Mayor circulación de agua líquida por la Antártida que lo esperado
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Mayor circulación de agua líquida por la Antártida que lo esperado

En el primer estudio de este tipo y de alcance continental, unos científicos han encontrado amplios drenajes de agua procedente de hielo fundido fluyendo sobre zonas de hielo antártico durante el breve verano. Los expertos en el tema ya conocían la existencia de estas estructuras, pero suponían que estaban confinadas principalmente a las zonas más al norte en la Antártida, en las cuales el calentamiento de esta es el más rápido.

Muchos de los drenajes recién cartografiados no son nuevos, pero el hecho de que existan ya es notable; parecen proliferar con pequeños ascensos en la temperatura, así que el calentamiento proyectado para este siglo podría amplificar rápidamente su influencia sobre el aumento del nivel del mar. En un estudio adicional, cuyos resultados se han presentado al mismo tiempo que los del primero, se ha examinado cuánto podrían influir tales sistemas en las grandes plataformas de hielo que rodean el continente, las cuales algunos investigadores temen que se desmoronen, provocando aumentos catastróficos del nivel global del mar.

Exploradores y científicos han documentado en la Antártida unos pocos arroyos de agua procedente del deshielo desde principios del siglo XX, pero nadie sabía cómo de extensos eran. Los autores del nuevo estudio lo supieron mediante la catalogación sistemática de imágenes del agua superficial obtenidas con aviones militares desde 1947, y con satélites desde 1973. Hallaron casi 700 sistemas estacionales de lagunas interconectadas, así como canales y arroyos entrelazados por todas partes del continente.

Algunos avanzan a lo largo de hasta 120 kilómetros, con lagunas de hasta varios kilómetros de ancho. Empiezan a hasta 600 kilómetros del polo sur, y a 1.300 metros de altitud sobre el nivel del mar, donde en general se creía que el agua líquida era algo raro o imposible. "Esto no es cosa del futuro, ya está muy extendido, y lo ha estado durante décadas", recalca uno de los investigadores, Jonathan Kingslake, un glaciólogo del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, adscrito a la Universidad de Columbia, en la ciudad estadounidense de Nueva York.

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