La sostenibilidad como revolución cultural

Hace dos años iniciamos la publicación de una serie de textos desarrollados en torno a la Década de la Educación por la Sostenibilidad. Desde entonces no sólo han existido señales más alarmantes sino que se ha ido logrado una implicación de cerca de ocho mil educadores iberoamericanos en el desarrollo de prácticas educativas transversales que llevan el tema sostenibilidad al aula.

La puesta en marcha de un curso para profesores centroamericanos de la Red Centroamericana de Educación en Valores (Red CAEV) , red promovida y financiada por el Ministerio de Educación y Ciencia de España, ha obligado a una actualización de los temas de acción clave sobre los que pivota la acción de cooperación de la OEI.

Iniciamos, hoy 8 de septiembre Día Internacional de la Alfabetización, la actualización de los temas que ya fueron publicados, con el de Sostenibilidad como revolución cutural, al mismo tiempo que invitamos a educadores, científicos a adherirse personalmente y a promover la adhesión de sus centros y asociaciones al Compromiso de la Educación por la Sostenibilidad.

La sostenibilidad como revolución cultural

El concepto de sostenibilidad surge por vía negativa, como resultado de los análisis de la situación del mundo, que puede describirse como una “emergencia planetaria” (Bybee, 1991), como una situación insostenible que amenaza gravemente el futuro de la humanidad.

 Un futuro amenazado es, precisamente, el título del primer capítulo de Nuestro futuro común, el informe de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, conocido como Informe Brundtland (CMMAD, 1988), a la que debemos uno de los primeros intentos de introducir el concepto de sostenibilidad o sustentabilidad: «El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Una primera crítica de las muchas que ha recibido la definición de la CMMAD es que el concepto de desarrollo sostenible apenas sería la expresión de una idea de sentido común (sostenible vendría de sostener, cuyo primer significado, de su raíz latina “sustinere”, es «sustentar, mantener firme una cosa») de la que aparecen indicios en numerosas civilizaciones que han intuido la necesidad de preservar los recursos para las generaciones futuras.

Es preciso, sin embargo, rechazar contundentemente esta crítica y dejar bien claro que se trata de un concepto absolutamente nuevo, que supone haber comprendido que el mundo no es tan ancho e ilimitado como habíamos creído. Hay un breve texto de Victoria Chitepo, Ministra de Recursos Naturales y Turismo de Zimbabwe, en Nuestro futuro común (el informe de la CMMAD) que expresa esto muy claramente: «Se creía que el cielo es tan inmenso y claro que nada podría cambiar su color, nuestros ríos tan grandes y sus aguas tan caudalosas que ninguna actividad humana podría cambiar su calidad, y que había tal abundancia de árboles y de bosques naturales que nunca terminaríamos con ellos. Después de todo vuelven a crecer. Hoy en día sabemos más. El ritmo alarmante a que se está despojando la superficie de la Tierra indica que muy pronto ya no tendremos árboles que talar para el desarrollo humano». Y ese conocimiento es nuevo: la idea de insostenibilidad del actual desarrollo es reciente y ha constituido una sorpresa para la mayoría. Y es nueva en otro sentido aún más profundo: se ha comprendido que la sostenibilidad exige planteamientos holísticos, globales; exige tomar en consideración la totalidad de problemas interconectados a los que la humanidad ha de hacer frente y que sólo es posible a escala planetaria, porque los problemas son planetarios: no tiene sentido aspirar a una ciudad o un país sostenibles (aunque sí lo tiene trabajar para que un país, una ciudad, una acción individual, contribuyan a la sostenibilidad). Esto es algo que no debe escamotearse con referencias a algún texto sagrado más o menos críptico o a comportamientos de pueblos muy aislados para quienes el mundo consistía en el escaso espacio que habitaban.

Una idea reciente que avanza con mucha dificultad, porque los signos de degradación han sido hasta recientemente poco visibles y porque en ciertas partes del mundo los seres humanos hemos visto mejorados notablemente nuestro nivel y calidad de vida en muy pocas décadas.

