La Larga Marcha hacia la sociedad del conocimiento

Un largo camino, muchas horas dedicadas a leer y a escribir, intentando transmitir lo que hemos recibido y, en la medida de lo posible, nuestra contribución al avance de la ciencia. Para mí, como coordinador de esta bitácora y uno de sus redactores más habituales, es un honor recibir el X Premio de la Fundación para el Conocimiento MadrI+D, en su categoría de Comunicación Científica, junto con Jorge Lillo.

El motivo es un análisis que realizamos Jorge y yo hace ya tiempo sobre la búsqueda y caracterización de planetas fuera del Sistema Solar. El trabajo, titulado “La epopeya exoplanetaria: planetas gigantes, planetas rocosos”, muestra de una forma concisa el estado y los desafíos a los que se enfrenta esta apasionante empresa científica. De hecho, se enmarca en las investigaciones que estamos llevando a cabo, sobre todo dentro de la tesis de Jorge, que tengo el placer de dirigir,  y en concreto contextualiza algunos de los resultados dentro de una gran colaboración. Desde entonces hemos obtenido algunos resultados muy interesantes, e invito a la relectura de los artículos de divulgación (como el caso del exótico planeta Kepler-91) o a las notas de prensa que en su momento difundimos o en twitter (@David_Barrado).

Quisiera mostrar mi agradecimiento a la Fundación por poner a disposición de científicos, tecnólogos y divulgadores la excelente plataforma de MadrI+D, siempre en evolución y a las personas que la hacen realidad día a día. Especialmente a Carlos Magro, que  se embarcó hace tiempo en nuevas aventuras pero que fue el que me “empujó” hacia estas actividades,  a Teresa Barbado por el apoyo continuado, y, por supuesto, a todo el equipo de gente que está detrás, cuya labor no es visible pero no por ello deja de ser totalmente indispensable. También me gustaría dejar constancia de la labor de muchísima gente que a distintos niveles contribuye a diseminar el avance científico. Especialmente a Natalia Ruiz Zelmanovitch.

Aprovecho la oportunidad para resaltar la responsabilidad de todos en la tarea de crear y difundir: científicos, divulgadores, educadores, empresarios y políticos. Solo desde una colaboración y una planificación a largo plazo, únicamente desde el apoyo social, se puede conseguir una sociedad más sabia y justa, y un bienestar que alcance a todos.

Para completar el círculo, le he pedido a Jorge que nos de su visión del premio, junto con su apreciación personal sobre la ciencia y la divulgación. Que la disfruten …

David Barrado Navascués

CAB, INTA-CSIC
Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC, Madrid)

@David_Barrado

 

 

Un camino de ida y vuelta

Ilusión, tensión, emoción, decepción y vuelta a la emoción. Este es el camino de sentimientos que recorremos los científicos durante nuestras investigaciones. La ilusión de ver que un proyecto que existía sólo en tu cabeza se materializa en nuevas observaciones o experimentos, cuyos datos serán la primera piedra de esa idea inicial. La tensión de estar trabajando en esos datos pero no saber si llevarán a algún lado o si, simplemente, serán carne de papelera. La emoción de obtener resultados prometedores en los primeros análisis y creer que estás cerca de conseguirlo. La decepción de comprobar que te habías equivocado en los cálculos y los que los resultados eran erróneos. Y, finalmente, la vuelta a la emoción cuando, tras corregir esos errores y volver a hacer los cálculos obtienes finalmente un resultado que llevabas persiguiendo mucho tiempo.
Y todo esto, ¿para qué? Desde que empezó a interesarme la ciencia y, más intensamente desde que comencé mi carrera investigadora (no hace mucho), me he dado cuenta de que los resultados que obtenemos en nuestras investigaciones no pertenecen a nadie sino a todos. Los que con nuestro trabajo intentamos descifrar el porqué de los fenómenos que ocurren en la naturaleza, no somos más que un vehículo que transporta respuestas desde el mundo de lo desconocido hasta el mundo de lo conocido. Vamos trasvasando conocimiento de un mundo a otro con el principal objetivo de vaciar el primero y llenar el segundo. Y en ese viaje tenemos que ser capaces de hacer partícipes a la mayor cantidad de gente posible. Porque una sociedad culta, conocedora del medio que le rodea, es una sociedad independiente y próspera. Yo, como investigador, me siento en la obligación de divulgar ciencia y de hacerlo de una forma comprensible pero profesional, adecuando el nivel de conocimiento sin perder un ápice de rigurosidad.

Sin embargo, en España existe el sentimiento entre la comunidad científica de que los investigadores que dedican parte de su tiempo a la divulgación son científicos mediocres, que como no pueden avanzar en sus campos de estudio, se dedican a lo “fácil”. Esto es falso y grave a la vez. Y lo es por varias razones. Primero, divulgar bien es altamente complicado y exige tiempo y un conocimiento profundo de la materia. Segundo, este pensamiento se traduce en una falta de reconocimiento curricular de los científicos que dedican parte de su tiempo a la divulgación. Y esto es malo, muy malo. Así que, al igual que decimos que “sin ciencia no hay futuro”, podríamos afirmar que sin divulgación no hay ciencia. Y sin reconocimiento a los divulgadores no hay, desde luego, divulgación de calidad. Es, por tanto, de agradecer, la existencia de la plataforma MadriI+D, que lleva tiempo apoyando la divulgación científico-técnica. Una iniciativa acertada y de mucho éxito que ha de ser cumplimentada con un reconocimiento curricular por parte de los organismos competentes.

Jorge Lillo
Centro de Astrobiología
@jlillobox

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