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08/03/2005  
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Centro Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL II), Universidad de Alcalá
Recuperando el pasado romano

Un equipo hispano-luso-alemán formado por 40 profesores recupera el pasado romano de la Península a través de las inscripciones latinas anteriores al siglo VIII

Reunir y clasificar todas las inscripciones latinas de la Península Ibérica, y difundirlas a través de la publicación de un Corpus y de una página web es la razón de ser del Centro Corpus Inscriptionum Latinarum II (CIL II), fundado por la Kommission für Alte Geschichte und Epigraphik des Deutschen Archäologischen Instituts (Comisión de Historia Antigua y Epigrafía del Instituto Arqueológico Alemán) de Múnich y afincado en la Universidad de Alcalá. En coordinación con otros centros españoles y alemanes, y bajo la dirección del Dr. Armin Stylow, del Instituto Arqueológico Alemán, el Centro CIL II desarrolla su actividad en el solar de la antigua Complutum, municipio romano del que formaba parte la actual Madrid. El Prof. José Luis Moralejo Álvarez es uno de los patronos españoles del Centro CIL II y el responsable del proyecto destinado a rescatar y divulgar el pasado epigráfico de la Comunidad.

Sabrina Bagarella
José Luis Moralejo Álvarez


En 1858 Theodor Mommsen, el célebre historiador y epigrafista alemán de la Academia Prusiana, le encomendó a su discípulo Emil Hübner la que sería la obra más importante de su carrera: la edición del volumen correspondiente a Hispania (el II) del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL). El CIL era -y sigue siendo- un gigantesco proyecto dirigido a editar todas las inscripciones latinas del Imperio Romano, puesto en marcha por el propio Mommsen en 1854. Siguiendo su metodología, el volumen de Hispania debía contener todas las inscripciones latinas antiguas de la Península Ibérica, excepto las cristianas.

La investigación de Hübner, en su viaje de marzo de 1860 a octubre de 1861, dio como resultado el primer Corpus de Hispania, el cual fue publicado en 1869. Nuevos hallazgos arqueológicos y la fundación de museos provinciales que recogían inscripciones antes dispersas motivaron tres viajes más en la década de los 80 y la publicación del Supplementum en 1892. Hasta la publicación de la obra de Hübner no había ninguna obra similar en la Península Ibérica.
Armin Stylow descifrando una inscripción

El Corpus de Hübner con su Supplementum contiene unas 7000 inscripciones latinas no cristianas, estructuradas geográficamente, según la división administrativa romana establecida por Augusto, en las provincias de Lusitania, Bética e Hispania Citerior, y dentro de las mismas sus respectivos conventus jurídicos. Hübner también nos legó el primer corpus de inscripciones cristianas antiguas y medievales, el primero de inscripciones prerromanas, así como un buen número de monográficos publicados en revistas alemanas, italianas, portuguesas y españolas.

José Luis Moralejo Álvarez es el investigador responsable del proyecto Cultura material y cultura escrita en la Comunidad de Madrid: del Mundo Clásico al Humanismo Renacentista, que realiza el equipo del Centro CIL II de la Universidad de Alcalá con financiación de la Comunidad de Madrid. Como explica el Prof. Moralejo, esta investigación forma parte del trabajo para la reedición, corregida y aumentada, del Corpus Inscriptionum Latinarum II, que triplicará el número de inscripciones publicadas por Hübner.

Las inscripciones objeto de estudio son aquellas cuya elaboración estuvo comprendida entre la Edad Antigua (Imperio Romano) y la invasión árabe del siglo VIII. "Esto se debe a que la tradición romana en la epigrafía se mantiene durante todo ese espacio de tiempo", explica Helena Gimeno, miembro del equipo. El título de este proyecto, sin embargo, alude al Humanismo Renacentista porque se toman en consideración los testimonios de los "anticuarios", especialistas y viajeros del Renacimiento que tuvieron ocasión de ver y de estudiar inscripciones latinas que no han llegado a nuestros días. "Nuestro Corpus - el nuevo CIL II- contiene más de 22.000 inscripciones, incluyendo fotografías, calcos o bien dibujos de cada una de ellas".
Inscripción funeraria de Complutum. (Archivo CIL II)

El objetivo del trabajo del Centro CIL II es completar el nuevo Corpus Inscriptionum Latinarum II a través de la investigación primaria sobre inscripciones existentes en calzadas romanas, iglesias, museos, colecciones privadas y yacimientos arqueológicos de reciente excavación, y sobre el vaciado de fuentes secundarias tales como manuscritos, cuadernos de viajes y estudios de anticuarios humanistas. Asimismo, el proyecto incluye la divulgación de este patrimonio a través de una página web que el doctor Moralejo califica de "guía humanística de Madrid".

