno a los cuales se dirimen cuestiones de autoridad, de producción del conocimiento. El primer animal, Ganda, es un rinoceronte procedente de India que a principios del siglo XV se paseó por las cortes de Europa, donde llevó una vida regalada y hasta cierto punto heroica. El otro es el megaterio de Bru, un perezoso gigante cuyos huesos fósiles viajaron desde los subsuelos del virreinato de Buenos Aires y el Pleistoceno, al Gabinete de Historia Natural del Madrid de finales del siglo XVIII.

La comparación está bien planteada porque entre la vida de uno y de otro se desarrolla lo que hemos llamado la Revolución científica. Por lo tanto sus respectivas historias pueden servir para verificar -o al menos atisbar- los cambios en las estrategias de producción de conocimiento. Ambos animales tienen algo más en común además de ser grandes vertebrados. En primer lugar, que su identidad se configuró a partir de imágenes. En segundo, que estas imágenes favorecían la deslocalización, la sustracción del entorno, del animal. Entre ambos polos se articula lo que conocemos como imaginación. Pero como esa des-localización de las imágenes contribuía a que los europeos pudieran "re-construir" el objeto en otro contexto, el trabajo de Pimentel es fundamentalmente un trabajo sobre la evolución de la imaginación europea en el proceso de producción de conocimiento (científico).

El papel de la ficción, de la fantasía, en la producción del conocimiento es fundamental, y a lo largo de la obra el lector se va dando cuenta hasta qué punto la morfología, el análisis e interpretación de la arquitectura animal, en tanto que empresa cultural, estuvo marcada por ella. Al rinoceronte, que como señala el autor tenía una historia y había sido contemplado por miles de ojos, la fantasía le atribuía una serie de valores morales: una gallardía, una irreprimible necesidad de combatir al elefante, al que se consideraba su enemigo natural. En el caso del megaterio, el sentimiento de lo terrorífico hizo buena parte de la labor de reconstrucción: inicialmente se le describió como un cuadrúpedo depredador cuando en realidad, como no tardaría nada en ver Cuvier, era un herbívoro. Como su reconstrucción no podía ser más que comparativa con otros seres vivos de los que distaba miles de años, lo que sobre él se proyectaba era la propia noción de transformación, los cambios y las estabilidades del proyecto natural. Y es aquí donde se hace patente una dimensión política que, en mi opinión, es estructural. Me explico.

Cuando Pimentel describe cómo la comunidad de sabios más exquisita de Italia o Portugal acudían impacientes a una batalla singular entre el rinoceronte y un elefante, está dejando constancia de esta dimensión política. Esa nobleza era espectadora a la manera en que entendía que ella misma quería ser observada: como si todo el presente no fuera más que la perpetuación de lo esencial. En la época en la que el megaterio se descubre tiene lugar una quiebra en ese modo de imaginar el presente y la estabilidad del orden social. En una frase reveladora el autor dice: "En 1789, el año en que se estaba montando el esqueleto [del megaterio]" es "el mismo en que se estaba empezando a desmontar la Monarquía y todo el cuerpo político del antiguo régimen". La explosión del tiempo que opera a finales del dieciocho no es tanto -a mi entender- una explosión de pasado como de futuro. La caída de la monarquía es el fruto y el detonante de una reflexión sobre órdenes alternativos que suplantan, con el afán de extinguir, otros. Y nacen, además, de maneras de recomposición de las "partes elementales", cuya combinación se considera que comienza a configurar el todo. La revolución francesa, el directorio y las guerras napoleónicas no estarían epistemológicamente tan lejos de la revolución del tiempo que se opera en la paleontología.

En todo caso, El rinoceronte y el megaterio no es redondo sólo en el sentido de que no está cerrado: hay una ventana abierta que deja al lector atento con un signo de interrogación batiendo alas en sus oídos. No se puede pedir más.

Nuria Valverde
Instituto de Historia
CSIC