Ciencia y Cultura


POR UN PORVENIR DIGNO

 

Construyamos un futuro sostenible. Vilches, Amparo y Gil, Daniel.  Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) - Cambridge University Press. 2003. 278 pág.


Las incógnitas y retos que nos aguardan a todos.


 
 

Nos enfrentamos hoy a un desafío mundial provocado por una explicación deficiente del proceso evolutivo del "homo sapiens" (ser humano). Tras 8.000 años de historia en la que el ser humano consiguió un nivel cuantitativo de disponibilidad de energía del doble o el triple de lo que disponen el resto de los animales, este ser humano, a través de la explotación sistemática de la energía fósil, iniciada alrededor de 1800, consiguió pasar a disponer unas 100 veces más que el resto de los animales. Liberado así de una parte substancial (digamos del 90%) de la necesidad de realizar trabajo (trabajo como concepto físico, captura de energía para subsistir, reproducirse y moverse), el ser humano inventó el concepto de "derechos humanos", dando este nombre a unos ciertos deseos. Pronto equivocó el concepto de "deseo" y lo pasó a "realidades". Uno de aquellos derechos fue el de "ser dueño del planeta", en vez de un mero inquilino. El deseo de dominio propio del animal social (del babuino de las sabanas, por ejemplo) reflejado en una "concesión divina" ("conquistarás la Tierra y todo cuanto hay en ella será de tu dominio") de imposible discusión, (al no poder hablar con Dios), ha llevado a un problema notable como es la muy alta probabilidad actual de destrucción de este planeta.

En la historia de la humanidad ha habido casos de agotamiento de los recursos de zonas limitadas (los Anasazi en Arizona, los Mayas en Yucatán, la destrucción de Mesopotamia por las hordas mongolas, y algunos otros), y en este momento nos acercamos a un agotamiento global, o más bien, a un cambio de las condiciones de contorno en las que se desarrolla hoy la vida, tanto debidas al calentamiento de la atmósfera, como a la desaparición de las pesquerías por sobreexplotación.

Tenemos pues un mundo cerca de una línea divisoria en la que habrá que tomar una decisión de si seguir viviendo del regalo (la energía fósil almacenada) o volverse a poner de nuevo a trabajar: Si buscamos un futuro sostenible o si nos ponemos a llorar cuando veamos que hemos perdido lo que teníamos. Si, por poner un ejemplo español, emplear el oro y la plata de las minas americanas (en el siglo 17) en construir comercio e industria o dilapidarlo en bienes raíces y guerras estúpidas.

Amparo Vilches y Daniel Gil nos conducen por las múltiples facetas de esta cuestión a través de un diálogo entre dos mujeres en su libro: "Construyamos un futuro sostenible".

La idea del diálogo acerca de las dudas que les surgen y las vías de solución que plantean servirán sin duda a aquellos que de antemano se sientan interesados y preocupados por el asunto.

El libro está bien estructurado y lleva al lector de la descripción de lo que observamos hoy a sus posibles causas según la opinión de múltiples autores y a un debate sobre las soluciones.

Se sigue bien y es de agradable lectura aunque el método de exposición elegido deja al tema, obligatoriamente, disperso. Se echa, quizá, de menos un esquema más formal, quizá en la tercera parte que trata de las posibles soluciones donde una conversación entre colegas, (que deberían tener nombre), produce una sensación final de "y el resultado de todo esto, ¿Cual es?"

Pero es una contribución importante y bien venida para ayudar a que la población añada a su normal interés por el minuto siguiente algo de preocupación por un futuro algo más dilatado. Porque, ¿Qué sentido tiene la vida si no es la propia vida, y su desarrollo casi eterno al pasar de padres a hijos, desde el pasado remoto hasta el futuro más lejano?

