Exposición Los Muertos y las Muertas. Greguerías de Ramón Gómez de la Serna sobre la Muerte.

Para consuelo de los hombres ha puesto Dios esa

rasgada risa que queda en la calavera, pero

los hombres son tan pedantes que no quieren

admitir esa risa que de los que más se

reirá será de ellos mismos, de los seriecistas,

que lograron que fuese ajena a ellos su propia

risa calaveral, pagando así el que no supieron

encontrar su afinidad.

Los muertos y las muertas y otras fantasmagorías

 

 

Los muertos y las muertas es una exposición de cuarenta dibujos que ilustran textos de Ramón Gómez de la Serna sobre el asunto de la muerte. Son en su mayor parte textos escogidos de una de las obras maestras del ramonismo, Los muertos y las muertas y otras fantasmagorías, aunque también incluye una docena de greguerías tomadas de otros libros y antologías.

 

Estas cuarenta ilustraciones intentan ofrecer una breve muestra de las infinitas variaciones que Ramón plantea en torno al concepto de la muerte, a lugares, objetos y sujetos de la muerte: los cementerios, nichos y ataúdes, las lápidas y los epitafios, los cráneos y las calaveras, los esqueletos y los osarios, los muertos y las muertas. La exposición pretende ser una invitación a la lectura de un libro que, como afirmaba Pedro Salinas, contiene “algunas de las páginas mejores que ha escrito Ramón”.

 

En su ensayo Gravedad e importancia del humorismo, al reflexionar sobre el humor español, apuntaba Ramón: “El humorismo español está dedicado a pasar el trago de la muerte, y de paso para atravesar mejor el trago de la vida” (…) “El mayor reactivo de la vida, lo que la ataca en lo entrañable es este contraste entre la risa y el llanto, entre la vida y la muerte” (…) “El humorismo debe ser esa explosión de realidad inevitable que surge en las fiestas y en los funerales, como comentario definitivo del vivir, como preparando al mundo para bien morir”. Y es Los muertos y las muertas el libro en el que Ramón se aplica con mayor empeño en ese comentario, acompañado por la sombra de Quevedo, con el que parece dialogar en cada una de sus páginas, en mil variaciones de ingenio admirable.

 

Los objetos y la muerte. La lectura de Los muertos y las muertas, corrobora la observación de José-Carlos Mainer cuando escribe: “por mucho que hable de humor, la esencia de Ramón es la desazón”. Desazón con mayúsculas ante la muerte, que convierte al hombre en un objeto más de ese Rastro gigantesco que es el mundo. Un objeto que –como aquella otra multitud de cosas de las que hace inventario en sus páginas– parece haber perdido su significado en el mundo moderno que da la espalda a la muerte, que pretende ocultar al muerto.

 

Para Pedro Salinas Los muertos y las muertas ilumina una de las claves del ramonismo: “La afición de Ramón a tantas y tantas cosas que parecen muertas, definitivamente terminadas, ese juego con las cosas que ya no existen, revelaba en sus fondos un formidable deseo de vitalidad y existencia. Era expresivo de la constante tragedia de agregación y desagregación por que pasan en el mundo seres y cosas, de esa lucha entre la vida y la muerte que Ramón Gómez de la Serna ha tratado ahora con visión más amplia y con más grave alegría que nunca”.

 

Tal vez fue César González Ruano quien –precisamente en la hora de la muerte del escritor–descubrió el secreto de esa obsesiva presencia de la muerte en la obra de Ramón: “Ramón estaba muerto hace mucho tiempo. Sólo un muerto puede entender tan estremecedoramente la vida”. “Ramón rondaba la muerte bastante antes de lanzar su Automoribundia.

 

Tenía miedo al dolor, como los niños. Pero no al sueño, al que los niños tampoco tienen miedo.”

 

David Vela

 

N.R: Ver Galería David Vela

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