David ByN

Si Nicolás Copernico puso las bases teóricas de la revolución que lleva su nombre, Tycho Brahe proporcionó las observaciones que mostrarían que las viejas concepciones del universo eran obsoletas. Él, como la estrella nueva que describió en la constelación de Casiopea a partir del 11 de noviembre de 1572, es un hombre nuevo.

Me acerco a la figura de Tycho Brahe Tycho Brahe por una serie de casualidades. Hace unas semanas visité el observatorio de Ulugh Beg, uno de los grandes astrónomos del final del medioevo, en buena medida una figura análoga al danés. Hace unos meses pude disfrutar de la contemplación de unos de los manuscritos supervivientes de un «Beato de Liébana», localizado en a Universidad de Valladolid. En aquella biblioteca había, además, ejemplares de obras que han marcado el pensamiento occidental. Me llamó la atención un «Principia Mathematica«, de Isaac Newton. Ahora llega a mis manos un facsimil de «Astronomiae Instauratae Mechanica«, de Tycho Brahe. He de confesar que siempre he sido un amante de los libros. El placer que produce una buena edición … la conexión a través del tiempo y el espacio con el autor, con la sociedad a la que pertenecía … son sensaciones que difícilmente se pueden alcanzar con libros más convencionales, menos cuidados. O con un ordenador, por muy práctico que sea su uso.
Después de todo, la cultura no debe implicar utilidad. Al leer la «Mecánica de la Astronomía Renovada» me sorprenden varias cosas. En primer lugar, al ser un facsímil, copia de una edición princeps, permite disfrutar directamente de la composición latina, de los grabados originales, donde aparecen sus instrumentos astronómicos; de lo actual que es la descripción de los mismos. Por otra parte me recuerda la censura, la penuria intelectual a la que ha estado sometida nuestro país salvo en escasos momentos.
Pues ésta es la primera vez que se traduce al castellano, un ejemplo más de la dependencia que siempre hemos mantenido respecto a otras sociedades (al menos desde la Contrarreforma). Además, he de decir que he disfrutado con la elegante y precisa traducción, que creo que conserva plenamente el sentido, lo que podríamos llamar la melodía del texto, pero sin convertirlo en complejo o farragoso. Todo lo contrario, es de fácil lectura. El ensayo inicial que contiene el libro me ha descubierto múltiples acontecimientos que permiten entender mejor a Tycho y a su obra, al contextualizar su trabajo.

Grabado de la época de Tycho Brahe.

Tycho Brahe ha sido, probablemente, uno de los grandes observadores de todos los tiempos. La minuciosidad de su trabajo, la calidad de los instrumentos que diseñó y construyó, la actualidad de su método, y las consecuencias del mismo (entre otras cuestiones, sin sus observaciones Johannes Kepler no hubiera podido enunciar las tres leyes que llevan su nombre), le colocan en el Olimpo de los científicos y pensadores. El cuidado con que realizaba sus mediciones le llevaba a diseñar siempre instrumentos de mayor calidad que soportaran mejor el paso del tiempo y su uso, mediante la experimentación de nuevos mecanismos y materiales. Además los comprobaba de manera periódica para evitar los errores sistemáticos.

Por otra parte, al tomar las posiciones de distintos cuerpos celes, proporcionando los errores de las mismas. Más aun, medía la posiciones de los planetas en cualquier momento de sus órbitas, no solo en los momentos más significativos (como pueden ser cuadraturas y oposiciones, como era común entre los estudiosos de la época). Además, es el primer astrónomo que tienen en cuenta la refracción de la atmósfera para medir las verdaderas posiciones de los astros.

Finalmente, siempre estaba dispuesto a mejorar sus propias teorías, nunca cerrándose en banda. Como ejemplo de ello, en 1599 se da cuenta de que su teoría del movimiento lunar está equivocada, dado que el eclipse previsto comenzó 24 minutos antes de lo que él calculó). Por tanto, la revisa y mejora. Todo un ejemplo a seguir. Es justo esa minuciosidad la que le permite darse cuenta que las tablas de posiciones celestes que se utilizaban en la época (supongo que las alfonsinas del rey castellano Alfonso X «El Sabio») contenían errores substanciales. De hecho, incluso tenemos una fecha de ese momento: el 17 de agosto de 1563, ya que estaba observando una conjunción entre Saturno y Júpiter. Así, una de sus grandes contribuciones científicas es la revisión de las tablas astronómicas, realizadas con la ayuda de Kepler, a quien contrató como asistente, y que se publicarían muchos años después de su muerte (en 1627, después de 22 años de preparación).

