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12/04/2005  
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Dpto de Prehistoria, UCM
Desenterrando culturas avanzadas

Teresa Chapa Brunet lidera una investigación destinada a conocer las ideas y actividades económicas de evolucionados pueblos de la Edad de Hierro, y a determinar cómo éstas afectaron el entorno.

Entender las sociedades antiguas desde la interrelación de las poblaciones humanas con su entorno es el objetivo primordial de la investigación dirigida por Teresa Chapa Brunet, Catedrática de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid. A través de técnicas multidisciplinares que incluyen la teledetección espacial, la reconstrucción ambiental, la paleobotánica y los más avanzados análisis químicos, la investigadora y sus colaboradores reconstruyen la forma de vida de poblaciones que habitaron la Península Ibérica en la Edad del Hierro. La aplicación de una metodología rigurosa en el estudio de dos asentamientos de pueblos diferentes pero contemporáneos- los Íberos y los Vettones- promete arrojar datos capaces de informarnos sobre las ideas y las actividades económicas y sociales de culturas tan avanzadas como la etrusca o la griega.

Sabrina Bagarella
Teresa Chapa Brunet


La arqueología del paisaje tiene como objetivo "entender las sociedades antiguas desde la interrelación de las poblaciones humanas con su medio", explica Teresa Chapa Brunet, Catedrática de Prehistoria de la UCM e investigadora principal del proyecto Espacio, prácticas económicas y modelos sociales en época ibérica: el caso del Alto Guadalquivir. El proyecto pretende definir el tipo de actividad económica de las poblaciones ibéricas del Alto Guadalquivir a través del estudio de todo tipo de informaciones paleoambientales, que son situadas en su referencia espacial a nivel local, regional y en su proyección a larga distancia. Esto implica la revisión de las antiguas vías de comunicación y de los sistemas de tránsito de la Edad del Hierro.

En lo relativo a la arqueología del paisaje, que es la línea de investigación prioritaria para Chapa Brunet, la catedrática puntualiza que el objetivo primordial es el de "saber cómo los Íberos organizaron su vida y cómo esta organización -económica e ideológica- se reflejó en el entorno". El estudio se complementa y enriquece gracias al contraste de dos yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro: El de Castellones de Céal en el Alto Guadalquivir y el del Cerro de la Mesa en Toledo. El primero, en el que Teresa Chapa Brunet ha realizado trabajos junto al Dr. Juan Pereira desde 1985, fue un asentamiento íbero. El segundo, en el que se hacen campañas temporales desde principios de los 90 y ahora se ha comenzado a excavar sistemáticamente, fue habitado por los Vettones, un pueblo de diferentes características, contemporáneo a los Íberos.

El estudio del espacio, prácticas económicas y modelos sociales en época ibérica implica la revisión de antiguas vías de comunicación de la Edad del Hierro

El estudio por contraste resulta novedoso al aplicarse las mismas metodologías en yacimientos de sociedades diferentes. "Así podemos ver cuál es la respuesta de los dos lugares y comparar las diferencias según los datos que obtengamos", explica Chapa Brunet, quien desarrolla esta investigación con el CSIC y la Universidad de Castilla- la Mancha, la cual está especialmente involucrada en el yacimiento ubicado en su Comunidad.

¿Cómo se recuperan las huellas de un pasado remoto? Teresa Chapa Brunet explica que el estudio comienza con la búsqueda de yacimientos y la prospección arqueológica, seguida por análisis de todo tipo para la reconstrucción ambiental y económica. Para la deconstrucción del paisaje hasta el momento de la Edad de Hierro se hace necesaria la colaboración de especialistas en teledetección espacial, reconstrucción ambiental o paleogeografía , entre otras muchas especialidades.

