El 11 de septiembre de 1808 falleció, en Santafé de Bogotá, José Celestino Mutis, tras una vida dedicada al estudio y explotación de las riquezas naturales del Virreinato de Nueva Granada; el paraíso en la tierra que tantas veces soñó al contemplar los atardeceres en su Cádiz natal. La inestable situación política -la hispana y la novo-granadina- fueron las causantes de que sus materiales, durante tantos años acumulados, no dieran el fruto por él previsto en sus mandas testamentarias: proseguir, en tierras americanas, los estudios sobre flora, fauna y gea.
Tras su muerte, buena parte de sus bienes fueron confiscados, casi como botín de guerra, por las tropas españolas al mando del general Morillo; otros fueron enajenados en almoneda pública. La mayor parte de sus dibujos y pliegos, una buena colección de semillas y maderas, algunos minerales y un amplio conjunto de sus manuscritos, tanto científicos como su correspondencia y anotaciones personales, llegaron a España en el otoño de 1817; era lo más suculento del legado material mutisiano; en Colombia quedó el resto, algunos manuscritos, su extensa biblioteca y, sobre todo, el espíritu de admiración y respeto de quienes fueron sus discípulos.
Una feliz iniciativa conjunta desarrollada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), el Real Jardín Botánico (CSIC), la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX) y el Museo Nacional de Colombia, desarrollada bajo el comisariado de Miguel Ángel Puig-Samper y José Antonio Amaya, con la colaboración de María Pilar de San Pío, ha sabido reunir los materiales mutisianos con sus recuerdos, conservados en ambas orillas del Atlántico.
El remozado Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico (CSIC), donde durante tantos años los materiales mutisianos durmieron aletargados, es el marco idóneo para presentar esta exposición que permite seguir el proceso formativo, las vivencias, los trabajos y los logros de José Celestino Mutis. Un personaje complejo cuya biografía está preñada de elementos duales, que en él resultan convergentes: España y América, deseos y realidades, poder y religión, público y privado, colonialismo e independencia,… dos mundos que ahora se nos ofrecen reunidos en el simbólico espacio del Real Jardín de Madrid.
La recoleta cátedra Cavanilles recoge una espléndida colección de retratos de José Celestino Mutis; nada como la simbología que envuelve su rostro en estos cuadros para presentarnos al naturalista, al médico, al matemático, al astrónomo, al sacerdote, al docente, al minero o al bibliófilo. Mutis fue una figura poliédrica, y esta galería de óleos, grabados y dibujos ayuda a su comprensión; junto a ellos se sitúa una alegórica reconstrucción de lo que pudo ser su lugar de estudio.
El ala derecha del Pabellón nos aproxima a la biografía de José Celestino Mutis (1732-1808): Mutis y la Ilustración gaditana (1732-1757), Mutis y la Ilustración madrileña (1757-1760),Por la ruta de las Indias en busca de Madrid (1760-1770),El naturalista sacerdote empresario minero (1770-1783), Sebastián José López Ruiz y su comisión en Santafé de Bogotá (1778-1783), La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada de José Celestino Mutis (1783-1790) y La etapa de Mutis en Santafé y sus últimos años (1791-1808) componen los grandes hitos de una trayectoria biográfica.
El ala izquierda recoge El legado de Mutis, una apretada selección de dibujos y pliegos de herbario, muestra de la riquísima colección conservada entre los fondos del Real Jardín de Madrid, con la que se da paso a un documental en el que se explicita cómo la obra de José Celestino Mutis influyó en la sociedad novo-granadina.
La muestra es una oportunidad única tanto para contemplar, al natural, parte de la soberbia colección iconográfica realizada bajo la dirección de José Celestino Mutis, como para disfrutar de las magníficas piezas que, procedentes de diversos museos colombianos y españoles, recalan en el Pabellón Villanueva; son más de 170 elementos cedidos por veintidós instituciones (12 españolas y 10 colombianas) las que permiten este nuevo acercamiento a la figura y la obra de este gaditano/novo-granadino que supo perseguir un único y voluntarioso objetivo: iluminar, con la luz de la Ciencia, las tinieblas de los Trópicos.
En el silencio apacible del Pabellón Villanueva, resuenan las palabras que Alexander von Humboldt dirigiera a Antonio José Cavanilles, el 22 de abril de 1803:
“Es ya anciano, pero asombran sus trabajos hechos, y los que preparar para la posteridad: admira el que un hombre solo haya sido capaz de concebir y ejecutar tan vasto plan…”