"Podríamos decir que en el campo actual de las humanidades, la reelaboración del Corpus es uno de los proyectos de mayor talla internacional", opina el filólogo, a la vez que señala también que en otros países grupos multinacionales están llevando a cabo nuevas ediciones o suplementos a los correspondientes volúmenes del Corpus y que el conjunto de la empresa está dirigido por el reconocido historiador y epigrafista Géza Alföldy, Profesor emérito de la Universidad de Heidelberg, distinguido con el Premio Leibniz, desde la Academia de las Ciencias de Berlín-Brandeburgo. La redacción de los tomos del nuevo volumen II, correspondiente a Hispania, depende de grupos de trabajo con sedes en Barcelona, Heidelberg y Alcalá-Munich, los cuales se especializan en conventus jurídicos determinados.

Al estudio de la epigrafía del municipium de Complutum, que incluía gran parte de la actual Comunidad de Madrid, se dedica el grupo de trabajo Alcalá-Munich, dirigido por el Dr. Armin Stylow, quien ya en 1986 había completado un ciclo de estudio y recopilación de documentación de carácter epigráfico de Hispania que continúa hasta el presente. "Cuando Hübner realizó su obra contó con la colaboración de muchos académicos españoles pero una buena parte de las inscripciones se las proporcionó gente de pueblo que permaneció en el anonimato. Hoy los investigadores españoles colaboramos en pie de igualdad con nuestros compañeros alemanes y de otros países", señala Moralejo, quien considera que, en todo caso, el equipo alemán aporta "un especial saber hacer" gracias a su tradición y experiencia en este tipo de investigaciones.
Helena Gimeno revisando los archivos del CIL II

Por lo demás, en relación con los trabajos del CIL II o independientemente de ellos, se ha despertado en los últimos decenios un renovado interés por las inscripciones romanas de la Península Ibérica, que ha generado un buen número de importantes publicaciones tales como el Corpus de Inscripciones Latinas de Andalucía, los de las de Cataluña, León y otras regiones, o el anuario Hispania Epigraphica (1989). "La epigrafía tiene un pie en la arqueología y otro en la filología", comenta el filólogo, destacando la importancia de los hallazgos arqueológicos de los últimos años en el progreso del proyecto del cual forma parte.

Tras las inscripciones de Madrid

Madrid, enclavada en el territorio de Complutum, fue la villa elegida por Felipe II para capital de su reino. Ya antes de esta elección, los cronistas y asesores de su padre, tanto españoles como de otros lugares de Europa, intentaron buscarle a la villa un pasado romano e identificar su nombre antiguo. "Los nobles se empeñaron en buscar el pasado ilustre de las ciudades que regentaban", comenta Helena Gimeno, historiadora y epigrafista del Centro CIL II. Prestigiosos humanistas viajaron por la Península recogiendo inscripciones, monedas y otros objetos de la antigüedad, mientras la nobleza competía por nutrir sus bibliotecas y colecciones particulares. Ya en ese momento podemos hablar de algunos manuscritos epigráficos y de ediciones que divulgaban algunos de los hallazgos en poder de la Corte y la Iglesia.

Después de su primera edición científica por Emil Hübner, en el volumen II del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL), 1869; en el Supplementum 1892, en sus Inscriptiones Hispaniae Christianae (IHC) y en los suplementos en Ephemeris Epigraphica IX (EE), las inscripciones latinas antiguas procedentes del territorio de la Comunidad Autónoma de Madrid han sido objeto de varias publicaciones en años recientes. Según la información facilitada por el Centro CIL II, la obra básica de referencia sigue siendo el corpus de R. C. Knapp, Latin Inscriptions from Central Spain publicado por la Universidad de California a principios de los noventa, al que el libro de Mª Ruiz Trapero, Inscripciones Latinas de la Comunidad de Madrid (siglos I- VIII) editado en Madrid en 2001, no añade más que una inscripción. Ambas obras incluyen documentación gráfica completa.

