Volviendo a la normalidad, ¿nueva?
Ana Cremades
Estos últimos meses han supuesto una reducida actividad en nuestro Blog y no porque no hubiese temática que tratar, ¡esto no se acaba nunca!. Así que pedimos perdón a nuestros lectores más asiduos por la publicación reducida (pero interesante, mira nuestro ultimo post ) provocada por las especiales circunstancias.
Lo cierto es que la primera etapa de confinamiento y trabajo en remoto ha supuesto una carga para todos: de trabajo extra, adaptaciones a la nueva situación, también física y psicológicamente. Esto sin contar con causas sobreañadidas en el caso de haber pasado el COVID uno mismo o haber tenido familiares a los que atender, a los que despedir para siempre o sobre los que preocuparse. En esta situación todos hemos sufrido, pero muy especialmente las mujeres que han ejercido su tarea tradicional de cuidadora añadida a todas las demás. Sobre todo aquellas con hijos en edad escolar que además de ocuparse de sus tareas habituales en el trabajo, adaptándolas con mérito y esfuerzo a la nueva situación, se han encontrado con toda la familia en casa y han tenido que hacer de apoyo escolar cuando no de maestras, enfermeras y psicólogas etc. Lanzamos aquí un hurra por todas ellas y por los muchos padres concienciados que esta vez también han coparticipado y no simplemente ayudado (como si el problema fuera de otros…).
En estos primeros momentos de reflexión sobre lo ocurrido, también merece la pena resaltar como esta situación ha afectado a muchos colectivos vulnerables, y no me refiero sólo a lo evidente desde el punto de vista sanitario, como son las personas mayores o aquellas con enfermedades crónicas u otros problemas de salud preexistentes, que han padecido especialmente por la saturación del sistema sanitario y los problemas de gestión, que no vamos a tratar en este Blog. Me refiero a aquellos con menores posibilidades de acceso a lo digital. Y aquí hablamos de un concepto que afecta a diversos colectivos, entre ellos a las mujeres, y que está considerado como una necesidad urgente en la agenda de desarrollo para 2030. Algunas de sus razones las tenéis en este artículo de Javier Puyol que bebe en parte de las investigaciones de la profesora complutense Cecilia Castaño y que hemos traído en etapas anteriores a nuestro Blog.
Ya sabemos que casi todo el mundo tiene un teléfono más o menos inteligente, pero no todos han tenido en casa un buen acceso a la red, ni un ordenador o tableta por cabeza en edad escolar, universitaria o trabajando, todos ellos de forma simultánea. Aquí hemos visto palpablemente la brecha digital. Estos días en los que formo parte de un tribunal de selectividad, he tenido la oportunidad de hablar con muchos profesores de secundaria. Al igual que los profesores universitarios, en su mayor parte han tratado de adaptarse y los resultados, aunque puedan ser mejorables, han servido para salvar el curso dignamente. Teniendo en cuenta el material disponible (en un gran porcentaje de los casos material adquirido por el propio profesor) y la escasa formación en enseñanza totalmente digital, que es bien distinto a utilizar, como ya veníamos haciendo, herramientas digitales para apoyar la docencia presencial, la experiencia podría haber sido mucho más trágica. Sin embargo, no es de esto de lo que más hablaban, sino de cómo hacían con los alumnos más desfavorecidos y con pocas posibilidades de seguir el curso online. Volvían a resaltar el papel de las madres, subiendo los deberes de sus hijos con sus teléfonos enganchados a la red wifi gratuita de la EMT (la Empresa Municipal de Transportes en Madrid).
Y con esos pequeños detalles, te das cuenta del estrés emocional añadido a una situación ya de por sí dramática para muchas familias, que veían como la enseña universal esta vez llegaba de forma muy claramente desigual y podía dejar a sus hijos atrás, sumado a la incertidumbre de los ERTES y el paro que se ceba también con las familias con empleos más precarios.
Hay aún mucho que hacer, mucho en lo que invertir y mucho en lo que trabajar. Las mujeres, en su mayoría, ya están haciendo su parte y asumiendo partes que deberían ser hechas por otros o al menos compartidas. Que este texto sea un homenaje para todas ellas y aquellos que han optado por dar una respuesta corresponsable.
Y ahora sí, seguimos en los próximos post con Mujer y Ciencia. Bienvenidos de nuevo!