Investigador vocacional, científico precoz. El recorrido vital de Severo Ochoa, tan plagado de ocasiones para escoger, tan lleno de aciertos trascendentes, se iniciaba junto a las laderas cantábricas de Luarca, en el concejo asturiano del Villar. Ochoa sólo quiso ser científico; lo fue con la decisiva inspiración de las obras de Cajal. Publicó su primer paper internacional siendo estudiante de Medicina en la Complutense.
No hay límites para la formación de un científico ambicioso. Su precoz dedicación a la Ciencia, le acercó también pronto a beber en las fuentes del magisterio de los mejores de Europa (el Nobel Meyerhof, en especial). No era fácil abrirse paso, como recién graduado, en los ambientes científicos más punteros. Ochoa lo consiguió para consolidar más su determinación de acceder a una sólida carrera de investigador. Pronto, sus itinerarios de trabajo, también de congresos y reuniones, transcurrían de España a Alemania, Reino Unido y otros lugares de Europa.
Investigador independiente, científico consagrado. Deja una España en guerra y, al inicio de los cuarenta, llegará el momento de dejar también una Europa que se desangra; en Norteamérica saben importar el talento, identificar a la emergente Bioquímica como la disciplina del futuro. Ochoa pronto se encuentra en el núcleo más creativo, ya entre los líderes. La nueva encrucijada en la vida de Severo Ochoa se resolverá con la búsqueda de un puesto como científico independiente, siempre con el apoyo de Carmen, la mujer de su vida. La pregunta global, siempre la misma: ¿qué es la vida?, buscando las respuestas en la química de los componentes fundamentales que integran la materia viviente.
El esplendor también llega. Se sigue configurando un Ochoa autoridad científica, docenas de enzimas que catalizan las reacciones químico-biológicas son descifrados a través del su paciente trabajo, el Ochoa, líder científico mundial, alcanza el ansiado galardón que viene de Suecia. Pero nada es estático en el mundo del conocimiento, la tensión creadora de los biólogos experimentales, se cruza con la reflexión de quienes integran ese conocimiento para realizar una auténtica síntesis. Ochoa fue más de los primeros, por eso no dudó en concentrar atención en una observación casual: buscaba un intermedio energético y se dio cuenta de que era posible sintetizar ácido ribonucléico en el tubo de ensayo. Largo era el camino para establecer el alcance de ese hallazgo tan intrigante, los procesos fundamentales de la célula se hacían accesibles a su manejo fuera de ella. Pero, un Ochoa, Nobel en 1959, se decidía finalmente por la nueva búsqueda de esa visión integrada de los fenómenos biológicos, en función de la información de los ácidos nucléicos y su materialización en la actividad de las proteínas. Pergeñaba sobre el lenguaje químico universal de los vivientes, contribuía al nacimiento de la Biología Molecular materializando lo que he llamado “el triunfo de la Biología Experimental”. Muchos habían teorizado sobre estas cuestiones, algo muy importante, Ochoa aportaba experimentación, hechos demostrables.
La serena madurez. Un largo período de trabajo, muy creativo habría de suceder en la vida de Severo Ochoa al logro del Premio Nobel. Permaneció en su aproximación científica fundamental, manejar los componentes de las células, aislados en el tubo de ensayo, para dar respuesta a preguntas fundamentales. Seguirían largos años de trabajo para seguir descifrando fenómenos básicos de todas las células, como la síntesis de las proteínas. El camino ya estaba dispuesto para la llegada del “salto de escala”, las aproximaciones genómicas.
Severo Ochoa y España. España, su futuro político y social, la organización de su sistema de educación superior y de ciencia, también aportaron encrucijadas importantes en la vida de Severo Ochoa, que supo resolver como un español comprometido. Con naturalidad, conectó con la sociedad y los ambientes científicos que recabaron su asesoramiento, cuando ya era una figura consagrada. Aceptó el papel de figura pública, dispuesto a apoyar a sus colegas en todo tiempo, capaz de dialogar y colaborar con autoridades ministeriales y del CSIC, sin la menor concesión a ser utilizado por ningún tipo de propaganda política. Ya en los setenta cristaliza como proyecto la creación de un Instituto de Biología Molecular, para su regreso. Sus contactos con las autoridades suponen poner a su disposición ideas y prestigio, la propia creación de un Curso de Orientación Universitaria (COU) es fruto de su inspiración. La reflexión de Ochoa, en una entrevista, cierra la exposición como comenzaba: