Ciencia y Cultura


NUEVAS LUCES SOBRE LA PROBLEMÁTICA HISTORIA DE LA CIENCIA ESPAÑOLA

 

Breve historia de la ciencia española. López-Ocón Cabrera, Leoncio.  Madrid, Alianza Editorial, 2003, 479 págs.


La "Nueva Vía"en la historia de la ciencia española


 
 

Los estereotipos son verdades cansadas, como señaló Steiner. Cuando se logra reavivarlas, conservan la fuerza enervante de las intuiciones de las que nacieron. Un poder de recurrencia las anima. Uno de estos estereotipos, característicos de la reciente historia española, afirma la ausencia de tradiciones científico-técnicas. De este modo, la llamada "polémica de la ciencia española" se convierte en un cliché doblado de banalidad que tanto y tan pobremente ha alimentado a sucesivas generaciones de historiadores de nuestra ciencia. Como es sabido, esta polémica no fue nunca una controversia entre estudiosos del tema, sino un enfrentamiento de posturas ideológicas. La mirada retrospectiva, en sí misma estratégica en cuanto las utopías pertenecen esencialmente al pasado, califica de prominentes períodos históricos de nuestra ciencia, en los siglos XVI, XVIII y primer tercio del siglo XX, alternando con etapas de hundimientos no menos importantes de dicha actividad científica, en el siglo XVII, en los tres primeros cuartos del XIX y tras la ya lejana guerra civil y el subsiguiente régimen franquista. Sin embargo, lo edénico es de una perfecta esterilidad, cabría decir. Afortunadamente, los rescoldos de la citada polémica solamente perviven gracias a ensayistas e historiadores advenedizos y poco documentados.

Es precisamente esta evanescencia -López-Ocón prefiere utilizar el neologismo "guadianización", característica de la ciencia española- la idea que inspira esta obra que viene a cubrir, como señala en su declaración de intenciones el propio autor, una significativa laguna historiográfica. Todo ello debido a la desconexión que, hasta hace prácticamente tres décadas, era completa entre la historia de la ciencia y el resto de los estudios históricos. Una evanescencia, decía, que quizá mucho ha tenido que ver, como apuntó Laín justo en ese punto histórico de inflexión aludido, con "esa disposición habitual del español frente a la ciencia, junto con la oscilante actitud de los poderes político y social" y/o "ciertas razones históricas poderosas, relativas a la génesis de nuestra nacionalidad: la ciencia no se da fácilmente en España"(?).

En cualquier caso, López-Ocón con esa evanescencia de nuestra ciencia no hace sino apuntar una "tercera (o nueva) vía" (concepto éste muy simbolizado hoy día en el terreno político y que tan buenos resultados prácticos parece aparentemente rendir) en la susodicha polémica "para intentar mirar con una nueva perspectiva el pasado científico español".

Desde esta óptica, y comenzando la reconstrucción histórica por la España imperial del siglo XVI, se dejan atrás períodos especialmente florecientes del pasado científico de la península Ibérica en los que destacaron las aportaciones de hispanorromanos, hispanovisigodos y árabes del Al-Andalus a la historia universal de la ciencia. Claro, esto sería así si entendiéramos la expresión "ciencia española" en el sentido de "ciencia en España", y si de ésta se tiene un criterio puramente geográfico. Pero, para esos períodos hay que acudir a las referencias obligadas de los trabajos de Millás Vallicrosa y de Vernet, a los que habría que aludir, a mi juicio y de cualquier modo, en la obra a modo de introducción y de justificación. Aunque bien pudiera parecer que superfluo hubiera sido señalarlo.

Comienza, pues, la singladura cuando España deja de ser una mera denominación geográfica y se convierte, en la época de los Reyes Católicos y de la regencia de don Fernando, en una realidad histórica, para llevarnos sin solución de continuidad hasta el final del siglo que acabamos de abandonar, y que probablemente haya sido el nuestro también. Entretanto, un "breve" recorrido que no pretende, ni puede en este caso, ser completo y exhaustivo; pero sí suficientemente riguroso, como lo prueba el excelente aparato bibliográfico de fuentes y repertorios que se acompaña al final del texto y que evidencia la envergadura de la empresa, añadiendo aún más utilidad a la obra si cabe. Solamente un desacierto lamentable empaña ligeramente, si no el trabajo de López-Ocón sí su presentación, y del cual en cambio suponemos no debe ser él responsable directo. Utilizar para la portada del libro el ya famoso y algo manoseado en los últimos años lienzo de Joaquín Sorolla, Una investigación (1897), que además ya fue portada de otra obra de contenido muy similar como la de José Manuel Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra. Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX) (1999), no parece cuando menos acertado. ¿Tan pocas estampas o ilustraciones alusivas a nuestra ciencia se conservan? Ciertamente, no; y además de mayor belleza. Esta falta de imaginación sólo podría servir, si se me permite la bienintencionada insidia, para que algún periodista poco riguroso, algún ensayista irresponsable o algún científico desorientado vuelva a disponer de argumentos para insistir en la vieja "polémica", que esta "nueva vía" abierta debe definitivamente consumir.

Alfredo Rodríguez Quiroga