El cambio climático y el chocolate del loro – Amparo Viches y Daniel Gil

Este texto ha sido el ganador de la sección Ideas del Concurso Cambio Climático: Ideas y miradas desde Iberoamérica
19 de septiembre de 2009
Daniel Gil y Amparo Vilches (OEI-AECID)
Parahacer frente a las dificultades presupuestarias de una familia, resultaobviamente ridículo pensar en suprimir el chocolate del loro en unalarga lista de gastos elevados; lo que hay que hacer es buscar lasauténticas causas del déficit y no distraerse ni engañarse con naderías.

Por esa razón, muchos ciudadanos y ciudadanas ríen o se indignancuando escuchan o leen las peticiones de que colaboremos en mitigar elcambio climático con acciones como, por ejemplo, rebajar la temperaturade la calefacción. Es indudable, pensamos, que los problemas dedegradación del medio o agotamiento de recursos son debidosfundamentalmente a las grandes industrias; lo que cada uno de nosotrospuede hacer al respecto es, comparativamente, insignificante, ¿no escierto? Y añadimos: ¡el chocolate del loro!

¿Es así realmente? Intentaremos mostrar, muy al contrario, que nuestras acciones son determinantes y que nada es posible sin la participación ciudadana.

Resulta fácil constatar, para empezar, con cálculos bien sencillos,que, si bien las pequeñas reducciones de consumo energético de cadacual logradas, por poner un ejemplo, con la sustitución de bombillasincandescentes por otras de bajo consumo, suponen un ahorro per cápitapequeño, al multiplicarlo por los millones de personas que en el mundopueden realizar dicho ahorro, éste llega a representar cantidadesingentes de energía, con su consiguiente reducción de la contaminaciónambiental. Hay que insistir, por tanto, en que no es cierto quenuestras acciones sean insignificantes e irrelevantes. Pero ello exigecomprender que una pregunta como “¿Qué puedo hacer yo para evitar elcambio climático?” debe formularse de otra manera: “¿Qué puedo hacer yo, junto a los demás, para contribuir a evitar el cambio climático?”(o, más en general, para hacer frente  al conjunto de problemasestrechamente vinculados que caracterizan la actual situación deemergencia planetaria).

Es preciso insistir,por otra parte, en que las acciones en las que podemos implicarnos notienen por qué limitarse al ámbito “privado”: han de extenderse alcampo profesional y al socio-político, lo cual, a su vez, exige rompercon el descrédito de “lo político”, actitud que promueven quienesdesean hacer su política sin intervención ni control de laciudadanía. Resulta muy esclarecedor, a este respecto, referirse alpapel de la ciudadanía en la resolución de un problema tan grave comoel planteado por el uso del DDT y otros COP (contaminantes orgánicospermanentes).

El envenenamiento del planetapor los productos químicos de síntesis, y en particular por el DDT, fuedenunciado a finales de los años 50 por Rachel Carson (1980) en sulibro Primavera silenciosa (título que hace referencia a ladesaparición de los pájaros) en el que daba abundantes y contrastadaspruebas de los efectos nocivos del DDT… lo que no impidió que fueraviolentamente criticada y sufriera un acoso muy duro por parte de laindustria química, los políticos e incluso científicos, quenegaron valor a sus pruebas y le acusaron de estar contra un progresoque permitía dar de comer a una población creciente y salvar así muchasvidas humanas. Sin embargo, apenas 10 años más tarde se reconoció queel DDT era realmente un peligroso veneno y se prohibió su utilizaciónen el mundo rico, aunque, desgraciadamente, se siguió utilizandodurante bastante tiempo en los países en desarrollo.

Lo que nos interesa destacar aquí es que la batalla contra el DDT fue dada por científicos como Rachel Carson en confluencia con grupos ciudadanosque fueron sensibles a sus llamadas de atención y argumentos. De hechoRachel Carson es hoy recordada como “madre del movimiento ecologista”,por la enorme influencia que tuvo su libro en el surgimiento de gruposactivistas que reivindicaban la necesidad de la protección del medioambiente. Sin la acción de estos grupos de ciudadanos y ciudadanas concapacidad para comprender los argumentos de Carson y con la voluntad de intervenir políticamente,la prohibición se hubiera producido mucho más tarde, con efectos aúnmás devastadores. Conviene llamar la atención sobre la influencia deestos “activistas ilustrados” y su indudable participación en la tomade decisiones, al hacer suyos los argumentos de la comunidad científicay exigir controles rigurosos de los efectos del DDT, que acabaronconvenciendo a los responsable políticos y a los legisladores,obligando a su prohibición.

Podemosmencionar muchos otros ejemplos similares, como, entre otros, el queplanteó el uso de los «freones» (compuestos fluorclorocarbonados),destructores de la capa de ozono: su prohibición fue el fruto de lasinvestigaciones de científicos como Molina, Rowland o Crutzen, quefueron acusados de catastrofistas pero acabaron recibiendo el PremioNobel, y de la acción ciudadana, que actuó como amplificadora de esasinvestigaciones hasta lograr la atención de los responsables políticos.Una situación muy similar es la que se da hoy frente al problema delincremento del efecto invernadero, que amenaza con un cambio climáticoglobal de consecuencias devastadoras. La acción ciudadana resultaimprescindible para forzar la adopción de las medidas que la comunidadcientífica ha fundamentado.

En definitiva, loque cada ciudadano o ciudadana puede hacer, o dejar de hacer, junto alos demás, no es “el chocolate del loro”, sino un requisitoimprescindible para que problemas como el cambio climático encuentrensolución.

Resulta fundamental, pues, reflexionar colectivamente y adoptar compromisos realistasacerca de lo mucho que cada cual puede hacer, junto a otros, en losdistintos ámbitos: consumo, actividad profesional y acción ciudadana:

  • Reducir el uso de recursos(el consumo de agua en la higiene, riego, piscinas…; la energía eniluminación, calefacción, refrigeración, transporte; el uso de papel…).Practicar, en suma, un consumo responsable.
  • Reutilizar todo los que se pueda(el papel, imprimiendo, por ejemplo, por doble cara; el agua,recogiendo la de lavar las frutas y verduras para regar las plantas…)no aceptando objetos de usar y tirar como envoltorios y bolsas deplástico.
  • Reciclar,separando los residuos para su recogida selectiva y llevando a “puntoslimpios” lo que no puede ir a los depósitos ordinarios.
  • Utilizar tecnologías respetuosas con el medio y las personas:elegir electrodomésticos eficientes, de bajo consumo y pocacontaminación; usar pilas recargables; optar por las energíasrenovables…
  • Participar en acciones políticas para la sostenibilidad:Respetar y hacer respetar la legislación de protección del medio y  dedefensa de la biodiversidad; oponerse a las políticas de crecimientocontinuado, fruto de intereses a corto plazo e incompatibles con lasostenibilidad; promover el comercio justo, rechazando productos frutode prácticas depredadoras; trabajar para que gobiernos y partidospolíticos asuman la defensa de la sostenibilidad…

No lo olvidemos: mitigar el cambio climático y sentar las bases de un futuro sostenible está en nuestras manos.

Proyecto Iberoamericano de Divulgación y Cultura Científica.

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