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"La ciencia es el motor del crecimiento económico"

Benigno Valdés

Director de IMDEA Ciencias Sociales
 

05/11/2009

El 6 de junio de 2006, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, dio a conocer la creación del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados, IMDEA, una red integrada por ocho centros de investigación especializados en Ciencias del Agua, Alimentación, Nanociencia, Ciencias Sociales, Energía, Nuevos Materiales, Networks y Software. Al acto, que se celebró en el Patio de la Real Casa de Correos, sede de la Presidencia de Gobierno, asistió una amplia representación del mundo empresarial, científico y de la Administración Pública.

En su discurso de presentación (cuya trascripción íntegra y video de la ceremonia pueden encontrarse en la página Web del Instituto, www.imdea.org) la Presidenta destacó que este proyecto persigue “hacer de Madrid un lugar para la Ciencia y la Tecnología, es decir un lugar para el futuro […] IMDEA significa un salto cualitativo en nuestro Sistema de Investigación y de Ciencia […] la mejor inversión que puede hacer un Gobierno porque hará mejorar nuestra calidad de vida y nuestro bienestar a medio y largo plazo.[…] Madrid tiene que hacer de su capacidad para generar conocimiento la clave de su futuro”. Tan sólo tres años después de aquella presentación del proyecto, la red IMDEA es una realidad exitosa y hemos querido hablar sobre ello y sobre el papel de la ciencia y los científicos en el crecimiento económico y el bienestar social con el Dr. Benigno Valdés, Director General de IMDEA Ciencias Sociales.

Benigno Valdés es doctor en economía por la Universidad de New Hampshire, en la que permaneció varios años becado por la Fundación Fulbright. Ha sido profesor en la Universidad de New Hampshire, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Universidad de Massachussets, la Ecole Superieure de Commerce Rouen, Marquette University of Milwaukee y, ya en España, las universidades de Oviedo y Salamanca. En la actualidad es Catedrático de la Universidad Pontificia Comillas-ICAI-ICADE.

El Profesor Valdés ha publicado en revistas científicas nacionales y extranjeras sus investigaciones sobre diversos temas (teoría económica del cambio tecnológico, econometría aplicada, economía de la educación, crecimiento económico e historia de la teoría económica). Entre otros reconocimientos académicos, ha recibido el Premio Extraordinario de Licenciatura, la Fulbrigh Fellowship, el Elizabeth C. Bogan Award for Superior Scholarship y la Marc Rich Foundation Fellowship. También es autor del libro Economic Growth: Theory, Empirics and Policy (Edward Elgar, 1999, 2000) y ha colaborado con ensayos sobre la actualidad económica y política en distintos medios nacionales.

1.- Desde hace algún tiempo no aparecen ensayos suyos en la prensa española. ¿Retomará algún día esa actividad o es incompatible con sus tareas de Director?

Nada me lo prohíbe, ¡por supuesto! Todos hemos de hacer lo posible por participar en el debate público. Ahora bien, montar un Instituto como este desde cero es una tarea difícil. ¿Se imagina el esfuerzo y la dedicación requeridos para atraer científicos de las mejores instituciones académicas del mundo? Por desgracia, en el ámbito de la investigación nuestro país tiene una historia de promesas incumplidas que, en más de una ocasión, han supuesto amargas experiencias para nuestros investigadores. Es duro luchar contra eso… En fin, lo más difícil está hecho. IMDEA es una realidad y nuestros científicos, aunque despacio, se van asentando. Ya sabe, la vivienda, el colegio de los niños, todas esas cosas que, cuando se hace un traslado familiar, es necesario resolver. Superado este obstáculo, poco a poco hemos de encontrar los canales adecuados para participar en el debate público. Yo estaré encantado de retomar esa actividad.

2.- ¿Por qué cree que es importante la ciencia para una sociedad?

Porque la ciencia es el motor del crecimiento económico y por tanto de la posibilidad de avances en el bienestar social. La aportación del capital físico y el trabajo al crecimiento económico tiene límites bien definidos. Sobre la base de solo esos dos elementos no se puede crecer ininterrumpidamente. Es preciso acompañar esos dos factores con nuevas ideas para que el crecimiento económico continúe, y las nuevas ideas son el resultado de la actividad científica. En el caso de España, démoslo por hecho: o somos capaces de construir un sistema científico de primera división y articular nuestro sistema económico en torno a él, o despidámonos de seguir aumentando nuestro nivel de bienestar. Hasta aquí hemos llegado.

