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Autor
Alfredo Alvar Ezquerra (Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Investigador Científico del CSIC. Profesor Asociado en la UCM)

La peste en el Renacimiento

Era normal que de una peste bubónica murieran entre el 40 al 90 % de los infestados y de una peste pulmonar entre el 90 al 100 % de los afectados
Aunque no estoy muy versado en ello, he podido leer en algún manual de enfermedades infecciosas que la peste es una "enfermedad infecto contagiosa producida por un bacilo la yersinia pestis", aislado en 1894 en Hong Kong por Yersin y Kitasato. La yersinia, alojada en la sangre de la rata, es transportada por la pulga Xenopsylla cheopis.

Esto quiere decir que hasta 1894 no se pudo combatir científicamente esta epidemia; y al aparecer la primera vez que se usó estreptomicina contra la peste fue en Buenos Aires en 1947.

Hay dos formas de manifestación de la peste, una bubónica y otra pulmonar. La bubónica se llama así porque se manifiesta en bubones (en griego quiere decir "hinchazón") o carbuncos (abultamientos negro azulados). Era normal que de una peste bubónica murieran entre el 40 al 90 % de los afectados y que no la sobrevivieran más de una semana. La infección se asentaba en el cuello, en la axila, en las ingles. Los vasos capilares explotan por todo el cuerpo y aparecen marcas subcutáneas negruzcas: de ahí que se hablara de peste negra.

En segundo lugar, existe una peste pulmonar, fulminante, con unas muertes de entre el 90 al 100 % de los afectados.

La enfermedad a día de hoy no está eliminada del Planeta, antes bien al contrario, aún en 1994 en la India se detectó otra epidemia y en 2002 se detectó dos apestados en la ciudad de Nueva York procedentes de Nuevo Méjico.

Pero, para los efectos que nos interesan, aislándonos del conocimiento que transmite la globalización, sigamos siendo eurocentristas y concluyamos: el último azote de peste tuvo lugar en Marsella en 1720.

En 1803 hubo un primer intento por sistematizar la historia de las epidemias en España. El esfuerzo, meritorio, también con ciertas confusiones, se debió al médico Joaquín de Villalba (Epidemiología española, 1803. Carreras Panchón). De esa epidemiología española hubo y ha habido muchos continuadores en la Historia de la Medicina. Entre 1475 y 1515 se detectan 35 años con peste en distintos puntos de España. En Salamanca, en concreto, hay documentados accesos de peste en 1479, 1480, 1488, 1492, 1493, 1504, 1505, 1506 y 1507, 1508... De esas fechas, sin duda la de 1507 se lleva la palma. Isabel la Católica había muerto en 1504 -tal vez de un cáncer- y Felipe el Hermoso en 1506. No se sabe de qué, se dice que envenenado, pero en mi opinión, teniendo en cuenta que Castilla está siendo asolada desde años atrás por peste, no es de extrañar que muriera infectado. El caso es que en 1507 se llega al punto culminante de esta epidemia, que fue brutal. Se sabe que entre 1505 y 1506 los inviernos habían sido extremadamente secos y se sospechaba que las aguas del Tormes, escasas, bajaban contaminadas. A lo largo de 1506, se detecta peste desde Barcelona a Tenerife. El año de 1507 fue "el año de la peste" y como a tal se le recordó durante todo el siglo XVI. Como aún no había registros parroquiales, no podemos saber con exactitud cuántas muertes hubo, aunque la vida se convirtió en esos meses, en un ejercicio pavoroso de supervivencia.

Se manejan cifras poco reales, acaso demasiado impresionadas por la realidad de lo que ocurría y así, se llegó a decir que en Andalucía murieron 100.000 habitantes. Y, por si acaso no era nefasto el ciclo de sequías y peste, en 1508 todo se coronó con una hambruna tan general y durísima que se tomaron medidas para paliarla: entre otras, que desde entonces y hasta 1765 se impuso "tasa" al precio de los cereales y del pan con la intención de que, en casos de necesidad no se dispararan. La medida, favorecedora de los consumidores, fue calamitosa para los campesinos, porque si en épocas de escasez no se disparaban los precios y en los de abundancia se hundían, su posición siempre iba ser incómoda. Por eso, el liberalismo ilustrado optó, al fin, por la abolición de la tasa y propició el libre mercado.

Años después, unos campesinos recordaban así los estragos de esa peste de 1507:
"[Alcorcón] Habrá ochenta años pocos más o menos que hubo gran mortandad en el dicho lugar a manera de pestilencia. No han podido averiguar qué manera de enfermedad era la que andaba en el dicho pueblo, mas de empezando a dar la dicha enfermedad a una persona de una casa, la comunicaba con todos los demás, de que venían a morir todos los de la casa, y les fue forzado ausentarse muchos vecinos del dicho lugar fuera del pueblo, y un poco apartado hacían cabañas donde habitar hasta que pasó la furia de la dicha enfermedad. Quedó el lugar muy despoblado [...] El hambre que hubo fue antes de la enfermedad [...] Comían pan de grama, poniéndola a secar en hornos, y secada, la picaban menudo, y la llevaban a moler y de la harina que hacían sacaban pan y comían, y otros pan de habas, y otros de garbanzos, cada uno de lo que tenía y por esta hambre sobrevino la dicha enfermedad, por andar tan maltratadas las gentes y sin sustentamiento. Esto es lo que se ha podido averiguar de oídas de otros viejos".

Y, apuntada esta peste de principios de siglo, hemos de seguir el camino tras la epidemia. No hay apenas año en todo el siglo del Renacimiento en que no haya una "picadura" de peste, bien en el Levante, bien en la cornisa cantábrica, bien en el interior. Sin embargo, solían ser contagios restringidos, aislados a excepción de alguna "internacionalización" como un brote más amplio de 1560, otro calamitoso de 1580 y graves azotes en el siglo XVII, pero de expansión más restringida.

Sin embargo, desde 1580 se abre una fase endémica que tendrá su culminación en 1602. Fueron veinte años catastróficos en lo demográfico que, desde luego, al historiador le llaman la atención, porque vienen a coincidir con el punto más alto del poder Imperial español con la legítima incorporación de Portugal a la Corona de Felipe II, que dio alas al necesario intento de invadir Inglaterra para acabar con su permanente ayuda a los rebeldes flamencos e incluso sus asaltos a los puertos peninsulares y alguna aventura americana y, en fin, el inicio de la retirada del escenario internacional a partir de la muerte del rey (1598) hasta 1609.

En efecto, en 1596, y ya no es la Edad Media desde hace un siglo, atraca en Santander un barco, el "Rodamundo" procedente de Calais y cargado de vestimenta. Tan pronto como se empezó a vender ropa en ese puerto, empezó a expandirse la peste que barrió literalmente la península de norte a Sur y probablemente después de Sur a Norte, entre 1596 y 1602. Murieron unos quinientos mil individuos, cerca del quince por ciento de la población de las Coronas de Castilla y Aragón. La peste de 1596-1602 fue calamitosa porque a sus efectos letales, se unieron otros que provocaron una inflexión en esos años e transición del Renacimiento al Barroco.



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