Tipos de NEBT: VII la del converso a tiempo completo

Vicente y Germán fueron compañeros de clase en Ingeniería Informática desde primero, en ese curso ni si quiera se cruzaron una mirada, pero los profesores de Álgebra y Análisis matemático I, hicieron lo suyo para que en segundo se redujera notablemente el número de estudiantes por aula, ahí empezaron a «conocerse». Por aquel entonces Germán era un friki (lo sigue siendo) de los Lego y la Guerra de las Galaxias, y Vicente bromeaba con sus compañeros de mus sobre lo bien que quedaría en el rechoncho cuerpo de Germán un traje de Princesa Leia y dos ensaimadas colgadas de las orejas.
Germán prefería pasar de Vicente y de su devoción por San Canuto, era uno de los «guays» y , como tal, no le inspiraba más que indiferencia, con lo cual esa indiferencia fue mutua hasta cuarto, curso en el cual se redujo todavía más el número de alumnos por aula y el apellido Benéitez de Vicente y el Carlón de Germán, llegaron a juntarse tanto, que les tocó hacer las prácticas de Señal e imagen en equipo; Vicente casi se rasga las vestiduras, había pasado de echarse unas risas con Juan, su amigo del alma (de apellido Bueno) a que le endiñaran a Vicente, alias Leiaman, como compañero; una novia hipie y la afición por la escalada habían hecho estragos en el tercer curso de Juan.
Cuando se conocieron la indiferencia era mutua, pero no tardaron en darse cuenta que tampoco eran tan distintos como creían, y a Germán le hacía ilusión enseñar a Vicente cosas como beber golpes de tequila; incluso acabó siendo un aficionado a los Lego, algo impensable unos años atrás, en fin, que se produjo algo parecido a la convergencia. Dos años más tarde ambos hacían la tesis doctoral, y Vicente se sacaba un dinerillo por las noches diseñando aplicaciones web; hasta que un buen día, un viernes para más señas, Germán entró a rendir cuentas de su trabajo semanal a su tutor, comenzó una acalorada discusión, más bien, una bronca de su jefe y finalizó con un sonoro portajo que hizo tambalearse un osciloscopio del laboratorio de al lado.
Germán y Vicente quedaron esa tarde para tomarse una cerveza, sí, Vicente también había aprendido a beber cerveza de manos de su mentor, Germán, con prometedores tiempos por pinta y nefastos resultados en la talla de sus camisetas, ya tenía las tres equis, xxxl. De modo que charlaron y Germán ofreció a Vicente un salto al vacío sin paracaídas, dicho salto consistía en dejar la Universidad y montar una empresa, pero «una empresa de verdad», contra todo pronóstico Vicente aceptó, y Germán comenzó a hacer puertas frías y marketing de guerrilla para conseguir los primeros clientes, poco a poco aquello les iba dando de comer pero sentían que se estaban especializando en consultoria informática básica, algo que no les hacía ninguna gracia. Tuvieron un par de meses sin apenas trabajo, meses que Vicente aprovechó para presentar, sin decir palabra a Germán, a su empresa a un concurso de ideas, en el cual proponía un sistema recomendador basado en computación distribuida para móviles. De nuevo contra todo pronóstico, ganaron el concurso, la dotación no era nada del otro mundo, pero les dio la moral para acometer realmente aquel proyecto; supusieron que si personas tan sesudas como las que formaban el jurado habían confiado en su idea, aquello tenía posibilidades de éxito. En palabras textuales «si hubiéramos conocido, como conocemos hoy lo que es un jurado (ahora forman parte de varios), nunca hubiésemos pensado aquello, pero la ignorancia nos vino fenomenal»
En definitiva, que Germán se puso a buscar financiación para el desarrollo de aquel sistema recomendador, y Vicente a hacerlo; premio a premio Germán se formó como empresario y poco a poco fue dejando las teclas y se lanzó al mundo de la gestión, cada vez escondía más su faceta de informático y se le veía más la del emprendedor; Vicente prefería el anonimato de su desordenado despacho lleno de figuritas de superheroes. Hoy, tan sólo cuatro años después de aquella cerveza, disponen de un sensacional equipo de once ingenieros y financiación para llevar a puerto el desarrollo, ahora tan sólo queda el veredicto del mercado.

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