El primer experimento con luz eléctrica en España

Autor: R. Escudero-Cid (Universidad Autónoma de Madrid)

En la noche del 2 de abril de 1851, el científico gallego Antonio Casares Rodríguez, procedió a la iluminación mediante un arco voltaico de un edificio público por primera vez en España en Santiago de Compostela, en el claustro del antiguo edificio central de la Universidad (hoy Facultad de Geografía e Historia) [1]. La realización de esta demostración pública en esta ciudad supuso un gran efecto desde el punto de vista educativo y divulgativo permitiendo a la sociedad compostelana de aquella época ser partícipe de un hito histórico y un gran acercamiento a la ciencia.

 La preparación científica y tecnológica no eran inaccesibles a otros científicos españoles de la época, pero los conocimientos específicos, los elementos materiales y la determinación que se precisaban reunir para llevar adelante el experimento no estaban al alcance de muchos. Pero estamos hablando de un científico que lideró otros eventos de gran trascendencia [2, 3].

El experimento se llevó a cabo esa noche de abril de 1851 [4] en el claustro del edificio central de la Universidad de Santiago de Compostela iluminando la Minerva de la Universidad y la torre de la Iglesia de la Compañía. El montaje consistía en pilas Bunsen en serie como fuentes de energía conectadas a un regulador Deleuil con dos electrodos de grafito encargados de generar el arco voltaico.

El experimento diseñado por Casares contaba con 50 pilas tipo Bunsen como fuentes de energía para conseguir la electricidad necesaria para la activación y el mantenimiento del arco voltaico. Estos dispositivos fueron inventados en 1940 por Robert Wilhem Bunsen a partir de una célula previa ideada por el científico galés William Robert Grove, el que posteriormente sería uno de los iniciadores de las pilas de combustible. La idea original de Grove consistía en un sistema compuesto por un ánodo de zinc en ácido sulfúrico diluido y un cátodo de platino sumergido en ácido nítrico concentrado y ambos separados por una olla de cerámica porosa. Robert Bunsen modificó el cátodo de platino por una pieza de grafito, material más barato, dando lugar a una reacción con un potencial algo menor. Las reacciones químicas llevadas a cabo por este dispositivo son:

 

dando lugar a un potencial teórico de 1.72 V, inferior al de las celdas de Grove de 1.9 V.

Otro de los elementos importantes del experimento de Casares fue el regulador Deleuil. Este equipo es el encargado de ir posicionando los electrodos de grafito encargados de la formación del arco voltaico tras el desgaste que sufren. En este caso consta de un electrodo fijo y otro montado sobre un sistema móvil regulado por un electroimán en serie con el propio arco. Este sistema también constaba de un espejo parabólico metálico que permitía concentrar la luz y proyectarla sobre un edificio, como se hizo aquella noche.

Por último, el elemento más importante para la generación de luz es el arco voltaico, que se obtiene tras la ionización del aire entre ambos electrodos de grafito. A pesar de su uso, el arco eléctrico no es apropiado como sistema de iluminación general porque, independientemente de cuestiones tecnológicas (como el sistema de producción eléctrica) y del coste económico, su brillo era excesivo, resultando insoportable incluso a una gran distancia. También ha de tenerse en cuenta que no fue hasta más de 25 años después cuando se inventó la lámpara incandescente que sería utilizada para la implantación generalizada de la iluminación eléctrica en ciudades a finales del siglo XIX.

 

Ilustración de un diseño similar al utilizado por Antonio Casares en su experimento [5].

Mediante el uso de estos equipamientos se procedió a iluminar la noche compostelana provocando gran expectación entre todos los presentes. Fue tanta la importancia del evento que un año más tarde, la noche del 24 de julio de 1852, previa a la celebración del día de Santiago, se repitió el experimento en una de las fachadas de la catedral, congregando a la mayor parte de la población de la ciudad. Sería entonces cuando un bibliotecario de la Universidad de Santiago dijera las palabras “a noite está varrida da terra” (la noche está barrida de la tierra), que pasaron a la posteridad gracias al relato de A. Cotarelo Valledor [6].

Referencias

[1] A. Díaz Pazos, Boletín das Ciencias (ENCIGA)75 (2012) 139.

[2] R. Cid, Anales de Química109 (2013) 27.

[3] R. Cid, Revista Española de Física28 (2014) 59.

[4] J. C. Alayo, J. Sánchez Millán, Técnica e ingeniería en España, VI. El Ochocientos. De los lenguajes al patrimonio, IFC – Real Academia de Ingeniería, Zaragoza, 2011.

[5] A. P. Deschanel, Elementary Treatise on Natural Philosophy, Part 3: Electricity and Magnetism, D. Appleton and Co., New York, 1878.

[6] A. Cotarelo Valledor, La chispa mágica, El Eco de Santiago, Santiago de Compostela, 1923.

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