¿Qué soluciones puede aportar la Restauración Ecológica a los problemas planteados por el Cambio Climático?

La semana del 5 al 8 de este mes de abril, la UICN organizó en  la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid unas Jornadas Técnicas sobre Cambio Climático y Biodiversidad en la Península Ibérica. El investigador del Jardín Botánico de Madrid, Jesús Muñoz, presentaba la obra que ha coordinado junto con el profesor Angel M. Felicísimo de la Universidad de Extremadura, titulada Análisis de impactos y vulnerabilidad de la flora y vegetación españolas ante el cambio climático.  En esta obra se presentan mapas de clima futuro (2040, 2070, 2100) para la Península Ibérica con una resolución de 1 km2, así como los modelos de distribución potencial futura de 75 especies vegetales autóctonas junto con una estimación de su vulnerabilidad frente al cambio climático. Con una herramienta tan valiosa podemos conocer qué especies verán reducido su área actual y que espacios podrán reunir las condiciones climáticas adecuadas para el establecimiento de estas especies en un futuro inmediato. Ante este panorama, podemos plantearnos cómo se deberían diseñar las actuaciones de mitigación de los efectos negativos del cambio climático sobre la biodiversidad.

Las actuaciones que a primera vista pueden parecer más obvias son las de inspiración agrícola-forestal: plantaciones de las especies vulnerables en espacios que hasta ahora no ocupaban.  Algo así como recrear el mito del Arca de Noé: ¡Pongamos a salvo una pareja de cada una de las especies amenazadas!  Lamentablemente, hoy sabemos que este tipo de soluciones no sólo están obsoletas (han pasado ya muchos miles de años desde que las inventamos) sino que además están condenadas al fracaso. La arquitectura de la biodiversidad se articula en complejas redes de interacciones mutualistas, en las que cada individuo de cada especie se relaciona con una variada galería de individuos de otras especies (Bascompte et al. 2003. PNAS 100: 9383–9387). Es decir, no basta con plantar el vegetal, deberíamos con él reintroducir a sus polinizadores, a sus dispersores de semillas, y al amplio abanico de especies a las que la persistencia de su especie se encuentra vinculada. De hecho, si miramos hacia el pasado, la situación es aún más compleja. Las evidencias paleobotánicas y los análisis ecológicos y filogenéticos sugieren que algunas de las especies que vivieron en el Terciario en climas similares al Mediterráneo han podido sobrevivir -y llegar hasta nuestros días- gracias a la acción protectora de especies que aparecieron posteriormente, en el Cuaternario, dado que eran más capaces de tolerar los rigores de la aridez de nuestro clima actual (Valiente-Banuet et al. 2006. PNAS 103: 16812–16817). Es decir, no sólo juegan un papel determinante las interacciones entre las especies actuales, sino que tenemos evidencias para pensar que las distribuciones del futuro de las especies que sobrevivan vendrán condicionadas por las futuras especies que se diferenciarán en escenarios climáticos venideros. Mucho me temo que el movimiento de las especies es más complejo de lo que esperaba Noé.

En las Jornadas Técnicas que mencionaba al principio de este texto, me invitaron a mí a hacer una reflexión sobre el papel de la Restauración Ecológica a la hora de facilitar estos movimientos. Ante tan generosa como comprometida invitación, a mí lo primero que se me ocurre es que no tiene sentido mover especies de forma individualizada. Desde la perspectiva de la Restauración Ecológica, lo más parecido al modelo Arca de Noé es el modelo de las especies cimentadoras (foundation species; Ellison et al. 2005. Front Ecol Environ 3: 479–486), o el de las especies marco (framework species; Elliot et al. 2003. For Ecol Manage 184: 177–191). En ambos casos, se propone la plantación de un elevado número de especies. En el caso de las especies cimentadoras, la idea es construir hábitats que serán ocupados por las especies que consigan migrar hasta ellos, mediante la plantación de las cimentadoras, es decir, de las especies que definen una importante fracción de la estructura de la comunidad, y que crean condiciones localmente estables, modulando y estabilizando procesos ecológicos fundamentales. En el caso de las especies marco, la idea es además que estas especies actúen como atractores de especies dispersoras de frutos y semillas de forma que orienten y catalicen el proceso mismo de migración.