3.- ¿Piensa que la Comunidad de Madrid está desarrollando una política de I+D+i adecuada?

En materia de política científica puedo hablar con seguridad de lo que no es adecuado, que es seguir como estábamos. Así que el mero hecho de tomar como una prioridad política el rediseñar nuestro sistema de ciencia y tecnología es encomiable. IMDEA es la piedra angular de ese nuevo diseño. Con él la Comunidad ha creado un marco institucional muy flexible gracias al cual Madrid está consiguiendo atraer aun número creciente de excelentes científicos de forma constante y sin hacer ningún ruido.

4.- ¿Cómo surgió el proyecto IMDEA?

Apareció en el Plan Regional de Ciencia e Innovación Tecnológica del primer gobierno de Esperanza Aguirre (IV PRICIT). Que fuera parte del Programa de gobierno no tiene nada de especial; la “necesidad imperiosa de articular la economía en un sistema adecuado de ciencia y tecnología” (o alguna frase a tal efecto) es algo que aparece en los planes de gobierno de todos los grupos políticos. Lo verdaderamente excepcional es que la Presidenta, una vez metida en sus labores de gobierno, no se olvidó de ello; al contrario, lo puso en marcha con determinación. Para la comunidad científica, no solo la red de institutos IMDEA, sino la determinación política con que se puso en marcha, constituyen un acontecimiento extraordinario.

5.- Como miembro de esa comunidad científica a la que Vd. se refiere, ¿qué le pediría ahora a los responsables de la política de I+D+i de Madrid?

Que continúen arropando a IMDEA con el mismo empeño que hasta ahora. Debido al destacado nivel de sus investigadores y al modelo de gobierno en el que se asienta su gestión (siguiendo las mejores prácticas internacionales, una revolución entre nosotros), IMDEA es objeto de admiración y una esperanza para nuestros científicos. Si esa esperanza se ve cercenada, el desanimo sería tan grande que nuestros científicos, particularmente los expatriados, nunca creerían en ningún proyecto que se les propusiera. Ahora es el momento de cambiar de rumbo en materia de política científica y si Madrid lo consigue será el mejor incentivo para el resto de España.

6.- ¿Es caro IMDEA?

Los proyectos de inversión son caros o baratos solo en relación con el retorno que se espera de ellos. ¿Es caro un futbolista que cuesta 90 millones por cuatro años? No, si proporciona 100 millones a los ingresos del club; y si contribuye 200, entonces es incluso “barato”. En todo caso, es esencial tener en cuenta que la decisión de contratar al futbolista debe tomarse sobre la base de su retorno esperado, de modo que podría salir mal. En cambio, la inversión en Ciencia –con mayúscula– siempre tiene un retorno positivo para la sociedad. La razón es sencilla: el futbolista sólo rinde unos años, de modo que genera ingresos sólo durante un tiempo; en cambio, el conocimiento científico perdura para siempre.

Supongamos, pues, que hubiéramos tenido (¡y aún tuviéramos!) que pagar cada vez que usamos… el teorema de Pitágoras (un ejemplo). Por pequeño que fuese el precio asignado a ese uso, ¿se imagina el retorno acumulado? Desde el punto de vista social cada investigación exitosa paga con creces su coste y el de las fallidas de su misma añada. Si no empezamos a ver la inversión en Ciencia desde esa óptica social, nunca avanzaremos un paso.

7.- O sea que el coste lo incurre la generación presente en tanto que el beneficio lo obtienen también, y a veces principalmente, las generaciones futuras...

¡Sin duda! Ahora bien, eso no indica en absoluto que no sea económicamente rentable para la sociedad invertir en Ciencia; sólo sugiere que se distribuya el coste entre la generación actual y las futuras. ¡Perfecto! Una combinación posible es financiar el gasto corriente de investigación con recursos de la generación actual; y la infraestructura, con cargo a deuda, es decir, contra las generaciones futuras. Sería apropiado, por ejemplo, que el BEI completara la financiación de infraestructuras de toda la red IMDEA.

8.- ¿Y no podría contribuir también a esa financiación el sector privado?

Por supuesto. En la financiación de la Ciencia hay muchísimo margen para conciliar el interés público y el privado, aunque esa conciliación no sigue el mismo camino en todas las áreas del conocimiento. En el caso de las Ciencias Sociales, por ejemplo, no podemos patentar los resultados científicos. Para darlos a conocer, tenemos que publicarlos; una vez publicados, las personas los almacenan en su cerebro y pasan a formar parte de su acervo de conocimientos. A partir de ese momento, ¿cómo hacemos para que paguen por su “uso”? ¿Demandamos a todo aquél que los emplee en sus argumentos dialécticos, estrategias empresariales o diseño de políticas públicas? ¿Se imagina cuántas demandas se acumularían en los juzgados?

