La navegación interestelar: mensajes en el océano galáctico
Si durante los siglos XVI-XVIII era complejo navegar por las procelosas aguas del Atlántico y del Pacifico, sobre todo antes de que la astronomía diera con la solución de la determinación de la posición, ¿cómo se puede viajar a través del espacio? Específicamente, ¿cómo discernir la localización en las inmensas oscuridades interestelares? Esta no es una pregunta completamente retórica, porque ya hay varias naves que están en los confines del Sistema Solar o ya han salido de él, y en algún caso siguen transmitiendo datos.
La primera sonda que alcanzó la velocidad de escape del Sistema Solar, rompiendo la atadura gravitacional del Sol, fue la Pioneer 10, lanzada el 3 de marzo de 1972, con destino Júpiter. Su máxima aproximación al planeta fue el 4 de diciembre del siguiente año. Tomó varios centenares de impresionantes fotografías y usó al gigante gaseoso como una catapulta gravitacional para incrementar su velocidad y ser acelerada hacia los confines de nuestro sistema planetario y continuar su viaje, ya interestelar. El mismo mecanismo sería usado por su gemela, la Pioneer 11, que, además de Júpiter, también pasaría junto a Saturno; y sus herederas, las sondas Voyager 1 y 2. Esta última visitaría además Urano y Neptuno, además de los otros dos planetas gigantes. Estas dos naves siguen enviando información de vuelta a casa.
Los cuatro ingenios contienen, además de instrumentación científica, información que permite localizar su punto de lanzamiento. Esto es, en cierto modo son mensajes en una botella, misivas que contienen un mapa e información muy interesante, que necesitaría ser interpretada si alguien allende los mares siderales llega a tener acceso a la misma. Un puzzle interestelar …
En el caso de las Pioneer, se incluyó una placa con figuras de dos seres humanos, la propia sonda en la misma escala, una representación de la estructura hiperfina del hidrógeno, cuya emisión se utiliza como trazador del gas a grandes escalas y que proporciona una referencia universal de distancia, la estructura del Sistema Solar, y el mapa que permite localizarlo dentro de la Galaxia.
Para ello se haya representada la localización relativa del Sol respecto de catorce púlsares o estrellas de neutrones. Esto es, estos astros, que fueron estrellas masivas que terminaron su vida en explosiones cataclísmicas, actúan como sistema de referencia de la posición. Se incluye también la distancia respecto al plano de la Galaxia y los periodos característicos de los púlsares, que rotan extraordinariamente rápidos pero de una manera decreciente de una forma bien conocida. Por tanto, no solo se podría identificar la posición del Sistema Solar en el espacio, sino también en el tiempo, ya que los púlsares actúan también como relojes cósmicos.
Cierto es que la interpretación de esta información no es obvia, pero sí es innegable que en este caso los púlsares funcionan como faros que iluminan sobre la ruta a seguir. Un largo camino desde Alejandría y sobre todo desde los tiempos míticos de la navegación de los aqueos y los argonautas.
David Barrado Navascués
CAB, INTA-CSIC
Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC, Madrid)
@David_Barrado
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