Hay que retroceder hasta la II Guerra Mundial para encontrar un descenso tan pronunciado, explican los investigadores
Hay que retroceder hasta la II Guerra Mundial para encontrar un descenso tan grande como el que se espera para este año de las emisiones de dióxido de carbono mundiales, explica Pep Canadell, director de Carbon Global Project. Las medidas de confinamiento para evitar la propagación de la covid-19 harán que caigan entre un 4% y un 7%, según una investigación en la que él ha participado y que se publica en Nature Climate Change. Quedarse en la parte alta o baja de esa horquilla dependerá de si se producen rebrotes de la pandemia a finales de año que obliguen de nuevo al confinamiento masivo como ha ocurrido hasta ahora y que vuelvan a desplomar el uso de energía, el principal sector emisor.
Los investigadores que publican este artículo también han realizado una estimación de la caída registrada hasta ahora: las emisiones han descendido un 8,6% entre enero y abril respecto al mismo periodo de 2019, según Canadell. Ese sería el acumulado, pero los especialistas hacen además una foto fija. Comparan las emisiones del 7 de abril pasado, cuando las medidas de confinamiento estaban a pleno rendimiento en gran parte del mundo, con la media diaria de emisiones de 2019. Y calculan que el descenso en el planeta llegó al 17% en ese momento.
Para poder llegar a estas estimaciones, los investigadores han elaborado un sistema de indicadores de actividad como el consumo energético o la movilidad. Y han analizado 69 países que acumulan el 97% de todas las emisiones de dióxido de carbono del planeta.
Durante ese punto máximo del confinamiento el 7 de abril, el 86% de la reducción de las emisiones globales se debió a la caída del transporte por carretera, de la industria y de la generación de electricidad. Por su parte, la aviación, el sector más afectado por el confinamiento, solo fue responsable del 3% de esa caída global.
Los investigadores realizan una estimación de la reducción de las emisiones por países, que de media cayeron un 26% en ese momento de confinamiento máximo. En España, donde las medidas de cierre han sido de las más estrictas del mundo, el dióxido de carbono expulsado ese 7 de abril cayó un 31,9%.
Tanto Canadell como sus compañeros advierten de que tras este descenso no hay “cambios estructurales”, con lo que es previsible que se produzca un rebote de las emisiones el próximo año. Canadell pone como ejemplo la crisis de 2008. Las emisiones de dióxido de carbono cayeron un 1,4% en 2009, pero al año siguiente subieron con más fuerza, un 5,1%.
Pese a estas reducciones de las emisiones, las concentraciones en la atmósfera siguen aumentando y marcando récords. Esto se debe, explica Canadell, al complejo sistema por el que se acumula en la atmósfera el dióxido de carbono, que no solo procede de las actividades humanas directas. “Hay muchos procesos naturales que influyen, como los incendios o el deshielo”, apunta. Además, las reducciones (ese 8% acumulado en lo que llevamos de año) no son significativas si se comparan con los miles de millones de toneladas de expulsadas desde la Revolución Industrial. “Con recortes anuales de entre el 1% y el 2% de las emisiones harían falta entre 10 y 15 años para que se notara en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera”, resume Canadell.