Dibujo de Tycho Brahe de la estrella nova de 1572.

Noviembre de 1572 fue un mes extraño para aquél que tuviera bien abiertos los ojos y gustase contemplar el cielo. Tycho observó el día 11 una nueva estrella en la constelación de Casiopea, aunque no fue el primero en hacerlo. Wolfgang Schuler, en Wittenberg realizó el primer registro histórico, el 6 de Noviembre. En los días siguientes están las observaciones de Hainzel, Lindauer, Francesco Maurolico y Cornelius Gemma. El astrónomo español Jerónimo Muñoz  publicaría meses después un tratado (Libro del nuevo cometa) que se oponía a las tesis aristotélicas de inmutabilidad del cielo y sería acallado por las fuertes críticas. En el mismo año del libro de Muñoz, publica Tycho su «De nova Stella et nullius aeri memoria primus visa«.  Éste recibiría fama inmortal mientras que aquél sufriría ataques y tal vez llegara a temer por su vida.
La observación de la supernova de 1572, pues de este fenómeno se trataba (probablemente una SN de tipo Ia, esto es, la destrucción de una enana blanca) sería una evidencia importante para el desmantelamiento de la escuela escolástica y la influencia de Aristóteles, que ya pesaba como una losa en el pensamiento occidental. Por supuesto, la lucha entre la tradición y la nueva ciencia no cesó con este descubrimiento, y unos cincuenta años más tarde a punto estuvo de costarle la vida a Galileo Galilei.

En cualquier caso, la vida de Tycho no estuvo exenta de vicisitudes, a pesar de los privilegios que disfrutó (como el trato de favor de los reyes daneses o del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rodolfo II. Es justamente al emperador a quien dedica «Astronomiae Instauratae Mechanica«, con un prologo digno del mejor cortesano, sin perder su dignidad. De hecho, esta obra se publica en una versión breve, producto de la necesidad y de presentarse a Rodolfo con un obsequio, en 1598. No verá la edición definitiva hasta 1602, como obra póstuma, publicada por Kepler.

Las relaciones entre Brahe y Kepler no fueron fáciles: llenas de recriminaciones, abandonos y reencuentros, más características de amantes que de colaboradores, sin embargo dieron unos frutos extraordinarios. Ya antes de conocerse personalmente, Tycho sería veraz aunque diplomático al pedirle el joven Kepler su opinión sobre sus trabajos iniciales. En cualquier caso, Tycho siempre apoyó la labor del Kepler y éste también reconocería el papel crucial que jugó el danés en su propio trabajo. De su trabajo, no queda ninguna evidencia física. Ni de los instrumentos que creó (algunos verdaderamente sorprendentes por su precisión y tamaño, como el gran cuadrante mural), ni los edificios del observatorio de Uraniborg, en la isla de Hven. Solo queda la ciencia. Sí, otra lección que nos dejó: lo único permanente, el conocimiento. Fue, pues, premonitorio su epitafio: «Nec fasces nec opes, Sola Artis sceptra perennant» (Ni los honores ni las riquezas: sólo la perfección de la obra es lo que sobrevivirá).

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Página principal del «Cuaderno de Bitácora Estelar»

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7 comentarios

  1. Un artículo muy interesante. El año pasado tuve ocasión de visitar el Museo de Tycho Brahe en la isla sueca de Ven, un viaje que recomiendo a cualquier interesado a la Astronomía.

    http://mizar.blogalia.com/historias/51841

    La frase Nec fasces nec opes, Sola Artis sceptra perennant no es el epitafio de Brahe, de hecho era el <i>motto</i> inscrito a la entrada de Uraniborg.

  2. Indudablemente un documento ilustrativo de la pasión por la observación y conocimiento del cielo que ha impulsado al ser humano a realizar grandes labores con herramientas que prueban sus capacidades. En hora buena.

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