En opinión de la catedrática, la fortaleza de este estudio reside en "un enfoque teórico sólido que ajusta una metodología rigurosa para obtener información con un alto componente crítico". Este componente tiene que ver con la conciencia por parte del investigador, por una parte, de que su trabajo está influido por su entorno actual, y por otra, de que es preciso reconocer todos aquellos procesos de transformación que han afectado a los yacimientos a lo largo de 2000 años, y los han convertido en lo que hoy podemos analizar. Por lo tanto, "hay que tener especial cuidado al abordar las alteraciones que han sufrido los yacimientos arqueológicos en más de 2000 años", explica Chapa Brunet. "Antes, cada vez que se producía un hallazgo, se pensaba que el pasado hablaba por sí mismo. Ahora somos conscientes de que ha pasado mucho tiempo y que esos hallazgos pueden haber sufrido transformaciones que es preciso desvelar y controlar para valorar adecuadamente su información".

"No hallar ciertas cosas en las prospecciones arqueológicas, no significa que esas cosas no existieran", señala la profesora, quien resalta en estos casos la importancia del estudio del paisaje, sus modificaciones y los indicios de actividad humana. "Las estrategias de investigación son tan importantes como la investigación en sí misma", afirma.

"Las estrategias de investigación son tan importantes como la investigación en sí misma"

La investigación se realiza desde tres enfoques: El local, directamente relacionado con el yacimiento y su entorno; el regional, que intenta conocer las interrelaciones del asentamiento con otros de la región; y el estudio de las relaciones a larga distancia, con el resto de la península y el Mediterráneo. En este sentido, Chapa Brunet señala que la Cultura Ibérica era de tipo Mediterráneo avanzado, comparable con la cultura etrusca o la griega, con las que se relacionaba por su importante participación al desarrollo económico general de esta zona.

Los Iberos y la Cultura Ibérica

Los textos de Teresa Chapa Brunet sobre los Íberos y la Cultura Ibérica explican que el término Iberia aludiendo a un territorio y de Iberos para sus habitantes, procede del apelativo otorgado por los escritores y geógrafos griegos en sus relatos sobre la Península. El nombre aparece ya en obras como las de Herodoto a mediados del siglo V antes de Cristo o en la Ora Marítima de Avieno que recoge fuentes que pueden remontarse al VI a.C. La extensión del área peninsular comprendida en el término de Iberia, probablemente cambió con el tiempo, empleándose para toda la vertiente mediterránea en los escritos de Polibio. La conquista romana extenderá el nombre a toda la Península, acepción que finalmente fue sustituida por la de Hispania.

La catedrática señala que en los estudios sobre Cultura Ibérica se aplica el apelativo general de Íberos a una gran diversidad de pueblos que ocupaban la zona oriental de la Península, en un arco que discurre desde el Sureste de Francia hasta la mayor parte del territorio andaluz. La principal documentación que se posee sobre los Iberos proceden del campo de la Arqueología, siendo en la primera mitad del siglo XIX cuando se descubrió el santuario ibérico del Cerro de los Santos en Albacete, uno de los yacimientos más sorprendentes. El segundo hito que supone una llamada de atención sobre las antigüedades ibéricas es el hallazgo en 1897 de la Dama de Elche, que con su salida al Museo del Louvre ayudó a sensibilizar a la opinión pública sobre la valoración del Patrimonio arqueológico español.

"El mundo ibérico se desarrolla entre el 600 y el 100 a. C., aproximadamente, entre la colonización fenicia y la romana", explica Chapa Brunet. "La vertiente mediterránea de la Península estaba poblada por etnias que tenían sus capitales y desarrollaban actividades económicas para la exportación. Los Iberos conformaban una sociedad de tipo estatal, muy jerarquizada, dedicada a la agricultura, la ganadería y la minería".

