Socializar el conocimiento, la utopía indispensable

Carlos Vogt
Secretário de Ensino Superior do Estado de São Paulo e Coordenador do Labjor (Universidade Estadual de Campinas – Unicamp)

Unode los grandes desafíos del mundo contemporáneo es, junto con elllamado “desarrollo sustentable”, la transformación del conocimiento enriqueza. ¿Cómo establecer patrones de producción y de consumo quetengan en cuenta las demandas de poblaciones en aumento en todos losrincones de la Tierra, preservando la calidad de vida y el equilibriodel medio ambiente en el planeta? Esta es, en resumen, la pregunta quenos plantea el así llamado «desafío ecológico». ¿Cómo transformarconocimiento en valor económico y social, o, en una de las jergascomunes a nuestro tiempo, cómo agregar valor al conocimiento? Respondera esa pregunta es aceptar un segundo desafío, al que podríamos llamar»desafío tecnológico». Para enfrentar estas tareas, propias de lo quetambién se ha convenido en llamar economía o sociedad del conocimiento,deberíamos estar preparados, entre otras cosas, para cumplir todo unciclo de evoluciones y de transformaciones del conocimiento. Ello vadesde la investigación básica, producida en las universidades y lasinstituciones afines, pasa por la investigación aplicada y resulta eninnovación tecnológica capaz de agregar valor comercial, esto es,resulta en producto de mercado.

La otra cara deese mismo desafío es, pues, transformar riqueza en conocimiento,creando, así, la dinámica de un círculo virtuoso en el cual elconocimiento genera riqueza y ésta, con la gestión adecuada, propicia,a través de la práctica de buenas políticas públicas de ciencia ytecnología, las condiciones de fomento para la generación, la difusióny la divulgación de nuevos conocimientos.

Los actores principales de ese momento del proceso del conocimientoya no son solamente las universidades, sino también las empresas. Entretanto, para que la actuación de las empresas sea eficaz, es necesarioque tengan en su interior, como parte de su política de desarrollo,centros de investigación propios o en consorcio con otras empresas ycon laboratorios de universidades. Lo importante es que la política deinvestigación y desarrollo sea de la empresa y apunte a las finalidadescomercialmente competitivas de ésta. Sin eso no existe el desafío delmercado, no hay avance tecnológico y no hay, por último, innovación enel producto.

Uno de los presupuestos esencialesde la llamada sociedad o economía del conocimiento es, pues, mucho másallá de la capacidad de producción y reproducción industriales, lacapacidad de generar conocimiento tecnológico y, por medio de él,innovar constantemente para un mercado ávido de novedades y vigorosoante las exigencias del consumo.

En la economíatípicamente industrial, la lógica de producción era multiplicar elmismo producto, masificándolo para un número cada vez mayor deconsumidores. Se acostumbra a decir que en la sociedad del conocimientoesa lógica de producción tiene un signo invertido: multiplicar cada vezmás el producto, en un proceso de constante diferenciación, para elmismo segmento y el mismo número de consumidores. De ahí, entre otrascosas, la importancia para ese mercado de la investigación y lainnovación tecnológicas.

De ser verdad ese cambiode signo, la lógica de producción del mundo contemporáneo sería no sóloinversa, sino también perversa, ya que resultaría en un procesosistemático de exclusión social, tanto por el lado de la participaciónen la riqueza producida, dada su concentración –inevitable para unos einsoportable para muchos-, como por el lado del acceso a los bienes,servicios y facilidades generados por ella, esto es, el acceso alconsumo de los productos del conocimiento tecnológico e innovador.

Deese modo, a los desafíos enunciados al inicio, es preciso sumar otro,tan urgente de necesidad como los otros dos: el de que, en el afán delutilitarismo práctico de convertir todo en valor económico, tal como unrey Midas que en la leyenda todo lo transformaba en oro con un simpletoque, no perdamos de vista los fundamentos éticos, estéticos ysociales sobre los cuales se asienta la propia posibilidad delconocimiento y de sus avances. Verdad, belleza y bondad, como mínimo,dan al hombre, como ya se escribió, la ilusión de que, por ellas, seescapa de la propia esclavitud humana.

Dividir lariqueza, fruto del conocimiento, y socializar el acceso a susbeneficios, frutos de la tecnología y de la innovación, es, entonces,el tercer gran desafío que debemos enfrentar y su formulación se podríadar, pues, dentro de una perspectiva cuya tónica fuese la de unpragmatismo ético y social. Quién sabe, pueda ello constituir la utopíaindispensable al tejido del sueño de solidaridad de las sociedadescontemporáneas.

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