Querer patentar los resultados de una investigación sobre los movimientos migratorios de la población, por citar un ejemplo, es querer ponerle puertas al campo.

9.- Es decir, que no se puede privatizar el resultado de una investigación en Ciencias Sociales.

Al menos no hemos encontrado una forma satisfactoria de hacerlo. Sería distinto si produjésemos “trajes a medida”, es decir, informes del tipo “Cómo afectarán los movimientos migratorios a su empresa…” Cosas así. Pero obviamente la función de un Instituto de Estudios Avanzados no es competir con las empresas de consultoría, sino precisamente generar el conocimiento sobre el que esas empresas, entre muchas otras instituciones públicas y privadas, pueden asentar partes fundamentales del trabajo que realizan.

Es aceptable que en ocasiones nuestros investigadores intervengan en la confección de informes, participen en tertulias o hagan colaboraciones en prensa… Todo eso y mucho más, en tanto que contribuye a mejorar el bienestar social, es encomiable. Pero debo resaltar que, en primer lugar y por encima de todo, su función es expandir la frontera del conocimiento.

Eso sólo se consigue con una presencia activa en la comunidad científica internacional, es decir, presentando el resultado de sus investigaciones en congresos y debates científicos, impartiendo conferencias, seminarios y cursos de doctorado, etc.; y fundamentalmente, publicando los resultados de su investigación en las revistas científicas internacionales.

10.- ¿Y el mecenazgo?

Podemos decir sin temor a equivocarnos que en relación con la ciencia en España… no tenemos esa tradición. Es común oír que ello se debe a la inadecuación del marco legal que regula el mecenazgo. Supongo que una legislación más comprensiva podría ayudar, pero no creo que la que hoy tenemos sea el motivo de la escasa contribución de las donaciones a la financiación de la ciencia. Imprimir 3.000 ejemplares de un libro de ornitología del Amazonas, a todo color y encuadernación en cuero, para regalar por Navidad “Con los atentos saludos de…”, tampoco desgrava gran cosa; y sin embargo, se hace con bastante frecuencia.

11.- ¿Por qué cree que ocurre eso…?

Quizá porque se piensa que el retorno de las donaciones a la actividad científica tampoco puede privatizarse, mientras que el del regalo, que algún retorno tendrá, se lo apropia la persona o institución que lo hace. Sin embargo, ese punto de vista solo es una verdad a medias. Es cierto que una parte del retorno, los nuevos conocimientos, es difícil o imposible de apropiar privadamente; pero hay otros retornos de una donación que sí son privatizables… Al menos eso creían John Harvard, Elihu Yale, Leland Stanford, Andrew Carnegie, Johns Hopkins y muchos más. En 1890, John D. Rockefeller realizó la donación necesaria para fundar la Universidad de Chicago, que ni siquiera lleva su nombre… Aún así, años más tarde se refirió a aquella donación como “la mejor inversión que he hecho en mi vida”. Y en su escala de valores realmente debió serlo, porque en 1901 realizó una nueva donación, esta vez para fundar el Rockefeller Institute for Medical Research, en Nueva York. No fue la desgravación fiscal lo que motivó a esos mecenas…

12.- ¿Entonces sólo les financia la Comunidad de Madrid?

No, no; obtenemos fondos de investigación externos para los proyectos en los que estamos trabajando. Digo externos, y no exactamente privados, porque la distinción es relevante. Nuestro Instituto únicamente contrata investigadores en la frontera del conocimiento científico. Todos nuestros científicos pertenecen al “Top 5%” en sus especialidades en el mundo; se da por sentado que los fondos necesarios para sus investigaciones deben venir fundamentalmente de adjudicaciones obtenidas en las convocatorias competitivas nacionales e internacionales programadas por organismos y/o fundaciones públicas y privadas.

A pesar de que acabamos de empezar, ya hemos ganado importantes concursos en las convocatorias FP7-PEOPLE de la Unión Europea, el Plan Nacional de I+D+i, el Programa de Excelencia en Investigación del Banco de España y el Programa de Actividades de I+D en Socioeconomía de la Comunidad de Madrid. Es lo que tiene contratar a los mejores: que sus proyectos de investigación son apreciados en las convocatorias competitivas.