Algunos puntos concretos: Es claro que hoy en las escuelas, al menos por lo que desde fuera de ellas se colige, ha desaparecido el interés por el futuro así como el conocimiento del pasado. En la etapa actual, en Europa y en España, la idea mal comprendida de los derechos humanos lleva a padres y educadores a imbuir entre los jóvenes la idea de un ente todopodoreso que cuidará de ellos desde la cuna hasta la tumba. Los jóvenes aceptan encantados, como buenos bebés esta opinión, (¡a todos nos gusta que nos cuiden!), desprecian saber como hemos llegado hasta aquí, el esfuerzo gigantesco que costó, y el esfuerzo que hay que realizar para que la situación continúe. Aceptan un regalo del ¿cielo?, y se someten a él.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? En 1300 se planteó separar a "Dios" de la "Tierra". Unos eligieron esto: Abrazaron la aventura. Otros lo rechazaron: Se quedaron con la seguridad. Tras las guerras europeas se buscó la seguridad por encima de la aventura. Pero esa seguridad convierte al ser humano en un mero reproductor, le quita la capacidad para buscar nuevos caminos, y lo condena a la desaparición por acumulación de errores, lo convierte en viejo.

La escuela de hoy no mira al futuro porque muchos lo consideran como ya provisto por el Estado y muchos quieren concentrarse en disfrutar el presente efímero.

El tratamiento de "la ciencia" es importante. En la sociedad humana no existe evolución sin ciencia: O vivimos siempre igual, como animales, o aceptamos formas de tratamiento y manipulación de la energía, y esto es lo que es la ciencia. La ciencia lo único que ha hecho es abrir puertas y ampliar la capacidad de elección de los caminos a tomar. Si la química proporcionó pesticidas, fueron los humanos los que decidieron emprender la aventura de su utilización, como fueron los humanos los que eligieron la luz eléctrica en vez de las velas. El único progreso en la historia de la humanidad lo ha proporcionado la aventura del pensamiento, la ciencia. Los pocos avances sociales realizados dependen de que vivimos en una era de sobreabundancia de energía.

Los autores del libro que comentamos citan, y citan bien, a pensadores como Vaclav Havel que echan de menos una "metafísica" , y comentan que han sido las "metafísicas" del tipo de "mensajes divinos" o concepciones de que una cultura es divinamente superior a otra las que han causado retrocesos notables en la historia europea y mundial.

Hablan los autores del libro que comentamos de los problemas de las economías en crecimiento exponencial y del hiperconsumo. Sin embargo economía creciente y consumo es lo que define al ser humano. Una economía estancada y un consumo limitado a las necesidades más inmediatas es la sociedad eternamente igual a si misma de los !kung (antiguamente llamados bosquimanos) o de los rebaños de cebras de las estepas africanas. Incluso dedicar la vida a "algo más alto" no solo ha conducido en la historia a guerras sin cuento sino que es limitar la vida a la mera reproducción, a vivir para morir. Sin embargo desde hace 200 años podemos superar estas formas de "vivir" si pensamos, como se dice en el libro que reseñamos, no en la vida individual de cada uno, sino, como he indicado, en una secuencia esencialmente eterna que va de padres a hijos.

¿Destruye el mundo una economía exponencial? Al menos hasta ahora no lo ha hecho, y en el futuro es posible que tampoco lo haga si actuamos bien.

Insiste el libro, y esto es muy importante, en el problema de la demografía. Cada uno queremos vivir en esa cadena de padres a hijos, pero no es imprescindible que cada padre tenga muchos hijos. La cadena se mantiene con menos descendientes y el mundo es más cómodo así.

En cuanto a ¿Qué hacer?, insisten los autores con buen criterio en el uso de una tecnología y ciencia aún mejores y más eficientes que las actuales, y en una educación que vuelva a primar el esfuerzo y la responsabilidad individual por encima de la entrega en manos del destino. Si a un joven se le muestra lo que puede conseguir, lo persigue. Esto exige esfuerzo y fe en el futuro por parte de padres y profesores, y para ello hay que otorgarles a ellos confianza.

Quizá el mejor de los derechos humanos es el derecho a trabajar duro por un mundo mejor.

Antonio Ruiz de Elvira
Universidad de Alcalá