El debate: Industria alimentaria, ¿salvación o engaño?

La Revista CTS nos propone un nuevo debate.

Por Iván Teimil y Asunción Herrera

Universidad de Oviedo, España.

 

Llevamos décadas hablando de la nueva industria alimentaria. Desde su nacimiento con la comida rápida en la década de los 30 en Estados Unidos, la polémica no ha dejado de suscitarse. ¿Constituye realmente esta industria la solución a todos los problemas de subsistencia y abastecimiento? ¿Debemos pensar que sólo gracias a ella podríamos alimentar saludablemente a todos los ciudadanos de occidente, e incluso acabar con el hambre en países no desarrollados? O, por el contrario, ¿la industria de la alimentación no sólo no ha ayudado a erradicar el hambre sino que es responsable de generar nuevas enfermedades ligadas a este sistema de producción de alimentos a gran escala?

 

Las denuncias y las críticas proceden de diferentes frentes: ecologistas, grupos de granjeros y ciudadanos reclaman legislaciones que velen por los intereses de todos y no sólo por los de las grandes multinacionales de la alimentación. En lugar de ello, las leyes actuales de la principal potencia mundial (Estados Unidos) protegen al pequeño grupo de empresas que controla todo el proceso alimentario, desde el patentado de semillas resistentes a las diversas plagas y enfermedades –semillas que al convertirse en cereales servirán para alimentar al ganado– hasta el momento en que los productos se ponen a la venta en el supermercado.

 

Los argumentos críticos se articulan desde diversos flancos:

 

  • • Como demuestran los datos del Banco Mundial, casi 2.800 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza; el hambre en el mundo sigue siendo el mayor problema social y político. Por lo mismo, el desarrollo de la industria alimentaria no ha beneficiado al 46% de la humanidad.
  • • La obesidad, la diabetes, el colesterol, enfermedades ligadas a la nutrición, han aumentado exponencialmente con la expansión de la industria de la alimentación.
  • • La responsabilidad no reside sólo en el ciudadano que se alimenta, sino en una industria que modifica los alimentos y oculta la manipulación.
  • • Las grandes multinacionales alimentarias, con el apoyo de gobiernos y leyes impiden el desarrollo de las formas de explotación agrícola tradicional, hasta el punto de que éstas claudican ante sus presiones y manipulaciones.
  • El derecho a saber lo que hay en los alimentos parece ser el mayor reclamo de la ciudadanía. Los ciudadanos se sienten engañados cuando se les oculta cómo se manipulan genéticamente ciertos alimentos, su procedencia, los procesos de maduración que siguen frutas y verduras, etc. La aparición constante de enfermedades causadas por los alimentos que consumimos –por ejemplo, la encefalopatía espongiforme o los brotes de la enfermedad producida por la bacteria E. Coli 0157:H7– induce a pensar que estamos ante un problema muy serio cuyo responsable último es nuestro sistema económico y de producción. Este sistema afecta en último término a nuestra salud y bienestar físico e intelectual.
  • Parece que en gran parte somos lo que comemos. Si aquello que comemos está contaminado, adulterado o si su proceso de producción ocurre tras misteriosas naves “tipo túnel” diseñadas para ocultar cómo se manipulan los alimentos que después nos llevaremos a la boca, ¿qué consecuencias tiene este status quo para nuestro presente y porvenir?
  • La mayor parte de los que se encuentran a favor de expandir la producción como industria insisten en la posibilidad de que todos “podamos comer de todo”. ¿Es realista esta expectativa? ¿A costa de qué? El hecho es que el aumento de la producción en las explotaciones industriales a gran escala sólo ha tenido como consecuencia el abaratamiento de un determinado tipo muy restringido de productos, entre ellos la comida rápida. En contraste, el coste de otros más saludables es más elevado y menos accesible para quien dispone de los medios mínimos para satisfacer las necesidades de las personas a su cargo. Los agricultores tradicionales defienden además que las formas de explotación de toda la vida se han visto arrinconadas por los monopolios de las grandes empresas, pese a que estas formas tradicionales resultan más baratas, más ecológicas y saludables y producen menos impacto medioambiental.
  • Por otro lado, las nuevas tecnologías aplicadas a la industria de la alimentación han desplazado el potencial humano que tiempos atrás constituía una pieza clave en el proceso de producción. Como consecuencia de ello, la forma de subsistencia de millones de personas dedicadas a este sector ha desaparecido y los trabajadores especializados han sido sustituidos en muchos casos por mano de obra barata. Todo ello sin mencionar el trato indigno que padecen tanto trabajadores como animales en algunas explotaciones ganaderas y agrícolas industriales.
  • Los que lean este apunte seguro que han discutido sobre el tema y pueden aportar otros argumentos. Estaríamos encantados de dialogar tanto con los que auspician un mundo mejor sin la industria alimentaria como con los que están a favor. Asimismo, estamos convencidos de que muchos de los que siguen habitualmente este foro, conocen alternativas, propuestas o formas de explotación que permitan la rentabilidad del sector ganadero y agrícola al tiempo que se garantiza la salud, la protección del medio ambiente y las buenas condiciones de trabajo de quienes se ocupan de estas labores. O quizá algunos tengan su propia perspectiva o propuesta original al respecto. Tanto si es así como en el caso de que las aportaciones se centren en reflexionar sobre el estado de cosas bosquejado, recibiremos con gran interés las opiniones de todos. Estamos seguros de poder iniciar un provechoso y fructífero debate tanto con quienes conocen este problema de primera mano como con quienes están interesados en contribuir con su reflexión o su opinión, pues parece claro que todos nos vemos directamente implicados cuando de lo que se trata es de nuestra propia salud y de la protección de nuestro entorno.

Le invitamos a dar su opinión

 

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