Pero es verdad que esos fondos solo pueden destinarse a cubrir gastos de investigación, de modo que IMDEA Ciencias Sociales, al igual que los demás institutos de la red IMDEA, no podría sobrevivir sin el apoyo económico de la Comunidad.

13.- Cambiando de tema… ¿Para qué sirve un economista?

Para decir, con fuerza de teorema, cosas como las que acabo de contar, entre otras muchas. Pero vamos a evitar equívocos: un teorema sólo es una verdad científica. En particular, no quiere decir que las cosas que describe no pueden ser de otra forma. Pero, desde luego, es más que una simple opinión o una mera ocurrencia…

14.- ¿Vieron ustedes venir la crisis?

La crisis financiera internacional, no; o más exactamente, aunque había sospechas de una enorme burbuja financiera a nivel internacional, no teníamos suficiente evidencia para proclamarlo. ¿Cómo podríamos haberlo hecho sin acceso a la información relevante? Los científicos nunca han tenido autoridad para entrar en las oficinas de Madoff Investment Securities exigiendo ver sus “libros de cuentas” (por poner un ejemplo). Tampoco ha sido nunca su trabajo fiscalizar la actividad de las entidades financiaras. Su misión es demostrar que un esquema de tipo Ponzi siempre acaba en una ruina, y ese trabajo está hecho y publicado desde hace años.

Quienes sí tienen autoridad para fiscalizar la actividad de las empresas financieras son las Agencias Públicas de Supervisión y Regulación de ese sector. Es a ellas a quienes compete controlar que nadie haga chapuzas. Más aún: ese es su trabajo.

Dicho eso, he de añadir que esta crisis financiera debe hacernos más conscientes a los economistas de nuestras propias limitaciones. Es obvio que en su enfoque actual la ciencia económica no entiende bien cómo influye el sector financiero sobre el crecimiento económico.

Pero estoy seguro de que acabaremos entendiéndolo, como en su día explicamos el fenómeno de la estanflación, gracias a lo cual se paró el “derrumbe keynesiano” e iniciamos un largo período de crecimiento económico.

En lo que respecta a la otra crisis: la que afecta específicamente a la economía española (que sí hemos podido investigar porque los datos necesarios para hacerlo son de dominio público), la hemos visto venir con años de anticipación. Era de manual que íbamos hacia ella a velocidad de crucero.

15.- ¿Y por qué no dijeron ustedes nada?

¡Por supuesto que lo hicimos! Pero la mayoría social prefirió ignorarlo. Ahora no echemos balones fuera… Hace años que la economía española padece un problema estructural, con todas las papeletas para provocar un estrangulamiento de los mecanismos de oferta. Sin embargo no había un peligro de origen keynesiano. Ahora sí tenemos los dos problemas, el de siempre y una insuficiencia de demanda. Nos costará salir a flote…

16.- ¿Alguna vez tuvieron los miembros de su profesión ocasión de hablar de eso con los responsables del diseño de la política económica?

Sí, muchas veces…incluso en las esferas de gobierno. Y también en el ámbito de los sindicatos y las organizaciones empresariales. Hay colegas trabajando en todas partes…

17.- Sus opiniones no fueron bien recibidas…

No sé cómo fueron las de otros… Bueno, en muchos casos sí lo sé, pero de eso les toca hablar a ellos. Yo puedo decirle cómo fueron recibidas las mías: en algún caso, con discrepancia, que es una reacción legítima; en otros, con acuerdo e imposibilidad de llevarlo a la práctica; y en los más, con un simple “Te has vuelto de derechas”.

18.- ¿Y eso duele?

Como economista… me sorprende porque no entiendo qué es un economista de derechas (o para el caso, de izquierdas). Más allá de ahí, no afecta a mi estado de ánimo en absoluto. A los viejos rockeros de la política no nos impresiona el etiquetado.

19.- Pues eso es todo, a menos que usted quiera añadir algo más.

En primer lugar, gracias por prestarnos atención. Todo lo que a nuestro entender es importante acerca del Instituto está expuesto a información pública en nuestra página Web, www.cienciassociales.imdea.org , incluida la Memoria de actividades del año 2008, que es el último ejercicio cerrado. Si algo que fuese importante se hubiera escapado a nuestra atención, agradeceríamos que nos lo hicieran notar. En la propia Web tenemos una dirección electrónica de contacto para ese tipo de comunicación.



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