Figura 1 ¿Cómo debería hacerlo Noé para meter ecosistemas completos en su Arca? "Construyendo el Arca de Noé" Francesco Bassano 1670.

La segunda de las ideas que se me ocurre es que estas soluciones basadas en plantaciones o siembras sólo constituyen una parte pequeña de la solución al problema. Es decir, no se trata de dejar de plantar especies, para “plantar” ecosistemas. ¿Cómo debería hacerlo Noé para meter ecosistemas en su magnífico Arca? (Fig. 1). Mucho me temo que los ecosistemas deberán moverse ellos mismos, con nuestra asistencia pero mediante sus sofisticados mecanismos. Noé tendrá mucho que hacer, pero no estará entre sus proyectos el de construir el Arca. Dicho de otro modo, el reto es “flexibilizar” el territorio para facilitar el avance espontáneo de los sistemas. Es decir, más que reproducir a escala local comunidades de organismos inspiradas en modelos que no contemplan el cambio, debemos escalar hasta el nivel de paisaje e incorporar soluciones viables: generando conexiones que habiliten la migración de especies, integrando potenciales refugios para especies vulnerables en los diseños de nuevos paisajes, creando nuevos nodos que articulen el avance de metapoblaciones, o potenciando escenarios para la colonización y el establecimiento. Sin duda, esta aproximación requiere la revisión de conceptos de Ecología del Paisaje acuñados en los 80, como el de “corredor”, con tintes excesivamente optimistas sobre la capacidad de las especies para avanzar por pasillos “ad hoc”. También es hora de desechar definitivamente ideas obsoletas, derivadas del paradigma Clementsiano, como la de comunidad vegetal entendida como “superorganismo”, con capacidad de avanzar en bloque como si se tratara de un ejército indivisible. Finalmente, mi tercera y última idea (no se me ocurre más), es la de que los ecosistemas al avanzar, al desplazarse, necesariamente cambian. La primera de las implicaciones de esta afirmación es que cuestiona la lógica de reproducir ecosistemas actuales en escenarios futuros. Y esto abre cuestiones de profundo calado sobre la resiliencia de los ecosistemas en su avance, y sobre nuestra capacidad de diseñar “Neoecosistemas”, capaces de albergar la máxima diversidad biológica. Ya se están publicando artículos que sugieren el abandono de los ecosistemas históricos como ecosistemas de referencia para orientar las actuaciones, e incluso proponen la incorporación de especies exóticas para ofrecer nuevos servicios ecosistémicos (Hobbs et al. 2009. Trends Ecol Evol 24: 599–605). A mí, modestamente, este tipo de propuestas me parecen fatuas, en la medida que suponen un nivel de conocimientos sobre ecosistemas que todavía no hemos alcanzado, y peligrosas, en la medida que abren la puerta a “atajos” (por no decir engendros o quimeras) carentes del suficiente rigor y que por tanto pueden acarrear dramáticas consecuencias. Prefiero limitarme a pensar en cómo facilitar la migración de los sistemas sin pretender congelar su actual estructura y funcionamiento a lo largo de su devenir.

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Un comentario

  1. […] La semana del 5 al 8 de este mes de abril, la UICN organizó en  la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid unas Jornadas Técnicas sobre Cambio Climático y Biodiversidad en la Península Ibérica. El investigador del Jardín Botánico de Madrid, Jesús Muñoz, presentaba la obra que ha coordinado junto con el profesor Angel M. Felicísimo de la Universidad de Extremadura, titulada “Análisis de impactos y vulnerabilidad de la flora y vegetación españolas ante el cambio climático”.  En esta obra se presentan mapas de clima futuro (2040, 2070, 2100) para la Península Ibérica con una resolución de 1 km2, así como los modelos de distribución potencial futura de 75 especies vegetales autóctonas junto con una estimación de su vulnerabilidad frente al cambio climático. Con una herramienta tan valiosa podemos conocer qué especies verán reducido su área actual y que espacios podrán reunir las condiciones climáticas adecuadas para … [Seguir leyendo…] Compromiso social por la ciencia Master Site Feed Posts […]

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