Ya en tiempos de Felipe II se buscaban pruebas sobre el pasado ilustre de Madrid, enclavada en la antigua Complutum

La información que nos facilita el Centro CIL II también señala un trabajo de 1994 dedicado a Complutum, el conjunto epigráfico más importante de la provincia de Madrid, de María José Rubio Fuentes, Catálogo epigráfico de Alcalá de Henares, autora que, en su tesis doctoral inédita La Historia en piedras. Inscripciones y lápidas de la comarca complutense (s. I - XIX), leída en 1999 en la Universidad de Alcalá, rebasa los límites de su publicación anterior territorial y cronológicamente. Por sus excelentes fotografías cabe destacar el catálogo de la exposición Complutum. Roma en el interior de la Península Ibérica que tuvo lugar en Alcalá de Henares del 18 de Mayo al 26 de Julio de 1998. A esas obras hay que añadir el corpus de J. M. Abascal Palazón, "Epigrafía romana de la provincia de Guadalajara", con los suplementos del mismo autor, puesto que el territorio (ager) de la antigua ciudad de Complutum, localizada en los arrabales occidentales de la actual Alcalá de Henares, si bien por un lado solamente comprendía una parte -aunque la mayor- de la moderna provincia de Madrid, por otro excedía sus límites prolongándose hacia el este, por donde incluía una amplia franja de la provincia de Guadalajara.

Según Helena Gimeno, fijar la extensión del antiguo ager de Complutum no es tarea fácil por la falta de datos y de marcados accidentes naturales, pudiéndose afirmar solamente que el ager complutense colindaba con los territorios de Ercávica (cerca de Cañaveruelas, Cuenca) por el este y de Segontia (Sigüenza, Guadalajara) por el noreste. Más seguro es, por el contrario, el límite por el norte donde debe de haber coincidido con las cumbres de las sierras de Ayllón y de Guadarrama, más allá de las cuales se hallaban los territorios de los municipios de Duratón/Sepúlveda y de Segovia.

Mientras que en las ediciones de Hübner las inscripciones de Complutum y su territorio apenas superaban las cincuenta, su número se ha triplicado, llegando a 164 las que pueden consultarse en la página web del Centro CIL II. Respecto a las ediciones anteriores lo más novedoso que aquí se presenta son las bellotas de plomo de la zona de Guadalajara con los eslóganes políticos del procónsul rebelde Sertorio, así como la serie de grafitos que, además de lo que aportan a la onomástica antigua, son el testimonio mas fehaciente del índice de alfabetización de la sociedad de Complutum. La mayoría de los nombres incisos en diversos objetos, normalmente de cerámica, muestran que sus dueños eran esclavos o libertos que, desde luego, sabían escribir y, a veces, de una forma muy perfecta. El resto de los epígrafes complutenses conforman también un rico y variado conjunto tanto de soportes como de textos, donde onomástica, gentilidades, dioses, cargos municipales y formularios sepulcrales son el testimonio de la realidad de una parte de los habitantes de la zona noreste de la actual Comunidad de Madrid en época antigua.

Los anticuarios y la Universidad Complutense

Según la información proporcionada por el Centro CIL II, "Antiquarius" era el sobrenombre adoptado por Ciriaco de Pizzicolli, el primer indagador de la Antigüedad que en el siglo XV tuvo la clarividencia y la conciencia de que los monumentos antiguos debían ser preservados y descritos para la posteridad; y ese sobrenombre es el mismo que utilizaron los humanistas y eruditos de los siglos XVI y XVII para designar al individuo que sentía la "pasión por el mundo clásico y por sus antigüedades". El desarrollo de la ciencia a partir de mediados del siglo XIX, que conllevó la diferenciación y especialización de las distintas disciplinas, afectó al término "anticuario", pues otros vocablos vinieron a hacerle la competencia: arqueólogos y filólogos clásicos, epigrafistas, numismáticos, o historiadores de la Edad Antigua y del Arte Antiguo abordan el estudio e investigan sobre la Antigüedad desde técnicas y metodologías propias.

