Ciencia y Cultura


Ilustración y liberalismo, 1788-1814


Un relato de la realidad española en el tránsito del siglo XVIII al XIX



Francisco de Goya. Juan Meléndez Valdés, 1797. Óleo/lienzo, 73 x 57 cm. The Bowes Museum, Co. DirhamDestinada a visualizar la realidad española en el tránsito del siglo XVIII al XIX, la exposición "Ilustración y liberalismo, 1788-1814", abierta en el Palacio Real de Madrid desde el 18 de octubre de 2008 hasta el 11 de enero de 2009, es un relato sobre los cambios sucedidos en el país bajo la óptica de la Ilustración, que alcanzaría su máximo apogeo en el reinado de Carlos IV (1789-1808), y la adopción progresiva de una mentalidad liberal en el transcurso de la Guerra de la Independencia (1808-1814). La celebración de la muestra, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y Patrimonio Nacional, en colaboración con la Fundación Rafael del Pino, se enmarca en el programa de actuaciones destinado a celebrar el Bicentenario de la Guerra de la Independencia.

En esta ocasión, Ilustración y liberalismo son los ejes que articulan la revisión de este complejo periodo, invitando al espectador a adentrarse en una cuidada selección de asuntos propuestos por los tres comisarios de la exposición: Emilio La Parra López, Carlos Sambricio y José Luis Sancho. El punto de partida del recorrido es la Ilustración, a la que podemos aproximarnos a través de los numerosos planes de reforma política que se proyectaron desde la monarquía y por parte de otros agentes que participaban de lo que venía a ser una nueva esfera pública del poder, formada tanto por intelectuales y una incipiente burguesía como por funcionarios del Estado o destacados miembros de la nobleza. Por su parte, el levantamiento contra las tropas francesas iniciado tras la jornada del Dos de Mayo en Madrid propiciaría en los años siguientes el debate de diferentes opciones políticas con las que afrontar la nueva situación, entre ellas, las abrigadas por el liberalismo. La llegada de José I y sus planes de regeneración (apoyados por los denominados afrancesados), contrastarían con las discusiones que empezaban a tener lugar en las Cortes de Cádiz, entre quienes abogaban por mantener la monarquía absoluta y aquellos que abrazaban los nuevos ideales constitucionales, aceptando por primera vez al pueblo como el depositario verdadero de la soberanía.

Zacarías González Velázquez. Retrato del Rey Carlos IV, 1789. Óleo/lienzo, 249,5 x 179,5 cm. Patrimonio Nacional. Palacio Real de MadridUno de los mayores aciertos de la muestra es la capacidad de sugerir múltiples lecturas de los asuntos tratados a través de la contemplación de las obras exhibidas. La aproximación a la figura de los ilustrados es un buen ejemplo de ello, pues permite conocer a los protagonistas desde diferentes ópticas. Si prestamos atención a sus retratos, la muestra recoge excelentes ejemplos que permiten abordar cuestiones fundamentales como la evolución del gusto estético en el cambio de siglo, las fórmulas para proyectar los méritos sociales, la profesión o los gustos del retratado; así como la consideración moral asociada a la práctica del retrato: la de servir como ejemplo de imitación a las generaciones venideras, práctica que se refuerza con el uso de los bustos escultóricos adoptando la estética antigua.

Otra manera de acercarnos a los proyectos y aspiraciones de los ilustrados es la contemplación de las obras donde plasmaron sus estudios y propuestas a través de discursos, descripciones, viajes, tratados prácticos o prensa especializada, en muchos de los cuales es fácil advertir tempranas inspiraciones liberales procedentes de Europa. Pero el conocimiento del hombre ilustrado iba más allá de la especialización disciplinar que, paradójicamente, hemos heredado de las Luces. En su caso, la pasión por aprender le llevaba a practicar una curiosidad en todos los campos del saber, motivo por el que ocupaba gran parte de su tiempo en el gabinete, nueva pieza funcional del hogar que precede al despacho contemporáneo y que se recrea en una de las salas de la exposición. En el gabinete se desempeñaba tanto la faceta profesional como intelectual. De uso restringido, también tenía un carácter semipúblico, pues en el mismo se conversaba o se compartían lecturas y discusiones.

Significativa es la aproximación que se ha querido realizar a otras cuestiones como el impacto que las ideas ilustradas y liberales tuvieron en el desarrollo de la arquitectura, el urbanismo o la ingeniería. Antonio Carnicero. Elevación de un globo ante la Corte de Carlos IV, ca. 1793. Óleo/lienzo, 78,3 x 102,5 cm. Museo de Bellas Artes de Bilbao En el caso de los dos primeros, la materialización de estas cuestiones se lleva al plano del estudio de los proyectos realizados por los arquitectos para diseñar espacios públicos en la ciudad y edificios de marcada funcionalidad, como hospitales, gimnasios o puertos; ideales impulsados tras los debates acaecidos en la Academia de San Fernando en los años finales de siglo, y que formulan el paso de una concepción racionalista a la inspiración de una ciudad preindustrial. Respecto a la ingeniería, no pueden dejar de admirarse las bellas estampas iluminadas que describen el conocimiento que se desarrolló en torno a las máquinas, como el telégrafo óptico o la máquina de vapor de dos tiempos, con las que se pretendía regenerar la industria y las comunicaciones. En ambos casos, se subraya el profundo interés que en la época concitaba el desarrollo de las artes y las ciencias, ramas que no podían entenderse desligadas las unas de las otras.

Melchor del Prado Mariño. Una biblioteca real. Alzado de la fachada principal y sección CD, 1796. Dibujo en papel avitelado, 635 x 990 mm. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid

La profusión de temas planteados en la exposición encuentra otro interesante hito, aunque posiblemente confuso para el visitante, en el relato que se hace del expolio de obras de artes sucedido desde el inicio de la guerra. Con piezas colgadas de Murillo y otros maestros de la pintura antigua como Collantes, Villavicencio o Pedro de Orrente, cada una es reflejo de la suerte que corrieron las obras artísticas en el ir y venir de los equipajes de militares y diplomáticos. En el trasfondo de dichos relatos, hay que destacar, no obstante, nociones ilustradas respecto a la valoración que empezaba a tener la preservación del patrimonio y el conocimiento que por primera vez se empezaba a tener en Europa de la Escuela Española, hecho que marcaría el nacimiento de su prestigio en el devenir del siglo XIX.

Antonio Rafael Mengs. Inmaculada Concepción, siglo XVIII. Óleo/tabla, 63,4 x 58,3 cm. Patrimonio Nacional. Palacio Real de MadridEl relato de las concepciones liberales que se ensayan en torno a las Cortes de Cádiz se manifiesta, por último, en diversas publicaciones del texto de la Constitución, así como en el precioso dibujo de Juan Gálvez de una sesión de las cortes: en las dependencias de un teatro, los diputados participan de la reunión desde los palcos, presidiendo la composición el solio bajo el que se cuelga el retrato del rey ausente, una imagen esperanzadora de una nueva era truncada años más tarde, con el regreso del absolutismo en 1814, que cierra así el discurso de la exposición.


Álvaro Molina
Universidad Autónoma de Madrid

Lugar: Palacio Real de Madrid. Sala de exposiciones temporales. C/ Bailén s/n. 28071 Madrid
Fecha: Hasta el 11 de enero de 2009
Horario: De lunes a sábados de 9.30 a 17.00 h. Domingos y festivos de 9.00 a 14.00 h.
Enlaces: Ilustración y liberalismo, 1788-1814