Fecha
Autor
Elías, Carlos. Debate/Random House Mondadori. Barcelona, 2008. 542 páginas.

La razón estrangulada. La crisis de la ciencia en la sociedad contemporánea.

SOBRE LAS RELACIONES DE LA CIENCIA Y EL MUNDO MEDIÁTICO<br> Reseña realizada por Roberto González Amado<br> Catedrático jubilado de Física Aplicada de la<br> Universidad Carlos III de Madrid

Los argumentos expuestos por el profesor Carlos Elías, del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, en su libro "La razón estrangulada", tratan de responder a la pregunta que el autor formula en la introducción: "Porqué no hay interés por la ciencia en Occidente". Para realizar el análisis se basa, fundamentalmente, en los datos de dos países con tradiciones científicas tan dispares como España y Gran Bretaña. A lo largo de 12 capítulos, el Dr. Elías investiga el desprestigio (más que el declive) de la ciencia, abordando aspectos muy diversos, tales como las condiciones económicas y de trabajo de los investigadores, la visión que el cine y la televisión transmiten de la ciencia y de los científicos, y la influencia negativa de los filósofos postmodernos en la visión que el mundo de la cultura tiene del método científico. Tampoco se olvida de la responsabilidad de los propios científicos, sobre todo en nuestro país, por su indiferencia y falta de respuesta a los ataques que, cada vez con más frecuencia, se producen desde diferentes ámbitos.

A continuación, resumiré algunas de las ideas que se presentan en el libro y que me parecen más relevantes. Desde finales de los años 60, la ciencia ha ido perdiendo una parte considerable del apoyo que antes tenía, a pesar de que vivimos en una época en la que la ciencia y la tecnología influyen más que nunca en nuestra vida cotidiana. El desprestigio de la misma se ha traducido en una disminución muy importante del número de alumnos que, en la mayoría de los países desarrollados, se matriculan en las carreras de ciencias experimentales. Estas últimas han perdido gran parte de su atractivo en beneficio de los Estudios Sociales, muy probablemente por su menor dificultad. Esta pérdida se debe en gran parte a los medios de comunicación. Los periodistas profesionales que informan sobre la ciencia dan, en general por desconocimiento, una imagen negativa de la misma; consideran que no es necesario aprender ciencia para poder informar sobre ella. Para entender la ciencia se necesita una formación adecuada que debería comenzar con el estudio de asignaturas de ciencias naturales en las licenciaturas de periodismo, algo que, hoy en día, parece imposible. Por otra parte, el problema no es menor con la imagen que el cine y la televisión proporcionan de la ciencia y de los científicos. El estereotipo es presentar una visión degradada de la ciencia y al científico como un loco, capaz de cometer las mayores atrocidades. Todos los expertos coinciden en afirmar que, a partir de los años 70, el cine es claramente anticientífico, entre otras razones porque la mayoría de los cineastas proceden del campo de las humanidades, donde, al igual que en la Facultades de Ciencias de la Información, los filósofos postmodernos tienen una gran influencia.

Hasta la década de los 60, la filosofía dominante era el positivismo lógico que, en palabras del profesor Elías, considera a "las matemáticas y a la ciencia como las fuentes supremas de la verdad". Los filósofos postmodernos -Kuhn, Popper, Lakatos y Feyerabend- sembraron dudas sobre el método científico, en particular Kuhn con su idea de que el avance de la ciencia es el resultado del acuerdo entre los científicos para establecer la verdad científica o lo que él denominó "paradigma". Este consenso dominante se cambia a lo largo del tiempo. El eco que estas ideas han tenido en las Facultades de Humanidades y en las Ciencias Sociales ha servido para desprestigiar enormemente a la ciencia, sin embargo, su aceptación entre los científicos naturales es escasa, tal como nos relata el autor en el capítulo 6, y que de manera contundente sanciona el premio Nobel de Física Richard Feynman: "Los científicos son los exploradores, y los filósofos son los turistas". Posiblemente, sus errores provengan de que ninguno de estos filósofos de la ciencia ha trabajado nunca en el campo de las ciencias experimentales, aunque los tres primeros estudiaran física y matemáticas en la universidad. Por mi parte, quisiera añadir que, en contra de la creencia generalizada, el cursar estudios universitarios, incluso una carrera de ciencias o de ingeniería, no te convierte en un experto en temas de investigación.

Evidentemente, el desprestigio lleva consigo que antes o después se inicie un declive de la ciencia. El predominio de la cultura mediática hace que sea muy difícil el que las personas con más capacidad se inclinen por la investigación en ciencias de la naturaleza. Tal como nos recuerda el profesor Elías, la Universidad de Sussex en Gran Bretaña (con tres premios Nobel en su historia) tuvo que cerrar en el año 2006 su Departamento de Química porque no había suficientes alumnos interesados en esta disciplina. Creo poder decir sin riesgo a equivocarme que la mayor parte de los profesores de la Facultades de Ciencias y de Ingeniería comparten la preocupación de que, para hacer los estudios más atractivos, las universidades optan por estudios con contenidos más fáciles que hace unas décadas.

En resumen, se trata de un libro imprescindible para conocer muchas de las causas que explican la pérdida de prestigio de la ciencia en los últimos 40 años, entre las que destaca, según la opinión de Carlos Elías, el choque entre la ciencia moderna y los medios de comunicación. Se puede o no estar de acuerdo con sus argumentos, en general yo lo estoy, pero, en cualquier caso, las ideas expresadas en el libro están muy bien fundamentadas, fruto de un trabajo de investigación multidireccional, riguroso, y exhaustivo que el autor realizó sobre todo en la London School of Economics, donde estuvo como visiting fellow durante un año. Por su formación (Licenciado en Ciencias Químicas y en Ciencias de la Información, y Doctor en Ciencias Sociales) y experiencia profesional, el Dr. Elías está en condiciones óptimas para abordar el problema de las relaciones de la ciencia con el mundo mediático, así como para transmitir sus argumentos y conclusiones, tanto a los científicos como al gran público. No es de extrañar, por tanto, que en su libro el rigor vaya acompañado por la amenidad.

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