Los anticuarios y la Universidad hicieron posible el rescate del mundo clásico en la Península Ibérica y el estudio de la epigrafía latina

A pesar de ello, la palabra "anticuario" continúa vigente: en el siglo XXI sigue designando al académico encargado del Gabinete de Antigüedades de la Academia de la Historia así como a la persona que "hace profesión o estudio particular del conocimiento de las cosas antiguas" (Diccionario de la lengua española, RAE, Madrid 2001) y es esta definición la que el Centro CIL II ha aplicado a los "anticuarios complutenses": cualquiera que directa o indirectamente, entre los siglos XVI y XVIII, se ocupara de las inscripciones de Complutum y su territorio. "Los anticuarios permitieron recuperar el pasado ilustre de las ciudades. En el caso de Complutum, que no contó con familias nobles interesadas por sacar a la luz su riqueza arqueológica - a diferencia de Extremadura, por ejemplo, que contó con los Zúñiga-, tuvo que ser la Universidad la que se encargara de rescatar su antiguo esplendor" , señala Gimeno.

La Universidad Complutense fue fundada con un programa ideológico que permitió la puesta en práctica de la renovación cultural que ya se había producido en otros lugares de Europa y que en España -no por falta de anticuarios formados en el humanismo europeo-, las viejas universidades se resistían a adoptar. Este hecho resultó crucial para el estudio de la epigrafía hispánica. El cardenal Ximenez de Cisneros, con el objetivo prioritario de crear una minoría selecta de filólogos-historiadores que construyese el soporte histórico necesario para la legitimación de la monarquía hispana y su imperio así como el de la Iglesia primitiva hispana, intentó que impartiesen en ella docencia los mejores maestros del momento en materia de antigüedad y lenguas latina, griega y hebrea, fuera cual fuese su nacionalidad. La arqueología, pero sobre todo la epigrafía y la numismática se convirtieron en útiles habituales de los talleres de filólogos, historiadores, cronistas y artistas.

El Centro CIL II destaca que a la Universidad Complutense acudió, entre otros, Antonio de Nebrija, uno de los primeros humanistas hispanos que utilizó la epigrafía latina antigua como documento filológico, histórico y geopolítico, y que se preocupó por los monumentos romanos desde el punto de vista arqueológico. De su doctrina anticuaria se impregnarían las primera generaciones de humanistas que salieron de la universidad y que, como cuerpo de elite, alcanzarían los más altos cargos, entre ellos el de cronista o historiógrafo del reino. Así en el siglo XVI quiénes se dedicaron a las antigüedades hispanas y, en concreto a la epigrafía, de alguna manera pasaron por el tamiz complutense bien directamente bien por las enseñanzas recibidas de maestros que en dicha universidad hubieran estudiado.

Avanzando a pesar de las complicaciones

El proyecto de reedición del CIL II, y en particular de los materiales relacionados con Complutum, sigue su curso, con las dificultades propias de investigar un pasado distante. "Es muy difícil ubicar las inscripciones, pues ha habido muchas re-utilizaciones y traslados a través de los siglos. Las inscripciones pueden estar en cualquier lugar: iglesias, abrevaderos, en la calle, en el campo o en manos privadas", comenta Helena Gimeno. " Además, hay que contar con el deterioro por uso y por erosión, lo que dificulta enormemente descifrar las inscripciones". Para facilitar la lectura, los investigadores del CIL II realizan calcos en papel que reproducen la superficie del soporte de las letras, los cuales pasan a formar parte del archivo del Corpus.

La página web, "mezcla de divulgación culta y aportación científica" en palabras de José Luis Moralejo, está conectada a una base de datos en Heidelberg y contiene los textos y la imagen de cada pieza registrada. "Se trata de la base de datos más completa del mundo en este terreno", afirma el filólogo. Igualmente, la página web permite acceder a las inscripciones latinas hasta el siglo VIII que conserva el Museo Arqueológico Nacional, la colección más importante del país. Los hallazgos arqueológicos siguen aportando material de trabajo al CIL II, participante fundamental de la recuperación de un pasado histórico que centra buena parte de los esfuerzos internacionales en el campo de las humanidades.
 

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