La supeditación de la naturaleza a las necesidades y deseos de los seres humanos ha sido vista siempre como signo distintivo de sociedades avanzadas, explica Mayor Zaragoza (2000) en Un mundo nuevo. Ni siquiera se planteaba como supeditación: la naturaleza era prácticamente ilimitada y se podía centrar la atención en nuestras necesidades sin preocuparse por las consecuencias ambientales y para nuestro propio futuro. El problema ni siquiera se planteaba. Después han venido las señales de alarma de los científicos, los estudios internacionales… pero todo eso no ha calado en la población, ni siquiera en los responsables políticos, en los educadores, en quienes planifican y dirigen el desarrollo industrial o la producción agrícola…

Mayor Zaragoza señala a este respecto que «la preocupación, surgida recientemente, por la preservación de nuestro planeta es indicio de una auténtica revolución de las mentalidades: aparecida en apenas una o dos generaciones, esta metamorfosis cultural, científica y social rompe con una larga tradición de indiferencia, por no decir de hostilidad».

Ahora bien, no se trata de ver al desarrollo y al medio ambiente como contradictorios (el primero «agrediendo» al segundo y éste «limitando» al primero) sino de reconocer que están estrechamente vinculados, que la economía y el medio ambiente no pueden tratarse por separado. Después de la revolución copernicana que vino a unificar Cielo y Tierra, después de la Teoría de la Evolución, que estableció el puente entre la especie humana y el resto de los seres vivos… ahora estaríamos asistiendo a la integración ambiente-desarrollo (Vilches y Gil, 2003). Podríamos decir que, sustituyendo a un modelo económico apoyado en el crecimiento a ultranza, el paradigma de economía ecológica que se vislumbra plantea la sostenibilidad de un desarrollo sin crecimiento, ajustando la economía a las exigencias de la ecología y del bienestar social global (Ver crecimiento económico y sostenibilidad).

Son muchos, sin embargo, los que rechazan esa asociación y señalan que el binomio “desarrollo sostenible” constituye una contradicción, una manipulación de los “desarrollistas”, de los partidarios del crecimiento económico, que pretenden hacer creer en su compatibilidad con la sostenibilidad ecológica (Naredo, 1998; García, 2004).

La idea de un desarrollo sostenible, sin embargo, no tiene nada que ver con ese desarrollismo y significa, como señala Maria Novo (2006), «situarse en otra óptica; contemplar las relaciones de la humanidad con la naturaleza desde enfoques distintos». Se trata de un concepto que parte de la suposición de que puede haber desarrollo, mejora cualitativa o despliegue de potencialidades, sin crecimiento, es decir, sin incremento cuantitativo de la escala física, sin incorporación de mayor cantidad de energía ni de materiales. Con otras palabras: es el crecimiento lo que no puede continuar indefinidamente en un mundo finito, pero sí es posible el desarrollo. Posible y necesario, porque las actuales formas de vida no pueden continuar, deben experimentar cambios cualitativos profundos, tanto para aquéllos (la mayoría) que viven en la precariedad como para el 20% que vive más o menos confortablemente. Y esos cambios cualitativos suponen un desarrollo (no un crecimiento) que será preciso diseñar y orientar adecuadamente.

Precisamente, otra de las críticas que suele hacerse a la definición de la CMMAD es que, si bien se preocupa por las generaciones futuras, no dice nada acerca de las tremendas diferencias que se dan en la actualidad entre quienes viven en un mundo de opulencia y quienes lo hacen en la mayor de las miserias. Es cierto que la expresión “… satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades» puede parecer ambigua al respecto. Pero en la misma página en que se da dicha definición podemos leer: “Aun el restringido concepto de sostenibilidad física implica la preocupación por la igualdad social entre las generaciones, preocupación que debe lógicamente extenderse a la igualdad dentro de cada generación”. E inmediatamente se agrega: “El desarrollo sostenible requiere la satisfacción de las necesidades básicas de todos y extiende a todos la oportunidad de satisfacer sus aspiraciones a una vida mejor”. No hay, pues, olvido de la solidaridad intrageneracional (Ver reducción de la pobreza).

