¿Emergencia planetaria… o catastrofismo ecologista?

Por Amparo Vilches y Daniel Gil Pérez

Universitat de València, España. CIMA (Científicos por el Medio Ambiente).

Lo sabemos. Lo hemos leído y escuchado numerosas veces procedente de voces expertas. Estamos viviendo una situación de auténtica emergencia planetaria (Bybee, 1991), caracterizada por un conjunto de problemas estrechamente vinculados y que se potencian mutuamente (Duarte, 2006), como consecuencia, entre otros, de un enorme crecimiento económico y demográfico: desde el agotamiento de recursos fundamentales a una contaminación sin fronteras que está contribuyendo a la degradación de todos los ecosistemas, a una pérdida creciente de biodiversidad y diversidad cultural y amenaza con un cambio climático cuyas consecuencias, que empiezan a ser visibles, pueden conducir al colapso de nuestras civilizaciones (Diamond, 2005). Sin olvidar los crecientes desequilibrios que contribuyen a que miles de millones de personas vivan hoy en condiciones de insoportable miseria y que están potenciando numerosos conflictos y violencias. Por ello desde la comunidad científica se ha planteado la necesidad de convertir el siglo XXI en el siglo del medioambiente, orientando los esfuerzos hacia la resolución de los problemas socioambientales que amenazan nuestra supervivencia (Lubchenco, 1998). Por ello también, Naciones Unidas ha instituido «La década de la educación por un futuro sostenible» (www.oei.es/decada), reclamado a los educadores de todos los niveles y áreas, tanto de la educación formal como de la no reglada (museos, media…) que contribuyan a formar ciudadanas ciudadanos conscientes de la gravedad de los problemas y preparados para participar en la toma de decisiones fundamentadas.

Pero sabemos también que, a pesar de estos llamamientos, nos enfrentamos a una falta de respuesta de la mayor parte de la ciudadanía y de sus responsables políticos. No parece que preocupe demasiado seriamente la problemática medioambiental (en su sentido más amplio de medio ambiente humano, que extiende su atención a las dimensiones sociales). Cabe preguntarse, pues, si no habrá razones que justifiquen esta pasividad… o que merezcan ser discutidas para lograr la implicación ciudadana, si seguimos pensando que la situación exige de manera urgente un cambio profundo de comportamientos y la adopción de medidas correctoras. En lo que sigue sintetizaremos algunos argumentos que escuchamos y vemos recogidos reiteradamente en los medios de comunicación, que podrían justificar esta falta de respuesta:

• Los propios científicos no se ponen de acuerdo en cuestiones clave como el cambio climático: algunos opinan que es debido a la acción humana (quema de combustibles fósiles, deforestación, etc.), mientras otros hablan de causas estrictamente naturales, como la actividad solar, que ya originaron en el pasado glaciaciones y períodos interglaciares. En este último caso, obviamente, no tendría sentido luchar contra el cambio climático y se trataría tan solo de adaptarse al mismo.

• No parece sensato, en todo caso, que en situaciones de profunda crisis económica como la que estamos viviendo, se financien causas “científicamente cuestionables” como la lucha contra el cambio climático.

• Las propuestas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y demás medidas de protección del medioambiente como la prohibición de plaguicidas, el poner fin a la tala descontrolada, etc., se oponen al crecimiento económico necesario para sacar de la pobreza a miles de millones de seres humanos. Son propuestas de un “Norte” insolidario que antepone su bienestar al hambre y falta de condiciones aceptables de vida en el “Sur”.

• Los cambios que preocupan, como el aumento de las temperaturas, son lentos y moderados, por lo que se traducirán en efectos también paulatinos y moderados que permitirán adaptarse a los mismos. No tiene sentido generar tanta preocupación.

• Los problemas que puede generar el desarrollo tecnocientífico serán resueltos, como ha sucedido siempre, por la propia tecnociencia. Se trata, pues, de dejar que los expertos actúen, sin interferencias injustificadas.

Seguro que argumentos como éstos son conocidos por quienes lean esta breve nota; y pueden agregar otros que ayuden a justificar a quienes niegan la gravedad de la situación. Pero también es posible que estos argumentos no les parezcan lo suficientemente fundamentados y crean conveniente replicar a los mismos, saliendo al paso de los obstáculos que están impidiendo la implicación de la ciudadanía. Nosotros –no queremos ocultarlo- nos encontramos entre estos últimos, pero nos encantará dialogar con otros y otras colegas, sean cuales sean sus puntos de vista al respecto.


Referencias bibliográficas

Bybee, R. (1991): «Planet Earth in Crisis: How Should Science Educators Respond?», The American Biology Teacher, 53 (3), pp. 146-153.

Diamond, J. (2005): Colapso, Barcelona, Debate.

Duarte, C. (2006): Cambio Global. Impacto de la actividad humana sobre el sistema Tierra, Madrid, CSIC.

Lubchenco, J. (1998): «Entering the Century of the Environment: A New Social Contract for Science», Science, 279, pp. 491-497.

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2 comentarios

  1. […] Lo sabemos. Lo hemos leído y escuchado numerosas veces procedente de voces expertas. Estamos viviendo una situación de auténtica emergencia planetaria (Bybee, 1991), caracterizada por un conjunto de problemas estrechamente vinculados y que se potencian mutuamente (Duarte, 2006), como consecuencia, entre otros, de un enorme crecimiento económico y demográfico: desde el agotamiento de recursos fundamentales a una contaminación sin fronteras que está contribuyendo a la degradación de todos los ecosistemas, a una pérdida creciente de biodiversidad y diversidad cultural y amenaza con un cambio climático cuyas consecuencias, que empiezan a ser visibles, pueden conducir al colapso de nuestras civilizaciones (Diamond, 2005). Sin olvidar los crecientes desequilibrios que contribuyen a que miles de millones de personas vivan hoy en condiciones de insoportable miseria y … [Seguir leyendo…] blogs madri+d Master Site Feed […]

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