Nada que ver con Astronomía, pero quería compartirlo

Benjamín Montesinos

El otro día hablábamos Amelia (astrónoma, ya la conocéis por alguna contribución al blog), Carlos (físico teórico, ahora dedicado a tareas del observatorio virtual)  y yo sobre libros y literatura. Desde que leí «Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez siempre he tenido la impresión de que el arranque, las primeras veinte páginas, son una de las maravillas de la literatura en castellano.

Quería compartir con vosotros un párrafo de esas páginas que me llama la atención por su fuerza y colorido. Leed, o más bien intentad escuchar todos los sonidos que hay en él:

«Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas.  En poco tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa, sino todas las de la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que Úrsula se tapó los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad. La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.»

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