Algunos cuestionan la idea misma de sostenibilidad en un universo regido por el segundo principio de la termodinámica, que marca el inevitable crecimiento de la entropía hacia la muerte térmica del universo. Nada es sostenible ad in eternum, por supuesto… y el Sol se apagará algún día… Pero cuando se advierte contra los actuales procesos de degradación a los que estamos contribuyendo, no hablamos de miles de millones de años sino, desgraciadamente, de unas pocas décadas. Preconizar un desarrollo sostenible es pensar en nuestra generación y en las futuras, en una perspectiva temporal humana de cientos o, a lo sumo, miles de años. Ir más allá sería pura ciencia ficción. Como dice Ramón Folch (1998), “El desarrollo sostenible no es ninguna teoría, y mucho menos una verdad revelada (…), sino la expresión de un deseo razonable, de una necesidad imperiosa: la de avanzar progresando, no la de moverse derrapando”. Hablamos de sostenibilidad “dentro de un orden”, o sea en un período de tiempo lo suficientemente largo como para que sostenerse equivalga a durar aceptablemente y lo bastante acotado como para no perderse en disquisiciones.

Cabe señalar que todas esas críticas al concepto de desarrollo sostenible no representan un serio peligro; más bien, utilizan argumentos que refuerzan la orientación propuesta por la CMMAD y el “Plan de Acción” de Naciones Unidas (Agenda 21) y salen al paso de sus desvirtuaciones. El autentico peligro reside en la acción de quienes siguen actuando como si el medio pudiera soportarlo todo… que son, hoy por hoy, la inmensa mayoría de los ciudadanos y responsables políticos. No se explican de otra forma las reticencias para, por ejemplo, aplicar acuerdos tan modestos como el de Kioto para evitar el incremento del efecto invernadero. Ello hace necesario que nos impliquemos decididamente en esta batalla para contribuir a la emergencia de una nueva mentalidad, una nueva forma de enfocar nuestra relación con el resto de la naturaleza. Como ha expresado Bybee (1991) la sostenibilidad constituye «la idea central unificadora más necesaria en este momento de la historia de la humanidad».

Por esa razón, Naciones Unidas, frente a la gravedad y urgencia de los problemas a los que se enfrenta hoy la humanidad, ha instituido una Década de la Educación para un futuro sostenible (2005-2014), designando a UNESCO como órgano responsable de su promoción y encareciendo a todos los educadores a asumir un compromiso para que toda la educación, tanto formal (desde la escuela primaria a la universidad) como informal (museos, medios de comunicación…), preste sistemáticamente atención a la situación del mundo, con el fin de fomentar actitudes y comportamientos favorables para el logro de un desarrollo sostenible.

Referencias en este resumen

BYBEE, R. W. (1991). Planet Earth in crisis: how should science educators respond? The American Biology Teacher, 53 (3), 146-153.
COMISIÓN MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE Y DEL DESARROLLO (1988). Nuestro Futuro Común. Madrid: Alianza.
GARCÍA, E. (2004). Medio ambiente y sociedad. La civilización industrial y los límites del planeta. Madrid: Alianza Editorial.
FOLCH, R. (1998). Ambiente, emoción y ética. Barcelona: Ed. Ariel.
NAREDO, J. M. (1998). Sobre el rumbo del mundo. En Sánchez Ron, J. M. (Dtor.), Pensamiento Crítica vs. Pensamiento único. Madrid: Debate.
Pensamiento único. Madrid: Debate.
NOVO, M. (2006). El desarrollo sostenible. Su dimensión ambiental y educativa. Madrid: UNESCO-Pearson. Capítulo 3.
VILCHES, A. y GIL, D. (2003). Construyamos un futuro sostenible. Diálogos de supervivencia. Madrid: Cambridge University Presss. Capítulo 6.

