La Representación del Territorio en la Edad Media y en el Renacimiento

   Del estudio e interpretación de la Historia nos ha llegado la idea de que con la caída del Imperio Romano y la invasión posterior de diferentes pueblos bárbaros se produce un largo período de nulas o casi inexistentes aportaciones en el campo científico. Hay que recordar que las primeras referencias o alusiones a las vías pecuarias, como ya se ha señalado en otros comentarios, proceden del Fuero Juzgo Visigodo, hacia el siglo VI.

              En Constantinopla, que era capital del Imperio en Oriente, se aglutinaron los últimos símbolos imperiales y allí también se retomaron los estudios alrededor de la obra de Ptolomeo; la inseguridad en todos los órdenes era la norma predominante, pero sobre todo en los caminos que comunicaban los principales puntos, lo cual aumentó el parón y la confusión en el campo científico, también en las cuestiones cartográficas. De acuerdo con las diferentes pruebas que nos han llegado hasta nuestros días, se puede decir que el mundo cristiano, mediante los monasterios, asumió una nueva forma de expresión gráfica, incorporando a los mapas una simbología propia.

            Son conocidos los mapas de T en O, también llamados de rueda, el centro de lo conocido era Jerusalén, el arte y lo bello se hacen protagonistas, en el caso de las representaciones, era una época en la que las matemáticas y la astronomía  perdían  empuje y presencia frente a la decoración e imaginación que impregnaban los mapas en ese momento.

            Los mapamundis medievales resultan interesantes desde la óptica arqueológica y analítica, no tanto en cuanto a su peso cartográfico; se dice que hasta la aparición de los portulanos el concepto de mapa no había arraigado con la propiedad que le caracteriza.

            Al monje veneciano Fra Mauro se le otorga la autoría del que es considerado el gran mapa de la transición, entre lo que se consideraba representación antigua y la nueva cartografía, en el citado documento se perciben  influencias ptolomeicas, de los mapamundis medievales, de los mapas islámicos y de los portulanos, incluyendo información de los viajes de Marco Polo a Asia. Está orientado hacia el sur y es el último producto de la cartografía medieval.

            La expansión musulmana de oriente a  occidente, recogiendo saberes acumulados en las  regiones de aposento y aprovechando sensibilidades de  algunos de sus califas, dan como resultado personajes que sí han sumado desde la óptica empírica en el tema cartográfico; nombres como Masudi, Al-Biruni,  Abul-Feda y sobre todo Al-Idrisi, que en su obra introduce una representación más real, con una simbología muy original y completa.

            Hay que recordar  la existencia de cierta divergencia en cuanto al origen del merino: la tribu de los Beni-Merines entra en España en pleno dominio Almohade (1146), el mapamundi de Al-Idrisi es de 1154 y son bastantes las palabras relacionadas con la trashumancia y la ganadería que tienen su raíz en el entorno descrito; sin embargo, que se sepa no se dan referencias en las representaciones de la época, es una cartografía  orientada a otros fines.

 

Figura 1.- Fragmento del mapamundi de Al-Idridi. 1154

                  Figura 1.- Fragmento del mapamundi de Al-Idridi. 1154

 

 

               Las cartas portulanas introducen el uso de la brújula que trajeron los árabes de Oriente, y se produce una cierta revolución en las cartas de navegación, dejando a un lado los mencionados mapas de T en O.

              La exigencia se eleva en materia de mapas, una vez que la onda expansiva de los descubrimientos va llegando a cada rincón del mundo por entonces más avanzado; así, el subjetivismo, incluso cierta orfebrería a la hora de producir cartografía, va dejando paso a una racionalidad cartográfica donde las proyecciones de Mercator y Ortelius alcanzan cierta relevancia. La tradición Ptolomeica pierde peso mientras que Copérnico, luego Kepler y Galileo en el siglo XVII, marcan un nuevo rumbo en el más detallado conocimiento de nuestro planeta.

Los siglos XV y XVI incluyen la etapa renacentista o, lo que es lo mismo, un conjunto de grandes cambios en el ámbito de la ciencia y de la cultura; en este período se descubre la Geographia de Ptolomeo, se inventa la imprenta (1454) y se producen los grandes descubrimientos. La cartografía se transformó en un servicio oficial y los reyes portugueses y españoles, mediante las respectivas casas de contratación de Lisboa y Sevilla, reunían a los buenos especialistas del momento (Lopo Homem, Pedro Reinel, Diego Rivero, etc.) que además compartían parecidas técnicas.

En el ámbito que nos ocupa, por un lado se trata del máximo apogeo de la sociedad mesteña que, como se ha señalado en otros comentarios, fue vital para el desarrollo y el control comercial, pero que por otra parte no se reflejaba dicha importancia en una representación digna de tal. Así nos han llegado legajos de diversa índole con indicaciones manuscritas sin más.

Del florecimiento de la cartografía en los Países Bajos además de los grandes cosmógrafos y geógrafos de la zona, tiene buena responsabilidad la eclosión de los descubrimientos ibéricos en todo el mundo; hombres como Jacobus Daventria, Gemma Frisius y Gerardus Mercator, todos ellos nombres latinizados como consecuencia de su paso por la Universidad de Lovaina, llegaron a desarrollar un método para medir la tierra según “el arte de la geometría”  en palabras de Van Daventer en su primer plano, el de Brabante, es decir la medición triangular o triangulación1.

 

 

   Figura 2.- Método de la triangulación de Gemma Frisius. 1533

 

En este sentido, Felipe II, amigo de Pedro Esquivel, catedrático de matemáticas de la Universidad de Alcalá, le encarga en 1566 la formación del mapa de España utilizando el citado método y el rey también contacta con Van Daventer, famoso por el levantamiento topográfico de 250 ciudades españolas, también por  mandato real. En definitiva, y con la excepción del ceutí Al-Idrisi, que construía sus mapas con datos observados de forma directa, las anteriores citas se aproximan a lo que podríamos llamar primeros pasos de la cartografía científica (primera mitad del siglo XV).

En otro orden de cosas, se deben resaltar los mapas de Leonardo da Vinci (1452-1519), presentes tanto en el manuscrito de Windsor como en los Códices de Madrid, sin el rigor geométrico actual, pero revolucionarios para su época.

 

¹El Sistema de Planos Acotados: Historiografía de un convencionalismo gráfico y su aplicación en el ámbito de la ingeniería civil, Tesis Doctoral,  León Casas, M.A.   Pg. 183, Universidad de Granada, 2000.

 

 

 

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Un comentario

  1. es un croquis esto??? si es eso avisenme yo paso de nuevo en esta pagina dentro de 1 semana…gracias ,nos vemos..thx por la respuesta..!!

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