Fecha
Autor
Oteo Iglesias, Jesús. Libros de la Catarata-CSIC, Madrid, 2016. 128 páginas

De bacterias, infecciones, antibióticos y resistencias

DE BACTERIAS, INFECCIONES, ANTIBIÓTICOS Y RESISTENCIAS<br />&#13; &#13; Reseña realizada por Miguel Vicente<br />&#13; Centro Nacional de Biotecnología
El riesgo de que la propagación de bacterias resistentes a los antibióticos nos devuelva a tiempos pasados cuando casi cualquier infección era un grave riesgo de muerte, nos parece lejana, pero es real. De ello informa el libro La resistencia a los antibióticos: la amenaza de las superbacterias escrito por el Dr Jesús Oteo. Se dice que una infección es resistente a un determinado antibiótico cuando el tratamiento con la dosis de ese fármaco utilizada normalmente no consigue curarla y se llama bacteria resistente al patógeno que la provoca. Se han llamado 'superbacterias' a las bacterias que producen infecciones que no responden al tratamiento con más de un antibiótico, ni siquiera con los antibióticos mas potentes. Este nombre, de tono un poco sensacionalista, es más utilizado para escribir titulares llamativos en los medios de comunicación que por los científicos. En términos científicos sepa el lector que a estas bacterias se las llama multiresistentes.

Las bacterias resistentes a los antibióticos son diversas, incluso son microbios presentes en los ambientes naturales, de hecho los microbios que producen antibióticos tienen necesariamente que ser resistentes a ellos para no perecer. Pero cuando la resistencia a estos fármacos se localiza en bacterias patógenas, las que producen serias enfermedades en los seres humanos o en los animales y plantas que les sustentan, es el momento en el que adquiere mayor relevancia y gravedad.

En la actualidad no podemos asegurar a ciencia cierta que disponemos de antibióticos que nos puedan librar de todas y cada una de las posibles infecciones que nos amenazan. Y lo que es más grave, dependiendo del lugar donde residamos correremos más o menos riesgos de contraer una infección difícil de curar. Este es el caso de la tuberculosis en los países más pobres, en donde los deficientes sistemas sanitarios se unen a la escasez de recursos y al bajo nivel educativo de sus habitantes más desfavorecidos. Si el tratamiento de la tuberculosis siempre es difícil y los fármacos con los que se trata no son inocuos, abandonar la medicación sin estar totalmente curado conduce con frecuencia a una recaída en la que la infección puede haberse convertido en resistente.

Sin duda al lector acomodado estos riesgos le parecen lejanos, pero puede que empiece a alarmarse si considera que en el mundo actual si algo tenemos las personas, por mucho que se intenten poner fronteras, es facilidad en los desplazamientos. Por ejemplo se acaba de publicar (www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1611283113) cómo los conflictos en el medio oriente y la caída del régimen soviético han provocado la invasión a países no involucrados directamente en ellos de cepas de tuberculosis resistente que incluso han llegado a Europa. Estas cepas se detectaron primero en China, y encontraron un escenario favorable a su propagación con el deterioro del sistema de salud soviético y las diversas invasiones y guerras en Afganistán. También haría bien ese lector en preocuparse por cómo muchas personas ancianas acaban falleciendo a causa de la neumonía, una enfermedad que antes se curaba fácilmente con un tratamiento con penicilina, pero que hoy en día no siempre lo hace.

Frente a estos importantes problemas, que tanto pueden afectar nuestro bienestar, sería de esperar que las sociedades prósperas, entre las que sin duda nos encontramos, dedicasen mucho esfuerzo a descubrir nuevos antibióticos que nos diesen la seguridad de que podemos curar las infecciones. Esto hay que decir que no es así. A la dificultad de descubrir nuevos antibióticos se une su bajo interés comercial y la falta de atención que el público les otorga frente a la que concede a otras enfermedades, también serias pero no más mortales. Por el camino que llevamos no sería difícil que estando en perfecto estado de salud, habiendo superado enfermedades tan llamativas como cánceres e infartos, e incluso habiéndonos anunciado algunos investigadores la vía hacia la inmortalidad, nos acabemos muriendo de una vulgar pulmonía. Triste, ¿verdad?

De casi todo esto, bacterias, infecciones, antibióticos y resistencias, podrá ilustrarse quien se adentre en el libro que nos ocupa, pero a mi entender tendrá que hacerlo con paciencia, sin cansarse y no perdiendo su interés por informarse. La edición del libro no da lugar a entusiasmarse. El texto, escrito mas desde una perspectiva médica y no tanto biológica, es correcto en su mayor parte. El autor ha querido exponer minuciosamente algunos pasajes, en los que a veces la explicación de algo sencillo peca de ingenua, y por otro lado ha descrito con demasiados detalles técnicos algunos procedimientos experimentales que, no siendo necesarios para la narración, el lector profano va pronto a olvidar.

El tratamiento que se da a Fleming como artífice del descubrimiento de la penicilina no es el más generoso ni exacto que yo he leído. Ya dijo el mismo Fleming que el moho productor de la penicilina no vino a decirle "Oye, que produzco un antibiótico muy bueno que va a curar las infecciones". La formación de Fleming como médico de campaña y su larga experiencia en Microbiología fueron las claves que le revelaron lo importante que podía ser su observación casi fortuita de un cultivo en el que Penicillium había matado a un Staphylococus. Cierto es que sin el desarrollo técnico que hicieron después los científicos de la Sir William Dunn School de Oxford, el descubrimiento realizado en el Saint Mary's Hospital de Londres no hubiera pasado más allá de las revistas especializadas. Aceptemos que la aplicación de una idea es siempre posterior a su descubrimiento.

Pero con todo, lo que más echo en falta en este libro son una ilustración y una maquetación agradables. No espere quien lo lea páginas cuya abrumadora área de texto no le fatigue, ni ilustraciones brillantes que le atraigan. Imagino que es un defecto editorial debido a que, según algunos, la divulgación ha de ser algo que canse y que requiera un gran esfuerzo por parte del lector. En este aspecto el libro no creo que pueda causar gran impacto en los lectores no especializados y mucho menos en quienes recortan los presupuestos de investigación.

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