Cita recomendada

VILCHES, A., GIL PÉREZ, D., TOSCANO, J.C. y MACÍAS, O. (2006). «La sostenibilidad como revolución cultural» [artículo en línea]. OEI. [Fecha de consulta: dd/mm/aa].
<http://www.oei.es/decada/accion000.htm>

 

Algunos enlaces de interés

Década por una Educación para la Sostenibilidad
Declaración de Johannesburgo sobre Desarrollo Sostenible
Naciones Unidas, Agenda 21
Naciones Unidas, Departamento de Economía y Asuntos Sociales División para el Desarrollo Sostenible
Observatorio de Sostenibilidad de España (OSE)
UNESCO, OREALC, Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible
Unión Europea, Desarrollo Sostenible
Naciones Unidad División de Desarrollo Sostenible Programa 21
Agenda 21 Local, Portal de los pueblos y ciudades sostenibles
Ambiente y desarrollo en América Latina
Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos

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3 comentarios

  1. hola como estas , me gusto mucho el enfoque que manejaste y me interesa conectarme contigo para dar viavilidad a un proywcto de energia eolica en la guajira y se busca manejar , como base la sustentavilidad , en el proceso de generacion de nuevas tecnilogias electricas.

  2. Lo siento si mi español está escrito mal! He estado pensando acerca de la sostenibilidad cultural y aquí está mi punto de vista …

    En estos días, cuando la gente de hablar de negocios acerca de la sostenibilidad, se refieren a la sostenibilidad ambiental. Tradicionalmente, el medio ambiente era un factor externo que fue ignorada. Más y más, con las conversaciones de "carbono neutral", la gente está comenzando a pensar sobre lo que significa para el medio ambiente sostenible. Al mismo tiempo, una empresa puede ser el medio ambiente y destruir completamente las economías locales y otros aspectos de la cultura a través de sus movimientos.

    Para mí, la idea de "sostenibilidad cultural" se trata de empresas cuyas acciones compensar las consecuencias de su presencia (o la desaparición). Por ejemplo, cuando las grandes empresas abandonan las ciudades que han sido durante años y donde toda la ciudad gira en torno a ellos, su movimiento tiene una enorme fuerza destructiva culturalmente. ¿Cómo contrarrestar esto de una manera funcional? ¿Cómo se recibe considera una externalidad que se debe tener en? (Antes era a través de prestaciones de despido y las pensiones que mantenía sin importar lo que iba … esto ya no es considerada como crítica.) Las grandes empresas que entran en una ciudad y fuera del negocio una variedad de comerciantes locales tienen otro tipo de culturalmente las prácticas destructivas. Por ello, las conversaciones en torno a Wal-Mart recibe tan candentes: el capitalismo frente a la sostenibilidad cultural.

    Compañías, cuando eran más pequeños y locales, hubo presiones que sobre ellos para ser buenos ciudadanos locales. Ellos invirtieron en las ciudades donde estaban presentes y explotados como actores clave en la creación de sistemas culturalmente sostenible. Es normal para una empresa para ayudar con un evento de la escuela local, porque la educación tiene sentido para la empresa, porque significaba mejores empleados. Como las empresas se hacen más grandes y más grandes (y "globalizado"), hay menos presión para ser invertidos en la cultura. Incluso si hay, lo que la cultura van a invertir en cuando son tan grandes? Sobre todo, las grandes empresas dan a las comunidades con fines de relaciones públicas.

    Hay numerosos puntos de presión que se ejerce sobre las empresas en este momento para ser ambientalmente sostenible, pero este no es el único tipo de sostenibilidad que importa. Dicho esto, hay lecciones que aprender. Durante mucho tiempo, la conversación tiende a recaer en el capitalismo frente a la sostenibilidad ambiental. Más y más gente está diciendo que tanto y encontrar maneras de hacer ese trabajo. ¿Cómo podemos hacer esto con la sostenibilidad cultural? ¿Qué puntos de presión es necesario poner en su lugar, donde la cultura es evaluada como una externalidad en los modelos que los economistas elaborar?

    http://www.smokelesscigarettefreetrial.com/

  3. Hablar de desarrollo sostenible es tan complejo ,por el tipo de sociedad,polìtica,costumbres y realidad de cada individuo dentro de su propia vivencia polìtica,pero lo cierto y real es que todos estamos comprometidos a luchar por la vida de todos por que la tierra es uno solo donde todos estamos inmersos y ya es hora de unir esfuerzos y dejar el egoismo ,divionismo,polìticas discrepantes que solo trae sufrimiento y pena a los mas necesitados y al medio de ellos los niños y niñas que son el presente y el futuro incierto .Todos debemos trabajar y cambiar por la calidad de vida de todos y para todos.

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