La exposición sobre Los Etruscos, recientemente inaugurada en la Sala de Exposiciones temporales en el Museo Arqueológico Nacional, ha surgido como una iniciativa muy loable entre nuestro Ministerio de Cultura y Ministero per i Beni e le Attivitá Culturali de Italia, pues nos permitirá disfrutar en Madrid de piezas arqueológicas de una calidad y de un valor cultural extraordinarios. Podemos decir que resulta especialmente interesante para nosotros los españoles por las relaciones que los etruscos mantuvieron con los pueblos ibéricos de la Hispania Prerromana. Unas conexiones que se manifiestan al comparar numerosos aspectos de su cultura material. Sin duda su visita puede acercarnos a comprender mejor nuestras raíces en el contexto de esos pueblos protohistóricos del Mediterráneo. Y de este modo, el pasado, nos adentra en un ámbito cultural en el que hoy estamos inmersos.
A través de esta exposición se nos aproxima referencialmente a la historia de este pueblo, pleno de acontecimientos y hechos destacables, radicado en vastas regiones de la Península Itálica, desde la Campania hasta la Emilia Romaña. El programa de mano ofrece al visitante una muy completa información histórica y arqueológica sobre el desarrollo de la cultura, que le permitirá entender mejor y disfrutar plenamente de cada una de las obras expuestas del MAN.
Los organizadores, con buen criterio y buscando una aproximación didáctica clara, han estructurado la exposición Los Etruscos en cinco grandes apartados, en los cuales quedan integradas todas las piezas expuestas, correspondientes a períodos culturales distintos:
I. Los orígenes de la cultura etrusca
II. La cultura de los príncipes
III. Vida religiosa
IV. Sociedad urbana
V. Helenismo y romanización
Teniendo en cuenta este desarrollo, la conexión visual del objeto y su marco arqueológico quedan garantizados, permitiendo encuadrar todo lo expuesto. Bronces, cerámicas, joyas de oro, terracotas, marfiles, esculturas, urnas cinerarias de cerámica, sarcófagos…; piezas muy bien seleccionadas procedentes de tumbas, de templos, o de poblados y ciudades etruscas, todas ellas de una calidad indiscutible van configurando paso a paso la cultura, la vida y las creencias de este antiguo pueblo. Así mismo, hacen posible entender el tránsito de una sociedad igualitaria de cultura villanoviana hacia una aristocrática dominada por las élites orientalizantes, y de ésta, hacia una sociedad plenamente urbana que acabará conquistada y asimilada por Roma. Son todas estas espléndidas obras expuestas el fruto de una concienzuda labor arqueológica a lo largo de muchos años, y el exponente de la calidad que atesoran los Museos de procedencia, sobre todo pertenecientes a la Toscana.
El montaje es muy atractivo y sugerente, permitiendo un recorrido perimetral con las piezas colocadas en hornacinas, y dejando un espacio central diferenciado. El diseño central de la Sala ha reconstruido visualmente el espacio de un templo etrusco, en cuyo interior se disponen todas las obras correspondientes a la vida religiosa y a la muerte entre los etruscos, desde esculturas, sarcófagos, exvotos, ... El visitante cuando accede a la exposición lo hace bajo las terracotas polícromas del frontón del Templo de Talamene (mediados del siglo II a.C.), donde se mezclan la lucha, los carros, los guerreros, los sacrificios… un mundo heróico pleno de sugerencias. A pesar de la fragilidad de la obra, que nos da idea de la calidad y la tecnología de los escultores etruscos en el trabajo de la arcilla cocida, está magníficamente restaurada y donde la integración de sus partes permite una lectura unitaria aún al visitante poco experto.
No es fácil optar por destacar unas piezas frente a otras; quizás el gusto de cada visitante por un tipo de objetos: cerámicas, joyas, marfiles, bronces, esculturas, armas, urnas…, discrimine en su interior esta relación, y le obligue a acercarse más atentamente a unas que a otras, dejando libre su emoción ante la contemplación de una obra determinada. Para mí, esta emoción se desató al observar con detalle las dos fíbulas de oro de la tumba de Líctor, en Vetulonia; unas joyas donde se concentra la calidad de un trabajo técnico difícil, la riqueza y el lujo de sus portadores, junto a la carga ideológica de los motivos decorativos, que no son otra cosa que la expresión visual y deslumbrante de aquellos príncipes etruscos, asomados a las modas del Mediterráneo.
En definitiva, sin duda, resultará para el visitante de Madrid una exposición única, donde el disfrute y la emoción de aquellos que aprecien las culturas antiguas están plenamente garantizados. El colofón que supone para el MAN esta muestra sobre Los Etruscos parece magnífico, y más cuando es inminente su cierre para acometer una necesaria reforma en profundidad del Museo.
