Reconocernos en la población que somos (Reflexión de la investigadora Dolores Puga-CSIC)

“Cuanto antes asumamos que no volveremos a ser las poblaciones jóvenes y crecientes del pasado, antes podremos abordar la transformación de nuestros modelos de bienestar”. Esta es una de las principales reflexiones que la investigadora Dolores Puga (científica titular en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC) plantea en su artículo desarrollado para la plataforma Ágora* de la Fundación General CSIC (FGCSIC), en el que se afirma que la pandemia de la COVID-19 ha hecho patente la necesidad de transformar nuestros modelos asistenciales para ajustarlos a la realidad de la población envejecida de nuestra sociedad actual.

En el artículo se expone cómo la pandemia nos ha abierto los ojos a la realidad que han mostrado nuestros sistemas de cuidados de larga duración, constatando las dificultades de prevención y atención que se han podido observar durante estos meses del 2020.

Para contextualizar la situación, el artículo realiza un repaso de la evolución demográfica que ha tenido lugar en el último siglo y medio y que ha propiciado una transformación de la estructura poblacional sin precedentes, motivada por una disminución progresiva de la mortalidad a todas las edades y por el hecho de que “la longevidad humana esté aumentando a un ritmo de tres meses cada año”. Todo ello nos convierte en una población “con individuos de más edad y de más edades, en una población más compleja”. Según la Dra. Puga, debemos reconocernos en la población que somos y asumirlo lo antes posible para poder ponernos “manos a la obra” y adaptar nuestros modelos de bienestar a “las nuevas hechuras de una población envejecida”.

El artículo expone que la pandemia actual, igual que lo hicieron otras anteriores o los conflictos bélicos, dejará una huella temporal en los indicadores de supervivencia de la población (como es la esperanza de vida) durante algunos años, pero difícilmente modificará la tendencia a largo plazo en el cambio demográfico que se viene observando en el último siglo y medio. Este envejecimiento demográfico ha traído consigo un cambio en la estructura por edades de nuestras poblaciones, “incorporando nuevas edades al curso de vida colectivo” y convirtiéndonos en poblaciones más plurales y complejas, por lo que nuestro sistema de bienestar ya no se ajusta bien a esta nueva realidad, al haber sido diseñado con una estructura poblacional distinta.

Según la autora, en el debate público a menudo “se ha identificado el envejecimiento como una amenaza”, lo que ha favorecido la generación de una falsa idea de que el envejecimiento es el paso previo a la extinción y por tanto el empecinamiento, como sociedad, en intentar volver a ser poblaciones jóvenes y en buscar maneras de revertir lo irreversible. Esto ha dificultado abordar una readaptación del sistema de bienestar que nos hubiera dado mayor capacidad de enfrentar con mejor éxito esta nueva epidemia global.

Este nuevo escenario nos plantea el reto de un notable aumento de la población mayor con problemas crónicos, lo que hace necesario “transformar el actual modelo asistencial (…), un modelo centrado en el rescate, en lo agudo, en atender el episodio”, por otro que intente anticiparse para poder segmentar y predecir qué personas tendrán mayores necesidades ante un determinado riesgo como el actual y que nos permita evolucionar desde un enfoque reactivo y curativo hacia un enfoque preventivo centrado en la salud y no en la enfermedad.

En cuanto a los cuidados de larga duración, la Dra. Puga destaca el papel fundamental que tienen estos en el diseño de los sistemas de bienestar. En el caso español, se caracteriza por ir especialmente dirigido a los niveles más altos de dependencia y que en muchos casos requiere la asistencia familiar. Este modelo, según las reflexiones del artículo, debe ser adaptado para poner el acento en “las necesidades de las personas y en el cuidado en la comunidad”, para priorizar la autonomía residencial y para entender que los cuidados en instituciones deberían ser “el último eslabón en la cadena de servicios”. Es un reto que exigirá un mayor esfuerzo en servicios de prevención que combinen tecnología y apoyo personal y que permita mantener la independencia el mayor tiempo posible.

Finalmente, la Dra. Puga concluye con una reflexión sobre la baja influencia que tendrá la pandemia a largo plazo sobre el cambio de tendencia en el envejecimiento demográfico, pero llegar a “reconocernos en la población que ya somos” sería un gran aprendizaje del drama vivido en los últimos meses y una oportunidad para “mirar hacia delante y buscar sistemas nuevos para construir un mundo más seguro para todos”.

Para leer el artículo completo puede descargarse el documento PDF desde la plataforma Ágora FGCSIC

Ágora es un espacio de reflexión dirigido a la sociedad en su conjunto, en el que a través de la publicación de tribunas y artículos de divulgación se ofrece una visión fundamentada y de referencia sobre la actualidad científica y sus implicaciones económicas y sociales.

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