Ocho buenos consejos para la colaboración con grupos de investigación

Las nuevas empresas tecnológicas suelen mostrarnos muy buenos ejemplos de colaboración con grupos de investigación, porque entre otros motivos es habitual que los emprendedores conozcan o mantengan vínculos estrechos con algunos grupos o departamentos universitarios de origen.

Pero esto no es lo habitual, y lo más frecuente que se trate de buscar responsables de la escasa transferencia de conocimiento desde las instituciones públicas de investigación hacia las empresas españolas, aunque esta situación no tenga un único responsable. La ciencia española se mantiene en un lugar privilegiado a nivel mundial y, aunque con un porcentaje de producción científica española con máximo impacto menor de lo que le correspondería, es más proclive de lo que se suele pensar a la investigación aplicada, de utilidad más inmediata para las empresas. Por ejemplo, del total de las publicaciones nacionales en las áreas de biotecnología y microbiología aplicada durante el periodo 2000-2007, las de carácter aplicado y tecnológico supusieron el 22% y 6% del total nacional , frente al 15% y 4% del resto de publicaciones a escala mundial, de acuerdo con el Informe de Genoma España correspondiente a 2009.

Y tampoco se puede achacar la escasa transferencia de conocimiento a las empresas españolas diciendo que éstas no son suficientemente competitivas o que no dan respuestas rápidas a las innovaciones que constantemente se están generando en el sector público español, porque la gestión de la investigación en nuestras universidades y OPIs tampoco facilita demasiado ese acercamiento, a pesar de los servicios prestados desde las infraestructuras, oficinas y otros programas públicos de apoyo a la transferencia de tecnología.

Como lo que hay es un gran desconocimiento mutuo entre ambas partes, nos parecen relevantes las ideas para facilitar esa colaboración que, basándose en un caso de éxito, nos propone Luis Antonio Mayo de GMV en el libro «Propiedad Industrial e Intelectual de la obra científica: 2. Contratos» que coordinan Rosa Mª de Couto y Celia Sánchez Ramos, emprendedora y promotora de la spin-off de la Universidad Complutense Alta Eficacia Tecnología:

• El núcleo del trabajo asignado al grupo de investigación público debe corresponder a la actividad investigadora de más alto nivel (o sea, dentro de la primera «I» de «I+D+i», que es la más alejada del mercado, con riesgo técnico alto y plazos de ejecución relajados).
• Conciliar los intereses de la empresa y del grupo, por ejemplo el reparto y asignación de los derechos de propiedad intelectual o el momento más adecuado para que los investigadores puedan publicar sus resultados.
• Planteamiento estratégico a largo plazo, admitiendo que la colaboración tiene costes de arranque importantes.
• La colaboración debe basarse en el interés de la acción per se. «Parece una perogrullada, pero es necesario dejar claro que es un error construir colaboraciones con el único interés y objetivo ce capturar subvenciones de I+D+i».
• Comunicación continua y fluida entre ambas partes, a todos los niveles.
• La empresa debe hacer al grupo de investigación partícipe de sus éxitos, sin «ocultar» el papel jugado por éste.
• Es importante que los miembros del grupo de investigación vean ligada su retribución directamente a la colaboración. «Cuando los fondos aportados por la empresa (…) se diluyen en un fondo general del que después se retribuye a los investigadores, éstos se sienten menos comprometidos con el proyecto concreto.
• Es necesaria, sobre todo por parte de la empresa, una cierta tolerancia al fracaso, porque para lograr innovaciones de ruptura hay que admitir que  las acciones de I+D+i pueden concluir sin éxito.