Organizada por el CEHOPU (Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo), la Biblioteca Nacional exhibe una muestra sobre los antecedentes medievales y, sobre todo, el despliegue en plenitud del sistema defensivo de la Monarquía Hispánica en el Mediterráneo, con lógico énfasis en los siglos XVI y XVII. Los comisarios, Miguel Aguiló y Dolores Romero, han articulado un discurso de gran nitidez expositiva que puede ser seguido con toda facilidad tanto por los especialistas como por el público interesado en la temática propuesta. Igualmente, el reconocido diseñador Juan Pablo Rodríguez Frade ha optado por la línea clara a la hora de distribuir los objetos por las salas, contribuyendo aún más a la contundencia de una narración desarrollada con gran sobriedad y con perfecta pertinencia histórica.

Los espacios se siguen con total coherencia. Primero, son los aragoneses y, en menor medida, los castellanos los que inician su expansión bajomedieval por el mare nostrum. Después, vienen los grandes puertos que sirven de bases navales para la defensa española del Mediterráneo occidental (Barcelona y Génova). En tercer lugar, el principado de Cataluña y el ducado de Milán como centinelas de los Pirineos y de los Alpes, en los confines septentrionales de la región. Siguen algunos protagonistas: los gobernantes y los ingenieros que diseñan murallas y fortalezas, torres y arsenales, puertos y lonjas, en la vertiente norte del mar Mediterráneo. Tres salas dibujan otros tantos sectores básicos: el área a oriente del estrecho de Gibraltar mirando a Berbería, el área levantina con sus bases en las islas Baleares y en el reino de Cerdeña, el área más extrema pivotando sobre el dominio de Túnez (la conquista de Carlos V en 1535), sobre la isla de Malta (cedida a los caballeros de la Orden de San Juan) y el reino de Sicilia. Como cierre, un capítulo dedicado al reino de Nápoles, la "joya de la Corona" en feliz expresión.

Si este es el desarrollo del discurso, la ilustración visual está asimismo muy bien conseguida. Con el acento puesto en las obras de defensa, los comisarios han recurrido a una magnífica serie de maquetas (portentosas la mayoría, como la de las Atarazanas de Barcelona, las cisternas de Melilla, el fuerte del conde de Fuentes en la Valtelina o los castillos del Museo Militar de Valencia), a dos modelos de galeras mediterráneas (procedente de Génova uno, siendo el otro el de la galera de Don Juan de Austria en la ocasión de Lepanto custodiado por el Museu Marítim de Barcelona), a una serie de instrumentos de navegación, a una justa colección de mapas y planos (de diversos archivos de España y de fuera de España), a los retratos de algunos protagonistas y a una nutrida selección de vedute muy bien escogidas.

Dentro de un conjunto muy homogéneo, que privilegia la claridad del discurso, se hace difícil destacar tal o cual pieza, pero también hay algunas singulares, como pueden ser los dos lienzos de Vicent Mestre de la serie de la expulsión de los moriscos de la colección de Bancaixa o la espléndida vista de Mesina durante la revuelta de 1674 del Museo de Capodimonte de Nápoles o la bella aunque tardía veduta de Antonio Joli de la salida de Carlos III de Nápoles del Museo del Prado, que cierra la muestra, no sin antes deleitarnos con la pincelada casi romántica de Gaspar van Wittel (Vanvitelli) en esa Gruta de Posilipo de las afueras de Nápoles, también procedente del Museo del Prado.

En suma, una magnífica exposición sobre una significativa página de la historia del imperio español, con un discurso impecable, con un sobresaliente esfuerzo ilustrativo que ha contado con la colaboración de numerosos depósitos españoles y extranjeros (especialmente, entre estos últimos, los museos genoveses y napolitanos) y con un primoroso diseño que ha primado también la claridad expositiva. La muestra, además, cuenta con un excelente catálogo en que han participado un considerable número de consagrados especialistas en la materia. En definitiva, una exposición para no perdérsela, à tout voir.