La Exageración en la obra de Omar Figueroa Turcios

Texto de Carlos Alberto Villegas.

              Salido de las planicies del caribe colombiano –su Corozal del alma, en el departamento de Sucre– Omar Figueroa Turcios, quien publicó sus trabajos iniciales en El Heraldo de Barranquilla como Ofit, encontró en el Festival Mundial de Humor Gráfico, Calarcá 89, la posibilidad de compartir su germinal experiencia con los caricaturistas colombianos que admiraba; Linares y Calarcá entre ellos. Esa experiencia lo reafirmó en su decisión vocacional, lo motivó a liar bártulos y a buscar espacio para sus trazos en la capital de la República.

El Espectador y El Tiempo lo acogieron como ilustrador caricatográfico. En esos diarios colombianos, los de mayor circulación en su momento, firmó sus trabajos con los seudónimos Turcios y Ofit, respectivamente, para no suscitar recelos. Al parecer ninguno se enteró de la dualidad de la línea renovadora que exhibían con orgullo en sus páginas. Una capacidad que Omar fue modulando en las clases que recibía en la Escuela Nacional de Caricatura bajo la tutela Arles Herrera, Calarcá.

 En muy poco tiempo Turcios superaba la condición de alumno y –en una propuesta novedosa, en la que se obligaba, y se obliga, a superarse–, empezó a conquistar premios nacionales e internacionales. Y aunque a él poco le agradan las alinderaciones, podemos señalar que en el Hito de los asociados participó con espíritu ecuménico en los dos principales grupos de caricatógrafos espacialmente ubicados en la capital de la república: Taller de humor y El Cartel del Humor. Los afiches de los años 91 y 92, realizados en el contexto de la Feria Internacional del libro de Bogotá por el maestro Calarcá, permiten ubicarlo con certeza como partícipe del combo constituido por El Cartel del Humor. En ellos se le puede descubrir rodeado de Azeta, Plastilínico, Galgó, Garibello, Rubens, Consuegra, Linares, Fernández, Mario García, León, Rodrigo, Gova, Guille, Jarape, Elena, Calarcá, Pinto, Alfín, Petete, Vladdo, Juangel, Sergio y Diego Toro.

 

En menos de lo que tarda un profesor universitario en conquistarse un año sabático: el nombre de Turcios ganaba renombre de Magno en los primeros puestos de los premios internacionales y nacionales: Verceli, Tolentino, Ancona (Italia), Antalia (Turquía); San Antonio de los Baños (Cuba) Bogotá (Colombia)

 

El primer puesto en caricatura política del concurso de la revista Semana le brindó los recursos necesarios para viajar a la tierra de Cervantes; en donde reside actualmente en compañía de su esposa Adriana Mosquera, Nani, autora de la internacional tira cómica Magola.  

 

Turcios es en la fisonomía caricatográfíca el equivalente de Ronaldo en el futbol, un delantero puro, un goleador nato y de hecho se le parece físicamente. Alguna de las fisonomías de ese ídolo de multitudes lo atestigua. Desde la placidez señorial de Alcalá de Henares, tierra que ama y en donde lo aman y reconocen su talento, Turcios conquista premios y menciones de honor y golea en los más exigentes concursos do mundo.  Nuevos premios que se pueden contar hasta la fecha en número de 34: Brazilcartoon, Sao paulo, Piracicaba, Caratinga, Pernambuco, Piauí, Cataratas de Iguazú (Brasil); Villa Clara, San Antonio de los Baños (Cuba); Tolentino, Cartoonet Fanofunny, Gallarate, umoristi a Marostica (Italia); Sternberk (República Checa); Santa cruz de tenerife (España); Sintra, IX Portocartoon- world festival (Portugal); Teheran (Irán); Society for News Desing (Estados Unidos); Rionegro, Medellín (Colombia). Premios y ciudades en los que a veces repite, como todo buen caballero.

En las obras que componen la propuesta de Turcios en Rastreando Rostro se aprecia la recurrencia de una textura que adjetiva adecuadamente los temas principales. Trabajo exigente, pero también lúdico, resultado de la paciente labor del artista que aprendió a mirar como le aconsejaron sus maestros. El maestrazo de Corozal se regodea en las calidades de la textura que le brinda la técnica mixta del bolígrafo, los  lápices  de color y la acuarela. Sobre esos fondos texturados que reitera en la mayoría de la muestra, Omar Figueroa juega con la exageración de la forma para dejarnos en la retina el inconfundible: Ahí está pintado o pintada. En algunos casos, no sin antes haber superado una que otra barrera perceptiva, incrementada por la magnificación, casi insostenible, de algún detalle del rostro caricaturizado como puede verse en la fisonomía de Amy Winehouse. Pero como en la adivinanza literaria, la dificultad incrementa el placer del acertijo.

 

Interesante acotar en la fisonomía de Chávez, en donde la caracterización predomina y la fisonomía se acerca deliciosamente a la caricatografía política por el peso del personaje; Turcios parece gritar como el niño del cuento “El gorila tropical va desnudo” (el uso del color no es gratuito), provocando reacciones humorísticas negativas entre los acríticos chavistas; como pudimos apreciarlo en el contexto del Festival de Humor Gráfico de la Universidad de Alcalá de Henares en 2008.

 

La síntesis, entendida como el mayor número de información con la menor cantidad de elementos posibles, está presente en las obras de Turcios, sin llegar a ser la nota predominante. En la mayoría de los trabajos se ha sintetizado algo: una nariz innecesaria, una oreja simétrica, o los pómulos se han fundido en una masa geométrica y rotunda  que magnifica la condición incaica, como en el caso del Evo Morales. Y ni que decir del diseño como composición armónica de los elementos presentes en todas las fisonomías. Sin embargo, esa exageración impensable, tan propia, predomina en el conjunto de la obra del colombiano; desde el amoroso homenaje a nuestro admirado Quino, donde Mafalda sirve de contrapunto para equilibrar el diseño y abrir el compás narrativo; hasta en el pato simbólico que sirve de base a la fisonomía de Jaime Garzón, a quien se rinde homenaje colectivo en esta edición de Rastreando Rostros.

 Turcios se ha convertido a sí mismo en una institución, en una escuela. Una forma bizarra, aunque estética, o todo lo contrario, de mirar el rostro de sus congéneres, de distorsionarlo, hasta transformar ese manierismo humorístico en un estilo que ya registra seguidores. No sin razón, el caricalomista colombiano Daniel Samper ha dicho de su trabajo: “Turcios es un dibujante realista, las caricaturas somos nosotros”.

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2 comentarios

  1. Muchos honores para quien gana su fama ridiculizando y ofendiendo a los demas, que lastima que no se dibujar tan bien, asi podria hacerle una caricatura de su alma que no digo aqui que forma le daria porque no me publicarian el mensaje y quiza no lo publiquen pero me basta con que lo lea.

    "Señor" Omar Figueroa, le digo, que si tuviera su talento, lo utilizaria para dibujar las cosas bellas de la vida, para inmortalizar paisajes o situacion hermosas como la creacion de las misiones bolivarianas, o el cardiologico infantil, o la dignifacion del pueblo, o cualquier proyecto de este gobierno que muchos hay o simplemente el wuaraira repano o el mar caribe.

    Pero definitivamente no lo utilizaria para desprestigiar, desfigurar a los demas y esto va especialmente por la horrible caricatura que hizo del Presidente Chavez con forma de gorila, recuerde que sera medido con la misma vara que mida.

    Lo mas triste "señor" Figueroa, es que usted n o es venezolano y tiene un Presidente que si podria ser dibujado con la cara del diablo. Respete para ser respetado.

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