La tipología de los pueblos íberos es compleja. Siguiendo la costa del Mediterráneo desde Andalucía hasta los Pirineos se hallaban entre otros los siguientes pueblos iberos: túrdulos y turdetanos en el valle del Guadalquivir, herederos de la tradición tartésica (los tartesios vivían en el valle del Guadalquivir desde fines de la edad del bronce, y destacaban en la comercialización de metales); bastetanos, oretanos, mastienos y deitanos, ocupando desde las proximidades de Cádiz hasta el sur de la actual Comunidad Valenciana, con mayor diversidad que los anteriores y una fuerte impronta cultural fenicio-cartaginesa; contestanos y edetanos desde el río Júcar al norte de Castellón; sedetanos, ilercavones, ilergetes, suesetanos, layetanos, lacetanos, ausetanos, cosetanos y bargusios en el interior llano y costas de Cataluña; arenosios, andosinos, castelanos, ceretanos, olositanos, jacetanos e indigetes en las zonas pirenaicas y norte costero de Cataluña; sordones en el Rosellón (Francia). Remontando el río Ebro (Iber en griego y del cual reciben Iberia y los iberos su denominación), o penetrando en la Meseta, se hallan los pueblos celtÍberos, los cuales reciben en menor grado las influencias culturales costeras y que, por ello, no pueden considerarse integrantes de este conglomerado de pueblos.

Los habitantes de los alrededores de Castellones de Céal fueron la primera fuente de información para conocer el paisaje

Teresa Chapa Brunet junto a otros investigadores comenzó a trabajar en el yacimiento de Castellones de Céal en 1985. El descubrimiento se hizo, sin embargo, en los años 50, cuando se empezaron a trazar carreteras en el lugar que hasta entonces sólo contaba con caminos de herradura. "Los habitantes del lugar fueron nuestra primera fuente de información para conocer el paisaje, puesto que habían desarrollado su vida en un sistema prácticamente preindustrial. En ratos libres de la excavación, por ejemplo, nos enseñaron a manejar la honda, una herramienta ya utilizada en tiempos ibéricos, y que ellos controlaban con gran precisión", comenta la profesora sobre sus primeros trabajos en el asentamiento.

Los Vettones

El yacimiento situado en el Cerro de la Mesa en Toledo corresponde a un asentamiento de Vettones, grupo contemporáneo a los Iberos, pero con diferencias notables en su estructura social y económica. "Los Vettones estaban menos jerarquizados que los Iberos, se organizaban por unidades familiares, y tenían una economía ganadera muy importante", comenta la profesora.

Este pueblo céltico de la Península Ibérica habitaba zonas en torno al Sistema Central, que corresponden a las actuales provincias de Ávila (Óvila fue una importante ciudad vettona) y buena parte de Salamanca, Zamora, Cáceres y Norte de Portugal. Según algunos historiadores, su comienzo se puede cifrar en torno al 1000 a.C., acabando con la romanización. Se dice que su carácter guerrero se manifestaba en sus castros, que eran pequeñas ciudades fortificadas, rodeadas de murallas y fosos, donde vivían entre 500 y 2000 personas en casas cuadradas. Los mejor conservados son los de Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Ulaca y El Raso de Candeleda.

Los animales totémicos que labraban en piedra eran los verracos, (que son la mayor peculiaridad de este pueblo) que podían ser tanto toros como cerdos o jabalíes -como los llamados Toros de Guisando, ya citados en el Quijote-, que protegían campos y prados, además de servir como límites territoriales.

El yacimiento del Cerro de la Mesa fue descubierto en los años 60 mientras se hacían trabajos para edificar la presa correspondiente al pantano de Azután. Sin embargo, es a partir de ahora cuando se comenzarán a realizar prospecciones sistemáticas. El yacimiento presenta al menos dos fases: una relacionada con el mundo tartésico del suroeste y otra segunda de fines de la Edad del Hierro, propiamente vettona. Entre ellas se aprecian numerosas diferencias. "Si las sociedades son capaces de adaptarse a su entorno, ¿por qué cambian?", se pregunta Chapa Brunet. "Queda aún mucho por descubrir", afirma la profesora.
 

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