Correlación entre la actividad física y la reducción de la mortalidad en la vejez
En este periodo de confinamiento tan difícil en los que se nos ha reducido drásticamente la posibilidad de realizar actividad física, los que más pueden sufrir esta limitación obligatoria son una vez más, las personas mayores. Analizando diferentes estudios científicos sobre este aspecto, se vuelve a constatar la importancia del ejercicio para conseguir un envejecimiento saludable, incluso cuando se inicia en edades más tardías. Sin embargo, dada la forma en que se recopilan los datos y la forma en que se realizan los estudios epidemiológicos, es difícil determinar la causalidad. Podríamos preguntarnos ¿La propia actividad física es la que ejerce la protección, o es que las personas más robustas viven más y hacen ejercicio con más frecuencia? Afortunadamente, los estudios equivalentes en animales sobre el ejercicio no son ambiguos y muestran que el ejercicio en realidad actúa para mejorar la salud a largo plazo y reducir la mortalidad prematura. Aquí, los investigadores amplían la evidencia existente al enfocarse en las tendencias del ejercicio físico en la edad adulta, y cómo esas tendencias se correlacionan negativamente con la mortalidad, ya que una reducción en el ejercicio con el tiempo es peor que las demás alternativas.
La actividad física iniciada a temprana edad y a largo plazo promueve una amplia gama de beneficios para la salud y ha sido reconocida como un importante factor de protección ante las enfermedades crónicas. Estos efectos beneficiosos se traducen constantemente en tasas de mortalidad más bajas tanto en hombres como en mujeres. Los efectos saludables de la actividad física podrían extenderse hasta la vejez, ya que se sabe que retrasan el inicio de la discapacidad y aumentan la esperanza de vida. Además, el ejercicio moderado podría estar asociada negativamente con otros resultados adversos como la hospitalización, reduciendo así el gasto en atención médica. Sorprendentemente, a edades avanzadas, los niveles de actividad física pueden superar otros factores de riesgo cardiovascular o sociodemográfico que se asocian normalmente con resultados adversos en cohortes de población más jóvenes.
Reforzando estas certezas y focalizando en nuestro entorno cercano, se puede consultar un estudio longitudinal sobre el síndrome de fragilidad en una población mayor de España (concretamente en Toledo, denominado Toledo Study of Healthy Aging) con el objetivo de investigar la influencia de diferentes trayectorias de actividad física dentro de la población mayor.
Todo esto ahonda en la necesidad de que aún con la reducción de las posibilidades de movilidad en estos días, mucho más complicada para las personas mayores, sigamos buscando la manera de mantenernos activos dentro de nuestras posibilidades, y especialmente en el caso de las personas mayores.
En este sentido existen multitud de recursos, aquí destacamos algunos:
– PROYECTO “DIAPOW” – sesión de entrenamiento a domicilio adaptada para personas mayores INEF-UPM
– Recomendaciones de la Sociedad Española de Medicina del Deporte, la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte y el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España.
– Guía de actuación y actividad física para personas mayores ante el confinamiento – Universidad de Cádiz
¿Y se sabe si hay algún estudio sobre mortalidad por coronavirus y ejercicio físico?